CONTRAFUEGO || Trifecta perfecta

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Aurelio Ramos Méndez

Fue, como se esperaba, una feria de promesas y una campal, cuyo resultado con criterio riguroso debería ser “nada para nadie”. Lo que en los hechos, sin embargo, significa una desabrida victoria para Claudia Sheinbaum, a quien le bastó resistir la embestida en el primer debate entre presidenciables para preservar su posición en la contienda electoral.

Obligada a ganar en su calidad de principal retadora, Xóchitl Gálvez experimentó empero el mayor fracaso. Quedo no sólo opacada sino de plano eclipsada incluso por Jorge Álvarez Máynez, quien le ganó por una cabeza y consiguió honrar la expectativa de ir por el segundo puesto.

Si el escenario del debate –cacofónico, superficial, intrascendente—hubiera sido no la sede del INE sino el hipódromo, podría decirse que se configuró la trifecta perfecta, pues los competidores entraron en el orden previsto por los apostadores: Sheinbaum, Máynez y Gálvez.

La candidata de Morena tuvo buen desempeño, si bien se le pasó la mano en la legítima presunción de sus logros –numerosos y demostrables– en el gobierno de la capital del país. Refrendó con éxito su compromiso de continuidad de la 4T.

A Sheinbaum también le reportó dividendos su determinación de contraste frente a Gálvez, quien se vio fajadora pero altamente vulnerable por lo representa: lo más despreciable del pasado político.

La morenista y el emecista vapulearon a la abanderada del Frente Amplio por México, quien –debe decirse– llegó al cotejo con una semana de desgaste por cuenta de Juan Pablo Sánchez Gálvez, su hijo pillado tratando de entrar a la brava en un abrevadero de la avenida más lujosa de la capital del país.

La candidata del FAM se mostró desenfadada, entrona, verbosa pero tristemente mentirosa, y sus oponentes no tuvieron dificultad para atajar sus acometidas.

Fue exhibida por sus negociazos desde el poder público y sus malas compañías —AlitoMoreno y otros prohombres—, aunque ninguno capitalizó el episodio de su nene, que por lo visto tienen por infamia.

Fue el debate una reiteración de los conceptos más manidos y lugares comunes que los ciudadanos hemos escuchado en los últimos meses. Los presidenciables contestaron obviedades del tipo de si le gusta el arcoíris o les disgusta pagar impuestos. 

Ni con la mejor voluntad puede decirse que el cara a cara aportó algo substancioso para orientar a los votantes. Vale más por ello retomar el hilo del debate público precedente. 

Juan Pablo Sánchez Gálvez, el hijo de Xochitl, merece con creces estar crepitando en la pira de la sanción social tras su exhibición, alcoholizado, bravucón e influyentazo en un video.

Merece la épica chamuscada por copiosos y consistentes méritos propios: su talante clasista, discriminador, prepotente, pendenciero y estulto.

Lacras todas éstas que deben ser castigadas con independencia de la condición de candidata presidencial de Gálvez, a quien debe recriminársele que conociendo las taras de su retoño le diese hueso en su campaña.

El trance que este pretensioso joven atraviesa tiene menos que ver con la contienda electoral, que con los irritantes episodios de influyentismo, supremacismo y racismo que de vez en vez estallan en las redes sociales.

Conductas que pueden resumirse en expresiones tales como “no sabes con quien te estás metiendo”, “usted no sabe quién soy yo”, “voy a hablar con tu jefe”, “te vas a arrepentir de esto”.

Fórmulas de superioridad rechazadas ampliamente por los mexicanos, sobre todo de los estratos más débiles, que suelen ser las víctimas de estos repulsivos comportamientos.

Causan hilaridad por ello las cabriolas de personajes que en el momento más abrasador de la hoguera intentaron venderle a Xóchitl, a precio de oro, una lectura sesgada, favorable y manipulable en encuestas del desaguisado.

El más notorio de estos oportunistas fue el encuestador de El Financiero, Alejandro Moreno, quien declaró que el video puede tener un efecto ‘boomerang’ y beneficiar a la aspirante presidencial, en lugar de dañar sus aspiraciones electorales.

A decir de este reputado politólogo, el irritante episodio es un típico “evento de campaña” y “a veces la información negativa que suele percibirse como alevosa o con saña no necesariamente es bien recibida por el electorado”. Gajes de la grilla, electorado masoquista, percepciones… 

Miente Xóchitl cuando afirma que el balconeo de su vástago profiriendo gruesos insultos y propinando patadas a cadeneros es parte de una “guerra sucia” en contra de ella, debido a su carácter de candidata.

¿Qué hay de falso en ese video? ¿No ocurrió el hecho videograbado? ¿No es actor principal el juniorazo Juanpa? ¿Estamos ante un chisme a lo Castañeda o un montaje a lo Loret? ¿Son imágenes diseñadas mediante inteligencia artificial?

¿Se trata de un material hallado en la videoteca de patrañas de Max Cortázar? ¿O, de una cinta entregada a los medios por el Jefe Diego? ¡Pamplinas! El video captura un hecho real e inadmisible.

De la sucia boca del pelafustán brotan en la grabación imprecaciones tales como “¡pinches gatos!”, “se dejan vender por tres pesos”, “se venden por unos putos tacos”, que despiden tufos de nuevorriquismo y total desclasamiento, impropias del pimpollo de una modesta vendedora de gelatinas.

Quien filtró el videoclip del ebrio peleonero, a horas del debate en el INE, obviamente buscó réditos electorales: zancadillear a Xóchitl, apuntalar a Claudia, darle un piadoso empujoncito a Máynez…

Cabe, no obstante, la posibilidad de que algún ciudadano del común buscara nada más que darle un cívico escarmiento al riquillo engreído, o vengarse, si se trata de una víctima directa de las ofensas y groserías con efluvios etílicos.

Al margen de las consecuencias electorales del video –las tiene y solo el charlatanazo de Jorge Castañeda cree que el golpe era evitable– la sanción social castiga la prepotencia, el inflluyentismo, el rastacuerismo sietemachero.

Del arrogante Juanpa uno debe pensar que si así se portaba a los 26 años de edad –en abril de 2023–, cuando su madre no soñaba siquiera con la candidatura, qué alturas alcanzarán sus humos de superioridad y poder, su despotismo, si Xóchitl corona sus aspiraciones políticas.

Contra lo que afirman Juanpa, su madre y matraqueros no hay prueba de disculpa inmediata con los ofendidos. La disculpa pública fue dada apenas el jueves pasado, después de que el caso alborotó las redes.

Hubo quienes en medio del escándalo hicieron el oso. Fue el caso de Kenia López Rabadán, senadora que exaltó el mérito de la disculpa extemporánea, y se preguntó cuando harán lo propio —disculparse—los hijos del Presidente López Obrador señalados de corrupción.

No, señora, la corrupción no se salda con disculpas. Si los hijos de Amlo están involucrados en ilícitos, presente usted pruebas válidas ante la ley y que los imputados sean confinados en un penal. 

Se equivocaron o pecaron de candor, oportunismo o conveniencia López Obrador, su esposa Beatriz Gutiérrez y Sheinbaum. Trataron de cubrir con un manto de piedad el clasismo, la patanería y estupidez del camorrista, con el exhorto mafioso de “no se metan con los hijos”.

El asunto salió del debate, pero Xóchitl se hundió al sótano y el FAM se halla ante un desastre.

RESCOLDOS

Más del rampante clasismo. En 2021, con base en los resultados electorales, la oposición trazó un imaginario, pero ignominioso muro en la capital del país para distinguir a quienes pagan impuestos de quienes reciben ayuda de programas sociales. Ahora la oposición busca extender tal separación a todo el país. El Financiero midió –y el aparato que hace eco se encargó de perifonearlo a todo vapor–, mediante encuesta, el apoyo que las candidatas punteras captan entre quienes sí y quienes no recibe beneficios oficiales. En el primer caso, Sheinbaum obtiene 64 por ciento de intención de voto y Gálvez 21 por ciento, 43 puntos de diferencia. Y entre quienes no reciben apoyos, Gálvez capta 47 por ciento, 11 puntos más que Sheinbaum, quien registra 36. La medición prueba que ¡todavía hay clases! Lo que no explica es cuál voto vale más en una democracia.

Una maraña de falsificaciones envuelve la identidad y la trayectoria pública y empresarial de Xóchitl Gálvez. Investigaciones periodísticas serias y acuciosas han descubierto graves, punibles inconsistencias en su registro civil personal y familiar. Irregularidades que le han permitido maquinar y consumar jugosos negocios ilícitos con sucesivos gobiernos. Jurídicamente casada y soltera a la vez, con parejas y socios traslapados, una hija con dos actas de nacimiento, cargos empresariales abandonados de manera ficticia. Como de Rusia dijo Churchill, la vida de la panista es “un acertijo envuelto en un misterio, dentro de un enigma.”

aurelio.contrafuego@gmail.com

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