Oaxaca ideal y real

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

Existen dos ciudades de Oaxaca: la Oaxaca real y la ideal, una que vemos todos los días plagada de vendedores ambulantes, invadida de puestos grotescos que parece mugroso mercado y, la otra, la Oaxaca ideal, la que sería coherente con su nombramiento de Patrimonio Cultural, limpia, ordenada, regulada por leyes donde el esparcimiento y solaz para propios y turistas fuera la norma, pero esa ciudad ideal es imposible porque en Oaxaca imponen su ley los lideres venales de vendedores y los grupos de resentidos sociales.

Un principio científico determina que “Todo lo real es imaginable”, porque podemos imaginar muchas circunstancias o artefactos que son posibles. Por otra parte, y a la inversa “No todo lo imaginado es realizable” siendo una afirmación falsa, porque la mente puede, en efecto, imaginarse cosas imposibles. Hay imposibles de dos tipos: los imposibles lógicos y los físicos. Los imposibles lógicos son los que tienen contradicciones internas, son incoherentes, como una maquina del tiempo que pudiera cambiar la historia y hacer una ciudad de Oaxaca ordenada, es un ejemplo. En cambio, los imposibles físicos son coherentes, pero tienen contradicciones externas, lo que significa que son incompatibles con la realidad o leyes universales. Imaginar posibles físicos es asunto de escritores de ciencia ficción.

Luego existe el mundo de la imaginación posible, el de cosas coherentes y compatibles con la realidad, que aunque aún no existen podrían inventarse en el futuro y ser reales; así Oaxaca existe en dos realidades paralelas, una la de la realidad y evidente, de un Centro Histórico sucio, anárquico e ilegal, donde las leyes solo se aplican con abuso a negocios establecidos y, permite todo tipo de atropellos y abusos de ambulantes. La otra Oaxaca, es la ideal, coherente y posible, pero que no existe en la realidad, una ciudad donde se aplicaran las leyes, donde no se toleraran abusos de lideres y resentidos sociales, que se pareciera en legalidad y orden a Venecia, Paris, Praga o Mérida para no ir muy lejos, donde las autoridades aplicaran la ley y no se permitiera –permitirlo es corrupción extrema– que los vendedores invadan espacios públicos, parques, calles, plazas cívicas y cualquier lugar que convenga para ventas de piratería, objetos robados y mala calidad, que es lo que se vende en tianguis y puestos callejeros, imaginando así otra Oaxaca ideal, no real, la de los oaxaqueños que creen que el río más grande del mundo es el de Jalatlaco, que imaginan Oaxaca es una ciudad de orgullo, y aunque si lo es en realidad por su pasado prehispánico, arquitectura colonial, tradiciones y cultura, esto pasa desapercibido por mantas, mecates y puestos que obstruyen toda perspectiva y arruinan fotografías. Por lo que evidentemente la verdadera o real Oaxaca es incongruente con su denominación como Patrimonio Cultural, pareciendo más a Calcuta que a una ciudad ideal, magnífica, Patrimonio de la Humanidad, donde propios y visitantes se sintieran a gusto en plazas públicas, jardines y lugares emblemáticos limpios y ordenados, pero eso es pura imaginación o utopía…

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