Aurelio Ramos Méndez
Entre la irresponsabilidad, el entreguismo y la ignorancia se debaten los antagonistas de la 4T, bobaliconamente exigentes de respaldo incondicional a ese mastín rabioso que es el gobierno de Israel, en su conflicto con Palestina y el mundo árabe.
Irresponsabilidad, porque conocen la fatalidad de la cercanía geográfica con Estados Unidos –protagonista clave en la confrontación–, que hace de México rehén de la potencia y territorio apetecido por los bandos en pugna.
Entreguismo, porque a sabiendas de tal condición, motivados por apetitos electorales, apremian tal apoyo como si existiese posibilidad alguna de eludir los imperativos geopolíticos.
Ignorancia, ¿o mala intención?, porque omiten la explicación –por inadmisible que resulte—de Hamas para haber emprendido el temerario ataque al ejército del desquiciado Netanyahu, el más poderoso de Oriente Medio.
Bien les vendría a estos sionistas de jorongo conocer lo que ya en 2017 advertía sobre la política israelí hacia los palestinos y en particular la ocupación de Palestina, Mario Vargas Llosa, a quien nadie confundiría con un simpatizante del presidente López Obrador o un comunista come niños.
En un reportaje titulado Viaje a Cisjordania, el Nobel retrató la trágica situación de violencia, muerte, acoso e inauditos abusos de Israel sobre los palestinos en su territorio.
Se dijo muy crítico de tal política “no sólo porque me parece de justicia, sino también porque pienso que el sesgo cada vez más colonialista de sus últimos gobiernos –me refiero a los de Sharon y Netanyahu—puede ser terriblemente perjudicial para la democracia israelí y para el futuro del país”.
Refirió el criterio de un amigo suyo para quien el problema mayor pero solucionable de Israel son los asentamientos en Cisjordania; es decir, la ocupación de los territorios palestinos:
“Le replico a mi amigo israelí que hay que ser muy optimista para creer que un día más o menos próximo los 377.900 colonos instalados en las tierras invadidas –verdaderos bantustán que cercan a los 2.900.000 habitantes de las ciudades palestinas y las desconectan una de otra—podrían salir de ahí en aras de la paz y la coexistencia pacífica”.
Y señaló el asedio. “Porque el acoso que padecen Susiya y las aldeas vecinas desde hace muchos años no ha cesado, al contrario. Me muestran la demolición reciente de las casas, los pozos de agua cegados con rocas y basuras, los árboles cortados por los colonos y hasta los videos que han podido tomar de las agresiones de estos –con fierros y garrotes—a los vecinos, así como las detenciones y maltratos que reciben también de las FDI (Fuerza de Defensa de Israel)”.
El autor de La guerra del fin del mundo denunció la deliberada estrategia invasora:
“Basta examinar un mapa de los territorios ocupados para comprender la razón de los asentamientos: rodean a todas las grandes ciudades palestinas y obstruyen sus contactos e intercambios, a la vez que van ensanchando la presencia israelí y descomponiendo y fracturando el territorio que supuestamente debería ocupar el futuro Estado palestino, hasta hacerlo impracticable. Hay una intencionalidad clara de Israel de convertir, mediante la proliferación de asentamientos, en irrealizable aquella decisión de los dos Estados que, sin embargo, todos sus gobiernos dicen aceptar”.
Y prosiguió:
“No pretendo leer la mente secreta de la élite política israelí. Pero basta seguir en el mapa la manera como en las últimas décadas los invasores ilegales van cercenando los territorios palestinos, para no ver en ello una política tácita o explícita que nunca ha intentado atajar estas invasiones; más bien, las estimula y las protege”.
Centró su mirada en cinco asentamientos de Hebrón:
“¡Unos ochocientos colonos israelíes en el corazón de una ciudad palestina de doscientas mil personas! Para protegerlos, seiscientos cincuenta soldados israelíes montan guardia en la vieja ciudad, que ha sido sellada, “esterilizadas” sus calles –cerradas todas sus tiendas, las puertas principales de las viviendas, todos los comercios—de modo que pasear por allí es recorrer una ciudad fantasma, sin gente y sin alma”.
Lo mismo en el vecindario de Silwan, el cual “regurgita de basuras, charcos hediondos y toda clase de desechos”, y del cual columbra: “Me temo que tanta suciedad no sea casual, sino parte de un plan de largo alcance para ir echando a los cincuenta mil palestinos que todavía viven aquí e irlos remplazando por israelíes”.
Detalló Vargas Llosa algunas formas de invasión y despojo:
“… las maneras como estas familias se apoderan de una casa son diversas: alegando tener documentos antiguos según los cuales los antiguos propietarios fueron judíos; comprando el inmueble a través de un testaferro árabe; hostilizando y amenazando al ocupante hasta hacerlo huir; pleiteando en los tribunales para que se decida demoler la vivienda por no haber sido construida con los permisos necesarios, o, en los casos extremos, aprovechando un viaje o salida de los dueños o inquilinos para meterse en el lugar a la fuerza. Una vez que los colonos están adentro, el gobierno israelí manda a la policía o al ejército a protegerlos…”.
¡A semejante sionismo genocida opositores estultos exigen que México le dé respaldo irrestricto!
Entre los lances más repulsivos de desinformación y manipulación destacó el de Joaquín López Dóriga, filo-judío desde los tiempos en que obedecía órdenes de Zabludovsky para sesgar la realidad del conflicto árabe-israelí.
El mismo día en que tituló su columna Lo internacional no es lo suyo, con duras críticas a Amlo por su posición ante aquel conflicto, el embajador de Palestina le demostró que tampoco en su caso lo internacional es lo suyo.
Y le pidió que sus opiniones prejuiciosas las aseste a Israel y al gobierno israelí le haga las preguntas tendenciosas que olímpicamente formula a los palestinos.
Sobresalieron también Xóchitl Gálvez y dirigentes y legisladores del PAN, furiosos por el apego presidencial a la Constitución.
Renglón aparte merece Einat Krans Neiger, embajadora de Israel, quien por decir lo menos incurrió en grave falta a la hospitalidad. Iracunda, quizá sintiéndose en Gaza, criticó la postura de nuestro gobierno, acusándolo de apoyar el terrorismo. ¡Suficiente para haberla mandado a casa!
Y desde Babia se alzó la voz de David Páramo, quien preguntó si ante la posición mexicana “¿alguien cree que algún judío vaya a votar por Morena?”. Lo tasajearon –no era para menos– en las redes.
Bien haría el despistado analista en leer el reportaje de Vargas Llosa, en el pasaje que dice: “…mis críticas a la política palestina del gobierno israelí son las mismas que hacen, en Israel, ciento de miles de los propios israelíes”.
aurelio.contrafuego@gmail.com