Carlos R. Aguilar Jiménez.
Si bien o mal en retrospectiva condenan algunos la actitud de los españoles al conquistar al continente recién descubierto por los europeos, lo cierto es que hicieron exactamente lo mismo que hacían los aztecas con los demás pueblos que tenían sometidos, esclavizaban, exigían tributos excesivos y además requerían de mujeres, niños y jóvenes para sus sacrificios humanos en los que ofrendaban a su verdadero dios: ‘Tonatiuh’, corazones sangrantes recién extirpados y aun palpitantes, siendo en este contexto de culpar de todo al pasado, incluso al prehispánico y creo que hasta al jurásico, que el presidente pide al Papa disculpa de la iglesia que representa, a los pueblos originarios que votaron por él y para que sigan votando a su favor.
Hace unos días el presidente solicitó al Papa Francisco que la Iglesia Católica pida perdón por los abusos cometidos durante la conquista española hace 500 años. En una carta dirigida al Sumo Pontífice, el presidente insistió en que la Corona y el gobierno de España, como el Vaticano, deberían disculparse con los pueblos aborígenes por las “Más oprobiosas atrocidades cometidas desde la invasión española en 1521”, cuando en realidad debería mandar una carta de agradecimiento por haber convertido al presidente, a su esposa, gabinete, diputados, gobernadores, a todos los pueblos originarios y en general a todos los mexicanos, en devotos cristianos, guadalupanos, creyentes de la Biblia y todos los rituales, dogmas y credos que trajeron los españoles, porque de no haber sido así y de no imponerse a fuerza de las armas la evangelización de los pueblos indígenas, todos los mexicanos seguiríamos creyendo en los verdaderos y auténticos dioses prehispánicos. Veneraríamos a Tonatiuh, adoraríamos a Huitzilopochtli, reverenciaríamos a Quetzalcóatl y amaríamos devotamente a todos los dioses y diosas que durante milenios fueron los dioses verdaderos de los mexicanos, no el dios extranjero originarios del medio oriente crucificado y traído por los misioneros españoles que consideraban ídolos paganos a nuestras deidades y actualmente dados de baja, y de los que nadie se quiere acordar ni venerar por considerarlos inexistentes, válidos únicamente para el folklore y la historia; por lo que la actitud populista y publicitaria del presidente, que es devoto creyente de Jesucristo, resulta una incongruencia, porque únicamente si el gobierno decretara regresar a la religión prehispánica tendría valor y sustento su exigencia de disculpas al Papa y a la Corona española, dado que, medio milenio después de lo que se haya cometido para bien o mal, los oaxaqueños, zapotecas, tlaxcaltecas, mixes y todos los pueblos originarios, mejor deberíamos exigir disculpas a los habitantes de CDMX donde estaba Tenochtitlán, sede del sanguinario y cruel imperio azteca, donde ahora viven más de 20 millones que, igual que hace 500 años siguen viviendo del resto del país, beneficiándose de la energía eléctrica, combustibles, alimentos, materiales y todo lo que se produce en México, porque en CDMX donde tienen todas las comodidades y servicios, no producen ni un aguacate o maíz, viviendo de los impuestos (sacrificios) a los que nos obliga pagar la actual Tenochtitlán, sede del cristianismo, mariolatría e hiperdulía que deben agradecer los católicos y cristianos a España, la Iglesia católica y hasta al Sumo Pontífice, y no estar pidiendo disculpas por lo que se hizo en el pasado