Carlos R. Aguilar Jiménez.
Vienen los muertos, todos santos y fieles difuntos, las fechas en que las tradiciones mexicanas y especialmente oaxaqueñas nos facilitan recordar, extrañar y echar de menos a quienes han muerto, de forma natural por ser de la generación anterior a nosotros o por lamentables accidentes que anticiparon su muerte, consolándonos felizmente al creer que los muertos no están muertos, porque desde que la humanidad entendió el concepto de Muerte, inventó creencias para negarla, imaginando todas las religiones que prometen vida en ultratumba o el Más Allá, que uno no muere, simplemente desencarna, deja el cuerpo y el alma o espíritu se va al Cielo, el habitáculo de Dios y sus elegidos, si fuimos buenos y cumplimos los mandamientos morales de la religión que profesemos, o vamos al infierno si comportamos mal.
Las personas por lo general mueren dos veces; la primera cuando termina la vida y, la segunda cuando nos olvidamos de ellos, como sucede con nuestros tatarabuelos o de linaje correspondiente a siglos pasados de quienes no sabemos quiénes fueron o hicieron, con excepciones, no obstante, lo cierto es que al morir todo acaba y no existe ninguna prueba o evidencia de que los muertos anden por ahí, porque más allá de las creencias personales y fe que se tenga en la vida después de la muerte, desde que Carlos R. Darwin nos emparentó con las demás especies de seres vivos animales y con el tiempo se ha demostrado más allá de toda duda que la evolución de las especies o supervivencia diferencial de los más aptos es la clave de la vida y existencia, seguir creyendo que únicamente los seres humanos tenemos alma, espíritu o hálito divino, es engreimiento, egoísmo y antropocentrismo que difícilmente se puede sostener y defender lógica o científicamente en estos tiempos, sin embargo, es saludable para la mente, convivencia y sentimientos creer que los muertos existen y vendrán a visitarnos los primeros dos días del próximo mes, ocasión feliz en la que prepararemos un altar para colocar alimentos y cosas para alagar a los difuntos en nuestros recuerdos y celebrarlos en la memoria colectiva de esta festividad de todos los santos o fieles difuntos, que en Oaxaca es una celebración extraordinaria, tanto en las casas particulares como en los panteones a donde se convive en las tumbas con el recuerdo de los seres queridos que ya no está entre nosotros físicamente pero honramos y recordamos con cariño.
Con existencia en el más allá, con alguna forma de vida sobrenatural en ultratumba, ya sea en el Cielo cristiano o musulmán, el Nirvana, Hades, Valhala, Mictlán o, simplemente sin existencia alguna después de la muerte, lo importante es que recordemos a los muertos, los agasajemos con pan de muerto, chocolate, mezcal, agua, frutas, mole o los platillos que más gustaron, excepto cigarros porque eso ahora tanto en la Tierra como en el Cielo, está prohibido por los gobiernos y por el Viejo, seguramente.