Enrique Domville
Somos producto de nuestro comportamiento, el que se origina en nuestras emociones y pensamientos, estos pueden ser dominados por la ambición o la razón y con estos elementos en ambos casos, el aprendizaje da bases para el yo interno y la elección de nuestra actitud.
En el círculo primario en el que pasamos la mayor parte del tiempo nuestra vida diaria y de interrelación social, zona en la que nos sentimos la mayor parte del tiempo cómodos, en la que nuestro albedrio es el que predomina y buscamos el tan ansiado bienestar, pero siempre con la amenaza externa de otros pensamientos originados por otros seres que buscan su zona de bienestar pero su definición cambia; al buscarla por el medio de elección que es usar a otros iguales, y su definición personal de bienestar se torna en ambición, no importando como sus deseos se cumplan, el poder y el dinero llenan el pensamiento de muchos seres en la historia de la humanidad, con lo que las manifestaciones de las personas, que se asocian a ideas, para recibir algo del poder, y beneficios de quien propone. Tenemos pues que el pensamiento frecuente es el odio que según la Real Academia de la Lengua lo define así: antipatía y aversión sobre alguien o algo cuyo mal se desea. Esto es utilizado como estrategia, que en grandes grupos o socialmente entre individuos que buscan un fin personal para llenar su idea de poder, en busca de una manera equivocada del bienestar, como una situación de igualdad en pensamientos, acciones recordando que nadie quiere que lo traten mal, para no ser tratado de igual manera. Gandhi expreso en una frase que dice “no dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores”. En este mundo en el que la opinión personal negativa da rienda suelta nuestro comportamiento, el que por elección puede ser digno o indigno, con lo que podemos satisfacer nuestros deseos, que bien utilizados, la razón nos empuja a la cordialidad, el diálogo, el comportamiento basado en los valores más elementales, como el respeto, la ética, el amor y buscando a través del dialogo, el entendimiento, usando lenguaje honesto, como dijo Wittgenstein, las palabras no solo sirven para nombrar cosas, su propósito es muy detallado y una misma palabra puede tener muchos significados, por lo que la percepción personal siempre está en juego y utilizada de mala manera, crea un abismo entre nosotros, buscando el agravio y el insulto para llenar su objetivo y contagiarnos generando un abismo de ideas y manifestaciones, entre las que se encuentran desde lo más simple como la discriminación por cualquier motivo de creencias, preferencias, de género o simplemente el color de piel. Lo que se torna complicado cuando el rencor, se torna en odio en contra de otros iguales y existe la violencia, la que genera el deseo de venganza en lugar de buscar objetivos comunes, para encontrar el vivir en un territorio en que prevalezca la felicidad, que inicia con uno mismo, te conoces, te aceptas y cambias lo que no te guste y comienzas con el respeto a ti mismo y lo aplicas a otros. Muchos filósofos maestros nos han expresado el sentido de la vida, otros nos hablan de actuar bien en todos los campos en que se desarrolla el ser humano, pero para esto es necesario reconocer nuestras fallas en el comportamiento si solo es guiado por ambición o como o como plan de mejora común. Iris Murdoch quien nació en 1911, escribió su libro “La metafísica” como guía a la moral y la soberanía del bien nos habla de la idea de la perfección y dice “Pese a nuestra flaqueza, el mandamiento << Sé perfecto>> tiene sentido para nosotros. El concepto de Bien evita caer en la egoísta conciencia empírica”. Por lo que el “Yo” tiene una vital importancia, solo nosotros podemos revisar nuestros razonamientos y los valores son importantes.
Yo Hago, Yo quiero, Yo decido.
Lao Tse dijo el “El que conoce a su prójimo es erudito, el que se conoce a sí mismo es sabio”. Seamos sabios con valores.
Comisión Estatal de Bioética Email: combioeticaoax@gmail.com
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