Lunes 3 de julio de 2023
Adrián Ortiz Romero Cuevas
A mi hermano Ismael. Mi ejemplo, y mi mejor amigo, siempre…
Este fin de semana, el sábado, el presidente Andrés Manuel López Obrador celebró el quinto aniversario de su triunfo electoral, con un mitin masivo en la Ciudad de México. Ahí, envió un mensaje en contra de sus opositores. Dijo que, en su conjunto, se han convertido en una especie de “Supremo Poder Conservador”, y acusó a Claudio X. González de ser el artífice de la Alianza Va por México. ¿De verdad sus señalamientos son lo que parecen?
En efecto, el Presidente dijo: “Siguen hablando en su demagogia, en su retórica, en nombre de la democracia, pero actúan en realidad como una oligarquía, defienden el antiguo régimen de corrupción y privilegios de manera descarada y hasta ridícula (…) Se han convertido en una especie de supremo poder conservador. El gerente de ese grupo peculiar es Claudio X. González hijo, a él lo apoyan los traficantes de influencia y políticos corruptos del más alto nivel del antiguo régimen y a él lo obedecen los encargados de los partidos, muchos abogados marrulleros del Poder Judicial, intelectuales acomodaticios y periodistas vendidos”, aseguró López Obrador.
En este punto es indispensable centrar la discusión. Pues debemos partir del sofisma que representa equiparar al supuesto bloque conservador, que es adversario del presidente López Obrador, con la figura del Supremo Poder Conservador. Lo primero, evidentemente existe, aunque no necesariamente es conservador, porque el régimen morenista actual no es precisamente el liberal que la nación demandara.
Partamos del inicio: ¿Qué es un sofisma? Esto es, según el diccionario, un argumento falso o capcioso que se pretende hacer pasar por verdadero. Eso es lo que hace el Presidente respecto a la idea o la figura del Supremo Poder Conservador. ¿Por qué? Simplemente por la semántica de las palabras: el Poder Conservador pareció haber sido un instrumento de los conservadores en el siglo XIX. Nada más alejado de la realidad. El Supremo Poder Conservador apareció en la Constitución centralista de 1836 como un contrapeso al dictador Antonio López de Santa Anna, que pretendía ejercer el poder político de manera absoluta.
Lo dice el profesor emérito de la UNAM Alfonso Noriega Cantú: “La creación más importante de la Constitución de 1836, y el complemento natural de la declaración de derechos del mexicano, es -sin duda- el Supremo Poder Conservador. La inclusión de este organismo en la Segunda Ley Constitucional y la aceptación por el Congreso Constituyente del complejo de sus atribuciones fue la cuestión más debatida y la que dio motivo a las más apasionante controversias, no tan sólo jurídicas, sino fundamentalmente políticas, ya que Santa Anna, que sin desmayo luchaba por la conquista del poder absoluto, siempre vio con malos ojos la posibilidad de que existiera en la ley fundamental una institución que podría, por su propia naturaleza, tanto más si llegaba a tener eficacia, ser usada en contra de sus aspiraciones”.
¿Qué era el Supremo Poder Conservador? ¿Era un poder a favor de los conservadores? Nada de eso. Fue el primer intento, de los liberales frente al poder omnímodo de Santa Anna, de establecer un poder y un mecanismo de protección constitucional en México. Era conservador porque buscaba conservar la Constitución.
No era, ni mucho menos, un poder de los conservadores. Al contrario: fue una institución creada por los liberales tratando de equilibrar el poder que tenía el presidente Santa Anna. Su gran pecado fue llevar la denominación de “conservador” porque eso permitió, histórica, aunque erróneamente, ubicarlo como parte del bloque conservador.
Así nos no enseñaron a todos en la educación primaria: que el Supremo Poder Conservador era un abominable Cuarto Poder que era indeseable. Nunca se entendió que, si bien, era un ensayo de los mecanismos de control constitucional, era todo menos un poder aliado de los conservadores que querían en el país una corona europea gobernando nuestra nación, sino un mecanismo para hacer valer la Constitución frente a los abusos del poder político.
LA CORTE, PODER CONSERVADOR
Es muy tronante el nombre, pero la Suprema Corte sí es un poder conservador porque, contra todos los pronósticos, ha hecho lo necesario para preservar, o conservar, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El Presidente, perniciosamente, envió una serie de iniciativas de ley que eran contrarias a la Constitución, y la mayoría legislativa de su partido las aprobó a sabiendas de que no eran constitucionales. Fue así porque el Presidente no tiene el suficiente número de diputados y senadores como para hacer cambios a la Constitución.
Entonces lo que pasó fue que aprobaron leyes inconstitucionales. Esas disposiciones fueron controvertidas ante la Suprema Corte por la minoría legislativa. Esa minoría tiene a su favor un mecanismo de control constitucional denominado “acción de inconstitucionalidad”, que fue precisamente ideado para evitar que, aun siendo una mayoría, un grupo de legisladores votara alguna norma contraria a la Constitución, y ésta se convirtiera en ley aplicable para todos los gobernados. ¿Esto hace a la Corte un Supremo Poder Conservador? Sí, en la medida que conserva la Constitución. Pero no, en la medida que intenta ser presentado como un aliado del conservadurismo. Ahí es donde radica el sofisma.
La Corte defiende la constitucionalidad tal y como está planteada en la Ley Suprema. Si mañana ésta cambiara, la defendería en los términos en que hubiere quedado. Hoy, por ejemplo, la Constitución dice que en tiempos de paz las fuerzas armadas deben permanecer en sus cuarteles, y que además la seguridad pública debe estar en manos de corporaciones civiles, por eso la Suprema Corte resolvió que son inconstitucionales los cambios hechos en la ley —que no en la Constitución— para establecer que la Guardia Nacional es una institución civil pero con mandos y personal militar a su cargo.
Es lamentable el juego de palabras que deliberadamente utiliza el Presidente. Conservación y conservadurismo no son lo mismo. Pero le sirven perfecto para crear sus ya conocidos enemigos de papel. Qué paradójico que él se la pasa hablando del Supremo Poder Conservador cuando pareciera que él mismo quiere convertirse en una figura sin contrapesos, sin cuestionadores y sin límites, como lo fue Antonio López de Santa Anna.
EPITAFIO
Las aspiraciones de papel encontraron en el método de selección de Va por México, un pretexto perfecto para extinguirse. Alejandro Murat no tiene más camino que volver a su realidad en la que tendrá que responder por la ominosa política de “dejar hacer, dejar pasar” que aplicó durante su administración en el gobierno de Oaxaca, para todos los amigos, y los hijos de los amigos de su papá.
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