Carlos R. Aguilar Jiménez
Como no había sucedido en lo que ha transcurrido de este siglo, principalmente en los últimos tres años, los precios de todas las cosas, incluso los servicios, están cada vez más caros, más altos respecto de toda comparación al percatarnos que en una misma semana los precios de la canasta básica, especialmente carne, huevos y leche aumentan sin control y, aunque la Secretaria de Hacienda afirma, tratará de controlarla, lo cierto es que no sucede porque no se refleja en los bolsillos de compradores, principalmente porque en la dinámica de oferta y demanda al subir los precios de los insumos, aunque el presidente AMLO haya pedido a consorcios comerciales y dueños de empresas departamentales: Bimbo, Walmart, Chedraui, o Soriana, lo cierto es que el efectivo apoyo al combate a la inflación debe comenzar bajando el precio de la gasolina, como mintió cínicamente el presidente al anunciar que no subiría su precio, porque la realidad es que todo está más y más caro cada día, no obstante su fantástico Plan de Contención Amistosa de los Precios
Como no había sucedido antes al subir a precios estratosféricos los combustibles, costando más de 22 pesos un miserable litro de gasolina, ahora no se dice son gasolinazos ni se protesta por el incremento, porque los que antes rezongaban de todo lo que hacían gobiernos anteriores, hoy son sumisos y devotos creyentes que, de la inflación tiene la culpa el pasado capitalista y neoliberal, no los pésimos manejos de la economía, falta de seguridad, medio millón de muertos por la Covid-19, maligna política internacional, construcción de elefantes blancos: refinería de Dos Bocas, central avionera y su tren local, acabando con las inversiones extranjeras, que en vez de apoyar, desde sus mañaneras que realiza en el palacio donde vive en lujo y boato obsceno, limitó, satanizó y, como a Iberdrola, persiguió, además de condenar a millones de enfermos pobres a pagar consultas médicas privadas y comprar medicamentos al desparecer el Seguro Popular, arruinando aún más su economía, porque si antes podían comprar determinada cantidad de productos, quizá los sigan comprando con las dádivas que regala el Presidente de los impuestos de quienes trabajan, pero ya no pueden adquirir otros productos que antes consumían, ya sea para entretenimiento, educación o estabilidad mental, porque al aumentar la inflación, lo que la gente pobre, casi 70 millones de mexicanos, incrementando en este año 23 millones más, 1366 nuevos pobres por hora, lo que en consecuencia hacen, es marginarse de lo inaccesible a su poder adquisitivo, en una movilidad social y económica que de clase media se van a clase baja y de pobres a paupérrimos, aunque reciban su dadiva oficial en el Banco del Bienestar donde siempre habrá largas filas, porque cada vez se suman más y más pobres, porque la inflación es el “impuesto” más pernicioso para la población, porque antes de este gobierno la economía crecía, los precios se mantenían relativamente estables, y todo esto se acabó porque el poder adquisitivo de los ingresos de las clases pobres han conducido al desabasto de las alacenas y vacío en los bolsillos, no así los de los políticos como ya saben quién, quien en lo que va del siglo nunca ha trabajado ni compra nada.
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