Carlos R. Aguilar Jiménez.
Como lo ha demostrado la historia de la civilización occidental, únicamente los países que dedican sus esfuerzos e intelecto a la generación de conocimiento científico, son los que generan suficiente riqueza para mejorar la calidad de vida de sus habitantes; desde Roma hasta Inglaterra y últimamente Estados Unidos y China, sus patentes, marcas registradas, derechos de autor sobre sus inventos y venta de tecnología y servicios como utilización de satélites de telecomunicación, óptica cuántica para fabricación e innovación en fibras ópticas, laser, ingeniería genética, circuitos integrados, efecto fotoeléctrico o automóviles eléctricos, son apenas ejemplo de lo que han inventado europeos y estadounidenses, recibiendo como resultado ganancias de todo el mundo donde utilizan sus inventos como los millones de dólares que ganan los inventores de internet, no así México, donde las únicas ganancias son por vender aguacates y productos agrícolas, por las remesas de migrantes, dinero de narcotraficantes o maquiladoras.
Si para mal a los políticos y menos al gobierno federal actual, poco o nada les ha interesado la ciencia y tecnología, como se demuestra en Oaxaca donde en lugar de tener una estación ferroviaria activa, en su lugar tenemos un museo y, si bien en el Istmo se instalan aerogeneradores, todas las patentes, derechos de autor y franquicias son extranjeras, no mexicanas, ni nunca lo serán, porque actualmente las instituciones que se dedican a formar ingenieros, técnicos, doctores y científicos, como el Conacyt, la Academia Mexicana de Ciencias, INAOE, Tecnológico de México y muchas otras instituciones, han visto disminuido su presupuesto, cancelando becas de alumnos excelentes y suspendiendo la compra de aparatos e instrumentos científicos, incluido el apoyo material que se otorgaba a la Noche de las Estrellas, que este año no recibió la publicidad, planisferios ni camisetas que en cada edición se otorgaban para organizadores y público asistente, en una dinámica de empobrecimiento intelectual, aniquilación científica, ruina tecnológica, extinción de la divulgación de la ciencia y desolación cultural, porque el poco o suficiente dinero que antes se otorgaba para ciencia y tecnología, hoy son dádivas para ninis o limosnas para holgazanes que en lugar de utilizar para estudiar, sirve para comprar cervezas, crédito para teléfono, obtener una computadora para videojuegos o para adquirir ropa o tenis de marca famosa para presumir, dilapidándose, pulverizando mensualmente miles de millones de pesos que bien podrían servir para tratar de sacar a México de la mediocridad, del tercermundismo en que vivimos y que a muchos pejezombis les hace creer que el río más grande del mundo es el de Jalatlaco y el mejor teatro del planeta el Alcalá, que si los comparamos con el Sena, Guadalquivir o el Teatro de la Scala de Milán o la Opera de Paris, jamás se nos ocurriría decir que vivimos bien, porque sabríamos la verdad de nuestra realidad mediocre y paupérrima y de la que muchos no se dan cuenta porque no ven más allá de su nariz creyendo que en este sexenio todo se resolverá por arte de magia zombi o teniendo otros datos,