Aurelio Ramos Méndez
Si alguna duda persistía respecto al perfil ultraderechista del Frente Amplio por México, ya fue disipada por Xóchitl Gálvez y sus promotores. Dieron prueba de total identificación con el ideario filonazi del argentino Javier Milei, en especial el enaltecimiento de la supremacía racial y la eugenesia.
Imposible considerar gestos vacíos, carentes de significado, el descorche de champaña y los aplausos y vivas de Gálvez y sus impulsores al celebrar la victoria del estrambótico abanderado de La Libertad Avanza, en la elección presidencial de aquella nación sudamericana.
En reiteradas ocasiones, incluida una visita a México, en mayo de 2018, Milei ha sostenido que los militantes de izquierda son “gente fea” y los de derecha “somos superiores estéticamente”, se ha declarado orgulloso de ser “un hombre blanco, rubio y de ojos celestes”.
Y hasta se ha mofado del diminuto champiñón que –según él– los chairos tienen en la entrepierna.
Si tan sólo fuera por la hitleriana glorificación de la tipología aria, el FAM merecería quedar inscrito por derecho propio en la ultraderecha; pero el festejo de la victoria del greñudo “anarcocapitalista” tuvo implicaciones más amplias y profundas.
Fue, por donde se mire, una señal no sólo de simpatía sino la adopción de un plan de gobierno que incluye acciones y propuestas repulsivas:
Eliminación de programas sociales, fin de los subsidios, recorte del gasto público, adelgazamiento hasta la anorexia del Estado; drástica poda de ministerios, privatización de la totalidad de bienes y servicios públicos, empezando por la empresa petrolera, la aerolínea, los medios de comunicación y hasta los reclusorios.
Además, legalización de la venta de órganos humanos, penalización del aborto, libre venta y portación de armas, cancelación de la educación y la salud públicas, eliminación del déficit fiscal y de participaciones federales a las provincias (estados), desaparición del Banco Central…
De pilón, la champaña y las fanfarrias de Xóchitl significaron la asunción como propios de los insultos proferidos por el agresivo y excéntrico populista en contra del papa Francisco, a quien ha llamado “imbécil” y personero del Maligno en la tierra.
Al igual que la otomí Gálvez, festejaron brincando en una pata la victoria del incendiario supremacista el gerente del Frente Amplio, Claudio X. González y sus compinches Marko Cortés, Alejandro Alito Moreno y Jesús Zambrano, lo mismo que ruedas sueltas de la derecha como Lilly Téllez y Vicente Fox.
Y Felipe Calderón, activo promotor epistolar del excéntrico Loco, que ahora espera recibir, a modo de contraprestación, apoyo contante y sonante desde las pampas, porque su grupo –sin García Luna, lástima— ya se infiltró en la campaña frentista y cree llegado el momento de remplazar a Gálvez por Margarita Zavala.
El jolgorio fue un lance aconsejado por la estulticia y reprobado aún por integrantes del toldo famista.
“¡En Latinoamérica soplan vientos para mejorar nuestros países! El pueblo argentino le puso un alto al mal gobierno y los malos resultados. Mi reconocimiento por esta histórica jornada electoral. Felicitaciones al Presidente electo”, escribió en X la señora X.
“¿Neta? ¿Un ultra derechista es la solución? No han entendido nada”, ripostó Javier Lozano, y al paso de las horas Gálvez inició una operación remiendo.
Ejercicio de parchado que –por cierto– no se vio en otras llamativas pifias –“pendejiadas”– de la panista; por ejemplo, en su presuroso y firme respaldo al sionista genocida Benjamín Netanyahu.
En un alarde de independencia periodística y autonomía de criterio, Ciro Gómez Leyva le abrió a Gálvez cámaras y micrófonos, y con la enjundia de quien le centra balones al crack en el entrenamiento le hizo preguntas propiciatorias de una fingida reculada.
En vano el despliegue mediático y la mentirosa enmienda. El empate ideológico Milei-Xóchitl había quedado develado y cantado.
Mal haría el FAM, no obstante, si desperdiciase la patente identificación de su portaestandarte con el presidente electo en la tierra de Gardel y Evita.
Procede más bien continuar la confección y –de ser factible– la ejecución, ya, del programa de La libertad Avanza. Por lo menos en lo tocante a la venta de órganos.
Por descabellado que parezca y pese a la eugenesia tan cara a Milei, no es improbable que alguien se interese en comprar el cerebro de Vicente Fox, el hígado de Calderón o las manos del Jefe Diego, aptas para atrapar billetes con habilidad ambidiestra.
Que no cunda el pánico, sin embargo. A tan sólo una semana de los comicios argentinos, hay razones para que los ciudadanos les pierdan el miedo a los ultras que consiguen cruzar las aduanas electorales.
Numerosas señales indican que el plan de Milei se quedará en el tintero, gracias a un intransitable entramado institucional.
Abiertas todavía las casillas, el outsider vulgar y charlatán que dizque habla con Dios y con su perro difunto, debió admitir que sus propuestas son de hondo calado y largo plazo, ¡a un horizonte de 40 años!
Pasó del “no hay lugar para el gradualismo” a decirse satisfecho si en su cuatrienio lograse concretar reformas de primera generación.
Ya constató –sustanciosa lección para Xóchitl– que una cosa es vociferar en campaña y otra muy distinta aterrizar un programa de gobierno.
La “casta”, como con desprecio denomina Milei a la clase política que él se propuso aniquilar, ya le demostró que pasar de las palabras a los hechos es a otro precio.
Políticos de viejo cuño están ocupando las posiciones más importantes –entre otros los ministerios de Seguridad y Economía—del demagogo economista.
Y su programa, ¡albricias!, ha quedado convertido en papel picado antes aun del inicio del mandato.
RESCOLDOS
La Nueva Derecha. Así se denominó la tendencia mundial instaurada por Margaret Thatcher y reforzada por Ronald Regan, hace cuatro décadas. Consistía en usar los partidos del signo que fuesen para acceder al poder y ejercer gobiernos derechistas. Carlos Salinas utilizó al PRI. Algo trasnochado, el panista Raúl Tortolero mangonea ahora el membrete Nueva Derecha Hispanoamericana, y se dice convencido de que Milei inaugura una ola imparable de gobiernos de tal signo. Se vale soñar…
Un líder de opinión famoso por su mendacidad dijo que Amlo apoyó con dinero la campaña de Sergio Massa. No precisó cuánto, cuándo ni cómo, simplemente sembró la intriga. No es asunto menor. Los ciudadanos esperamos las pruebas.
aurelio.contrafuego@gmail.com