Enrique Domville
Nosotros los seres humanos, dueños del planeta, del conocimiento, de la guarda, conservación o destrucción de otros seres iguales, o diferentes, de cualquier origen, de cualquier reino animal, o vegetal, aprendemos desde pequeños, con el ejemplo, el que vemos basado en actitudes personales, de cada adulto basados en la costumbre, en los hábitos, el conocimiento formal o el informal. Con esto cada uno tiene la posibilidad de analizar y tomar decisiones, las que pueden ser simples o complejas, con el toque personal, que nos permite éxitos o fracasos, actuar, dentro de lo socialmente aceptado, o con la idea de ambición personal, confundiendo la libertad con un comportamiento egoísta, egocentrista, sin respeto a la propia dignidad y por ende a sus iguales.
John Stuart Mill (1806-1873) escribió múltiples trabajos durante su vida, uno publicado un año después de su muerte en 1859, es un ensayo sobre la libertad y nos dice: “En la historia nos encontramos la lucha entre la autoridad y la libertad, en esa época se entendía por libertad como la protección contra la tiranía de los gobiernos políticos”. Nos habla de fijar límites en el actuar de dos maneras: la primera obteniendo el reconocimiento o inmunidades de libertades políticas y el segundo, el poner frenos constitucionales, los cuales, con el consentimiento de la comunidad, alguien los representaba en sus intereses. Como vemos, la preocupación del filósofo, quién tomó sus ideas de la antigua Grecia, posteriormente del comportamiento inglés y de algunos países europeos. Quiero destacar que los límites se inician en el pensar de cada persona, quien decide el hacer o no hacer en su actuar de acurdo a sus creencias y deseos.
En la historia, desde la antigüedad hasta la época moderna, encontramos ejemplos de ambición positiva y negativa, siendo que la historia nos ha demostrado, que aquellos que imponen sus ideas negativas, no progresan y acaban con repudio, de los que buscan paz, armonía y felicidad.
En estos tiempos en que somos tantos, lo importante es entendernos, por lo que la comunicación se vuelve esencial; uno de los secretos de ésta es escuchar y comprender a otros antes de considerar, ser comprendido. Un autor reciente llamado Stephen R. Covey quien escribió el libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”, tiene algunas ideas y cita a otros pensadores como David Starr Jordán quien nos dice: “No hay en todo el mundo de un triunfo verdadero que pueda superar la dignidad en el vivir”.
Cuando hablamos de límites en nuestra imaginación, no existen, pero estos están en el hacer pues se convierten en un acto de libertad, con responsabilidad, ya que puede afectar a otros o a sí mismo. Si queremos llevar a cabo un plan, tenemos que pensar en la equidad y como decía nuestro autor Stuart Mill, todos merecen equidad, la idea de que somos iguales en dignidad, en respeto, con la responsabilidad entre nosotros de no violarla, nos lleva a considerar que los límites están en nosotros. Existe una dimensión en el que nuestras creencias nos piden obrar dentro del bien social y con respeto a valores, por otro lado, el mal pensamiento, el egoísmo, que lleva a conflicto pues dañamos a nosotros o a otros; este mundo personal del pensamiento, modera nuestro actuar, estableciendo el límite, en que podemos ganar todos. Como dice Covey en el libro, pensar en hacer las cosas con la consigna de ganar- ganar, de otra manera estamos en el ganar-perder, al parecer alguien gana todo pero de manera paradójica aunque gane algo está perdiendo en su ser, pues la ambición destruye cuando esta implica dañar.
Tenemos que ejercitar la buena decisión, usar los límites en nuestro beneficio, para conseguir lo anhelado con balance y renovación.
William Shakespeare dijo: “Es en nosotros mismos que somos de una forma u otra. Nuestros cuerpos son nuestros jardines en los cuales nuestras voluntades sus jardineros”. Para concluir pensemos lo que queremos con la idea de ganar- ganar, que significa en el fondo, que todos merecemos respeto.
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