En Oaxaca está prevaleciendo la cultura como negocio: Arnoldo Dámaso

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Renato Galicia Miguel

La degradación de Oaxaca responde a problemas como la falta de participación ciudadana en la democracia electoral, el deterioro del medio ambiente y el “entender a la cultura como negocio”.

Son parte de “una falta de visión de los gobernantes, de un sistema que se basa en políticas neoliberales atrasadas treinta o cuarenta años en las que el mercado es el que define y regula los modos para ir avanzando y no el Estado”.

Así define el momento oaxaqueño quien antes fuera monero, después activista-ambientalista y luego, incluso, aspirante a candidato por Morena a la presidencia municipal de Oaxaca de Juárez.

Arnoldo Dámaso (ciudad de Oaxaca, 1974) fue caricaturista de periódicos locales veinte años, además de ser artista visual de manera más bien discreta, luego se convirtió en activista por problemas laborales en el Museo de los Pintores Oaxaqueños (Mupo) –aunque dice que ya había participado en otras actividades vecinales—y posteriormente ambientalista.

Durante el pasado proceso electoral para la presidencia municipal de Oaxaca de Juárez, se inscribió en la convocatoria de Morena como aspirante, sin mayores resultados.

—Eras un monero que se la pasaba satirizando a los ediles, digamos, y de repente ya andabas de activista y después de aspirante a candidato a munícipe de Oaxaca de Juárez por Morena: son cambios extraños.

—Como caricaturista viví la toma de conciencia, además del conocimiento de cómo se mueve la política en Oaxaca. Fue un primer paso, inicié muy joven, tenía veinte años, y me dediqué de lleno a ese oficio hasta los cuarenta.

“Como activista he tratado de enfrentar los problemas que criticaba como caricaturista. Y eso ha sido muy difícil porque te encuentras con autoridades que no defienden derechos públicos, sino personales o de grupo, que no son precisamente los que nosotros consideramos prioritarios, como los relacionados con la ecología, el patrimonio cultural y el natural.

“Mi tercera fase la veo como parte de mi activismo porque ni siquiera pertenecemos a un grupo político fuerte o a una mafia. Más bien estamos explorando el camino de la democracia electoral, pero entendiendo que lo que se necesita es abrir los espacios para la participación ciudadana, porque están cerradísimos, son coto de grupos o familias”.

Defensor del Cerro del Crestón, los laureles históricos del Zócalo y los mil 500 árboles que van a eliminar –según los ambientalistas—por las obras de ampliación de la avenida Símbolos Patrios de la ciudad capital, expone que “estamos conscientes de nuestros alcances y quiénes somos: no pensamos en los procesos electorales, sino en ir generando una conciencia ciudadana porque los cambios que vienen por el calentamiento global serán muy fuertes y la sociedad tendrá que participar de manera obligada, como sucedió con la pandemia de covid”.

Todo está relacionado. “Cuando protestamos contra la apertura de tanto Oxxo en el centro de la ciudad y planteamos el problema de la obesidad infantil y la precariedad de la salud de las personas del pueblo de México, no nos creían, pero vino la pandemia y pues ya ves”.

Uno de los problemas mayores, plantea, es que como sociedad nos hemos hecho de una coraza, y cuando alguien empieza a organizar o a querer participar en política, la misma familia y los amigos nos dicen que es imposible cambiar por cualquier vía.

“Pareciera que tenemos un gen que nos inhibe a la participación, que solo se cree en las estructuras de gobierno, que necesitas mucho dinero y un padrino. El principal obstáculo es el de las barreras psicológicas para participar, pero es obligado por los cambios que vienen, de hecho, nuestra agenda la estamos construyendo a partir de ello”.

–¿Qué es ser ambientalista en Oaxaca, porque caben muchas facetas, desde los esquiroles hasta las ONG que obtienen fondos de los gobiernos y las grandes corporaciones internacionales como modus vivendi?

–Existen ese tipo de organizaciones, pero en Oaxaca ser ambientalista tiene una raíz profunda, relacionada con el campo, la naturaleza, que todavía muchos de nosotros conocimos.

–Como en el caso de los ríos, que en la ciudad de Oaxaca no son solamente ecológicos, sino simbólicos, pero que han fenecido y hay quienes plantean que deberían ser ya avenidas, pues no tienen posibilidad de se rescatados: ¿cómo ves este punto?

—Hay un proceso judicial y sentencias y acuerdos, pero no se han llevado a cabo.

“No solo son los ríos, sino todos los procesos relacionados con la ecología. El problema es la escasa aplicación de la ley y de presupuesto.

“Volvemos al tema, la participación de la sociedad ante el cambio climático va a ser obligada, como pasó con la pandemia. La capacidad de retención de agua es muy baja, y vamos a tener que realizarla queramos o no. Existe ya la tecnología y no es costosa, pero como estamos pensando en las grandes obras de drenaje no nos damos cuenta. Lo que se requiere entonces es un cambio cultural previo a que llegue la crisis”.

–El rescate ecológico en Oaxaca se ha vuelto un botín de ONG, fundaciones, altruistas, todo es “grilla” política mientras la ciudad sigue deteriorándose. 

–Más que de las organizaciones, el problema es de los intereses de particulares, como los fraccionadores… Los ambientalistas siempre van a tocar intereses económicos, por eso los muertos están de este lado. Hay una extinción de la flora y fauna en la ciudad de Oaxaca y pareciera que no estamos siendo conscientes de que se está agravando más y más todos los días. Tiene que haber un cambio radical de mentalidad.

–Pero lo que se percibe hoy, se le plantea al activista, es más bien es que la cultura popular no la están generando los oaxaqueños, sino otros:  ves que en los comercios de las calles céntricas todo es “nativo” o “criollo”, pero estilo Polanco, por ejemplo.

–No, eso no es cultura popular, es cultura pop, algo que no necesita una concepción elaborada, el misticismo, y que, además, es muy fácil de consumir: eso es lo que se está ofreciendo.

“Es el problema de entender a la cultura como negocio y, además, no proteger al patrimonio oaxaqueño”.

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