Carlos R. Aguilar Jiménez.
El futuro ya no es lo que era y lo que en el pasado se concebía o imaginaba en el futuro sería mejor, resulta ante la objetiva realidad que no es así, como sucede con muchas cosas que lejos de mejorar se deterioraron o estropearon, como ocurre con los parques públicos, que hasta finales del siglo pasado eran lugares de esparcimiento, espacios de convivencia social y familiar, donde los niños podían jugar con seguridad y hasta los enamorados bajarse la luna y las estrellas.
Hoy los parques públicos no son lo que se esperaba de esos lugares, porque en Oaxaca se han convertido en zonas inseguras, refugio de malvivientes, dormitorio de indigentes, espacios preferidos de pordioseros y hasta lugares para necesidades fisiológicas, pero especialmente se han transformado en mercados o tianguis donde, payasos ridículos, vendedores de tortas, fritangas, tacos, memelas, café, churros y toda clase de productos de dudosa sanidad se venden sin control, invadiendo espacios que deberían ser para convivencia y hasta deporte, porque si los parques cumplen bien su función durante la mañana –cuando los deportistas o madrugadores los disfrutan–, pero unas horas después cuando llegan los vendedores y el ambiente de paz, tranquilidad y hasta aroma silvestre se pierde para llenarse de olor de aceite quemado y fritangas o humo de carbón de puestos fijos y semifijos, que con grotescas lonas y plásticos sucios, bloquean espacios que debieran ser para caminar y disfrutar del paisaje bucólico que deberían ser los jardines públicos y se perdió convirtiéndose en mercados de antojitos o en mercados completos de cosas robadas y piratería, como el malogrado Parque del Amor que se creó con la mejor intención de que los habitantes de la zona sur de la ciudad tuvieran un lugar de esparcimiento, y no lo que es actualmente, una madriguera de delincuentes e indigentes, expropiado por lideres venales intocables que ninguna autoridad se atreve a rescatar como un bien público. No hay seguridad ni confianza en los parques públicos porque ante la inseguridad, incluso por balaceras como en el Parque Colosio hace unos días, las familias prefieren acudir a plazas comerciales o simplemente quedarse en casa a ver televisión o hacer lo que sea, menos asistir a un parque público, especialmente el zócalo, alameda, Labastida e incluso el andador turístico que hoy son grotescos mercados donde pronto morirán sus majestuosos árboles ante la cantidad de detritus que tiran los vendedores en sus raíces cada día que terminan su jornada de trabajo ilegal. El futuro ya no es lo que era, el destino nos alcanzó y es triste saber que no hay autoridad alguna que se atreva a desalojar a los invasores de parque públicos porque hoy todo acto de autoridad se considera represión o abuso facilitando que los resentidos sociales, indigentes y delincuentes hagan lo que les plazca sabiéndose protegidos por los morenos y funcionarios de Derechos In-humanos, excepto en Tabasco donde los morenos aplicarán la Ley Garrote que antes condenaban porque les convenía, pero así es el futuro hoy.