Carlos R. Aguilar Jiménez
De todas las descalificaciones, reclamos y quejas que se pueden hacer a alguien o algo, las perores son las retrospectivas, al condenar o criticar lo que las personas, familias, sociedades, gobiernos o grupos hicieron en el pasado cercano o remoto, siempre es con la ventaja de la perspectiva presente, cuando el proceder, inventos, conocimientos, ética o costumbres se han adecuado conforme a nuestros tiempos, circunstancia que de la misma forma nos pasará respecto de nuestros descendientes, quienes también, retrospectivamente nos condenarán por comportamientos o prácticas que realizamos y hoy nos parecen normales, estereotipadas y hasta buenas, pero que a nuestros hijos o nietos les parecerán quizá obscenas, grotescas, injustas o malignas.
Fumar en cualquier lugar incluso en hospitales, aviones o el cine, antes era normal; que las mujeres no votaran era correcto, discriminar por color de piel o preferencia sexual era aceptable. Costumbres arcaicas que para nosotros hoy son indeseables, inmorales o políticamente incorrectas y, seguramente, muchas de las cosas que actualmente hacemos y consideramos aptas y optimas, pronto serán siniestras para las próximas generaciones, de tal forma que, no tenemos ningún derecho ni justificación alguna para criticar o condenar a nuestros padres, abuelos o antepasados con nuestra óptica contemporánea; ellos hicieron lo que en su tempo era correcto y nada más, de tal forma que, si bien podemos tomar este contexto como aprendizaje o lección, lo que debemos hacer es no anclarnos en el pasado y nunca jamás considerar que lo que hayan hecho quien sea antes de nosotros es una herencia maldita, sino enfocarnos en el presente o en lo que viene, porque de nada sirve ver para atrás, mirar siempre el espejo retrovisor es peligroso para avanzar, es una rémora al porvenir o freno al futuro, porque como dice una canción: “Ya lo pasado, pasado, no me interesa” y así debiera ser el gobierno, dejar de condenar al pasado y evitar decir que es una herencia maldita, porque lo mismo que le ocurre a la sociedad y sus costumbres le pasa también a los gobernantes, quienes mientras están en el poder, al creerse omnímodos, todopoderosos, populares y afirmar estar arriba en encuestas, deben entender que todo es transitorio, y así, cuando este gobierno acabe también dejará una herencia que será cuestionada por el gobierno siguiente, que igual que todos descalificará como ya lo hizo el actual al aeropuerto que se construía, las instituciones educativas, incluída la UNAM, la clase media, energía alternativa o ecológica, además de los cubre bocas, defendiendo a incondicionales, narcotraficantes con quienes establece política de abrazos y no balazos, que si para mal ahora muchos aplauden, la herencia se descubrirá y será el legado de este sexenio, como lo fue en Oaxaca la 4T municipal, porque todos dejamos herencias, malditas o benditas, dependiendo del punto de vista de la siguiente generación o del gobierno en turno, que se dedique a condenar al pasado y no a mirar al futuro, futuro que rápidamente se convierte en pasado, dejando su herencia.