Carlos R. Aguilar Jiménez.
General y colectivamente cuando vivíamos en la normalidad o cotidianidad anterior a la pandemia de covid, cuando se tenían problemas económicos, familiares o de salud muy graves, siempre hubo dos opciones para tratar de resolverlos: rezar e invocar o ponerse a trabajar en consecuencia confiando en la ciencia y tecnología, prefiriendo la mayoría que desconoce el potencial de las ciencias aplicadas para solucionar problemas, especialmente de salud, los rezos y oraciones, (aunque viva inmersa en los beneficios de la medicina) optando por lo fácil, que es implorar u orar y, si por ventura los problemas se resolvían, aunque fuera por antibióticos, procedimientos quirúrgicos y por medicamentos, agradecer a Dios, la virgen o algún santo de devoción, hasta este 2020 cuando todo está cambiando, porque a partir de este año nadie en juicio confía o cree que un enfermo de covid se vaya a curar implorando a Dios y, si acaso llega a recuperarse por su propia naturaleza o soporte médico, lejos de reclamar por la infección y padecimientos sufridos, todavía agradecen, cuando deberían hacerlo únicamente si no se hubieran infectado gracias a la ayuda divina de quien dicen todo lo puede.
Antes de la ciencia las enfermedades, sequías, hambrunas, sufrimientos, pestes y epidemias se explicaban o justificaban diciendo eran castigos o condenas divinas por salirnos del camino de Dios, por no cumplir fielmente con rituales o diezmos, explicaciones que hoy casi nadie cree, no obstante haya quienes crean que el covid no existe o es un complot, sin embargo, lo que es un hecho es que los procedimientos científicos, medicamentos, terapias normales o intensivas, tomografías, respiradores y sedantes, se deben a los benditos herejes, porque recordemos que en otras épocas no tan lejanas, leer o comentar, por ejemplo, lo que escribo en este articulo que ahora tiene en sus manos nos habría costado una muerte horrible en la hoguera, así que si medita usted sobre sus propias reacciones mientras considera la vida y obra de los herejes del pasado, seguramente entenderá que la única opción que tenemos para evitar otros cientos de miles de muertos por covid, es la ciencia, la investigación médica, sus conjeturas y refutaciones, como las que se están dando hoy respecto de la vacuna Sputnik V de los rusos o de Astra-Zeneca y otras en proceso de eliminación o aceptación por medio de experimentos, ensayos, evidencias y pruebas, no por milagros, revelaciones o sortilegios en el Vaticano, donde el gel desinfectante sirve más que el agua bendita, así que únicamente gracias al trabajo, disciplina y dedicación de miles de investigadores y científicos, la Medicina está a punto de suministrar la vacuna que nos inmunice contra el covid. Bendita sea la Ciencia biomédica, bioquímica, los médicos, enfermeras y todo el personal de salud.