Aurelio Ramos Méndez
El certero pial con que el Frente Amplio por México derribó a Samuel García cuando emprendía el galope tendido de su campaña rumbo a la presidencia tuvo un alcance insospechado: eliminó la inveterada práctica democrática de que, por respeto al voto de los ciudadanos, a un gobernador con licencia lo sustituía siempre un político de su propio partido.
En lo sucesivo primará el legalismo de que los congresos locales nombrarán interinos sin considerar el voto popular mayoritario, que al elegir gobernante optó por una plataforma y un programa de acción determinados.
Esta modalidad podrá propiciar dos cosas contrapuestas, ambas igualmente razonables:
Una, un riguroso apego a la Constitución, así sea –¡matanga!– despojando de una gubernatura a la fuerza ganadora en las urnas.
Otra, un ¡hasta aquí! a los políticos interruptus, esos que entran a los cargos pero se salen mucho antes de terminar, en pos de nuevos huesos para abultar currículo y patrimonio.
En la crisis institucional en la tierra del cabrito, hay razón de lado y lado entre quienes se disputan la gubernatura.
García alegó, con toda razón, que la silla que dejó vacante para buscar la Presidencia –algo que juró evitar– le correspondía a un militante de Movimiento Ciudadano.
Tal como históricamente ha sido en el país, al amparo de civilizados acuerdos interpartidistas.
Los diputados que echaron el lazo a las corvas de Samuel, en cambio, adujeron que la Carta Fundamental neoleonesa le otorga al congreso la atribución de escoger el interino que le plazca, así esté ubicado en la antípoda ideológica del escogido por los ciudadanos.
Con ánimo electorero, interesados menos en el destino de Nuevo León que en atravesarse de patas y manos en el camino de García, en aras de evitar la caída al sótano de Xóchitl Gálvez, los legisladores del “PRIAN” aplicaron la Constitución a rajatabla.
Con ello le dijeron adiós a un justo y útil entendimiento político, hasta ahora más benéfico para gobernantes de partidos minoritarios, en especial el PAN, carentes de fuerza legislativa para hacer valer sus decisiones.
Como quien dice: tumbaron a Samuel, pero éste les cayó encima, lo cual se comprobará más temprano que tarde.
Nada pierde el país y tampoco Morena con este pugilato de dos calvos disputándose un peine a trompada limpia. Mejor aún, resultó providencial el azotón de Samuel con el pial enredado en las canillas.
Al arrancar su precampaña entre el bullicio de la batucada, un alud de banderas naranja y selfis al por mayor, el 20 de noviembre en la Plaza de los Tres Museos, en Monterrey, García dio muestra de pueril egolatría y ridícula sobrevaloración del terruño.
Dijo, con suficiencia y sin sonrojarse, que “México merece un presidente regio”.
En la avalancha informativa tal tontería le pasó de noche a la comentocracia, pero denotó qué tan alta está la autoestima del mandatario y de qué dimensión es su aldeanismo.
Al escuchar aquel día al malogrado candidato, de seguro más de uno elevó oraciones al cielo, agradecido de que, ¡por fin!, nuestro país se había ganado la gloria de que lo gobernara no un mexicano del común sino un ser superior, cuyo espíritu se ha forjado al pie del Cerro de la Silla.
Con su jugada inspirada por la desesperación, el PRIAN ha puesto en riesgo las escasas gubernaturas en su haber, y además, sus dirigentes han sido acusados de gruesos delitos que no pueden quedar impunes.
El gobernador y su cónyuge, Mariana Rodríguez, aseguraron que para aceptar la propuesta de interinato del samuelista Javier Navarro los líderes del PRI y el PAN exigieron puestos, prebendas y dinero.
“Reiteradamente nos pedían la Fiscalía, la Auditoría Superior del Estado, mucho dinero en el siguiente presupuesto, e impunidad”, dijo García.
Más aún, “querían que limpiara expedientes, desistirme de denuncias penales y no pagar impuestos: querían limpiarse fiscalmente”.
En Nuevo León –señaló por su lado Mariana—“tenemos un congreso corrupto, vendido y lleno de gente del PRIAN”, y aseguró: “Buscaron negociar la imposición de un gobernador interino a cambio de dinero y cargos”.
Si tales denuncias son verdaderas y si el combate a la corrupción no es puro cuento, quienquiera que ocupe la silla de gobernador, al igual que las instancias federales responsables de velar por el Federalismo –en especial el Senado—tienen la obligación ineludible de investigar y sancionar tan descarado filibusterismo.
En el rudo forcejeo en la tierra de los Apaches, donde salieron a relucir armas largas en el congreso, quedó partido el partido MC; pero el FAM de plano dejó el cuero en la estaca: se despidió de toda posibilidad de disputar en serio la Presidencia.
Los frentistas tenían cifradas sus esperanzas en el partido naranja, que ahora a nadie le sirve porque está despedazado y en genuina diáspora.
Porciones de este partido enrumban hacia Morena o se mantienen leales a Samuel, Alfaro, Dante, a la espera del remplazo del señoritingo regio, o en la inacción y el desencanto.
Sólo Xóchitl y Claudio X, en su indigencia electoral, con el cuero endurecido al ridículo, aún sueñan con atraer nutridos contingentes de emecistas.
Al desplomarse por el tirón del lazo Samuel García se dio el lujo de espetarle al gerente del FAM que “el verdadero ‘peligro para México’ son ustedes, el ‘PRIAN’”, y hasta le endilgó una acusación de muy grueso calibre:
“No solo financias y diriges la guerra sucia, ahora promueves y defiendes asaltos armados”.
Acusación que en modo alguno encaja en los gajes de una contienda electoral, sino que requiere ser investigada y eventualmente sancionada con ejemplaridad.