Gibrán Ramírez Reyes
El 3 de mayo de 2021, un tramo elevado de la línea 12 del metro de la Ciudad de México se derrumbó, dejando un saldo de 26 personas muertas y más de 100 heridos. Después de las elecciones intermedias, que obviamente perdió Morena, López Obrador explicó que su derrota electoral en la capital se debía a las clases medias, para él manipulables, no al mal gobierno capitalino: “en el caso de la línea del Metro, los más afectados, Iztapalapa y Tláhuac, gente humilde, trabajadora, buena, entiende que estas cosas suceden, y ahí no impacta política, electoralmente; sin embargo, en las colonias de clase media, media alta, ahí sí”. La gente humilde “entiende que esas cosas suceden”, aunque una catástrofe de esa magnitud no hubiera pasado en la historia del metro. Esas cosas pasan, diría Rajoy, como el agua que cae del cielo sin que se sepa muy bien por qué. Mientras es muy difícil hacer entrar en razón a la gente que tiene doctorado –abundó semanas después—, los pobres “tienen un instinto muy certero”. Prometió “a la gente de Tláhuac, la de Iztapalapa y la de Chalco, la que utiliza esa línea… que a más tardar en un año está funcionando de nuevo la línea, con toda la seguridad y es mi palabra, todo, completo (incluyendo el tramo elevado)”. Además, se ofreció como aval, aseguró que se castigaría a los responsables y presumió, al mismo tiempo, su buena relación con Carlos Slim.
El peritaje de la empresa DNV ordenado por el gobierno de la Ciudad de México informó, primero, que hubo fallas estructurales en la construcción. Los partidarios de Sheinbaum festejaron y culparon a Ebrard. El informe final de DNV estableció que el colapso no habría acaecido de no haber graves negligencias en el mantenimiento. Ninguna de las dos causas pudo ser judicializada. La del mantenimiento porque la Fiscalía de la Ciudad está en manos de la jefatura responsable de darlo; la de la construcción, porque la cadena de custodia del acero analizado por DNV fue violada por Fedex o por el personal de aduanas, una bendición para Carlos Slim y Marcelo Ebrard. Los accidentes por falta de mantenimiento siguieron sucediendo y cobrando vidas, mientras la jefa de gobierno pedía aplausos para la inauguración de obras que le distraían el presupuesto necesario para arreglar los problemas.
Del responsable de la construcción del tramo colapsado, dijo AMLO: “quiero hacer un reconocimiento, un homenaje, al empresario más austero e institucional de México que también es nuestro orgullo, Carlos Slim”. A Florencia Serranía, directora del metro responsable de la falta de mantenimiento, la honraron con un puesto en el Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial. Claudia Sheinbaum mantuvo la condición de aspirante favorita del régimen, inventó un sabotaje que sirvió para detener a una señora a la que se le cayó un aspa de lavadora de plástico y reinauguró, casi dos años después, en tono festivo y cantando, como si no hubiera muerto gente, el tramo subterráneo de la línea 12, uno diferente del colapsado. Al mismo tiempo, en la línea 7, contigua a la 12, dos vagones se separaban ante los ojos de los guardias nacionales, quienes no pudieron evitar el sabotaje –entre otras cosas, porque no existió. Por el bien de todos, primero los pobres: los pobres oligarcas austeros, los pobres funcionarios obradoristas. Los otros pobres, dice el presidente, entienden que estas cosas pasan, y por eso no afecta electoralmente.
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