Aurelio Ramos Méndez
Suena muy democrático, pero entraña un lamentable ninguneo al Congreso de la Unión, una arbitrariedad y un peligroso desatino el compromiso conjunto del presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum de propiciar un amplio diálogo nacional en torno del Poder Judicial, previo al trámite legislativo de la sobrediagnosticada iniciativa de reforma en esta materia.
De nada sirve contar con cámaras de diputados y senadores con abrumadora representatividad y legitimidad como las configuradas el 2 de junio, si en lugar de usar esta fuerza institucional el Ejecutivo incurre en la demagogia de pretender incorporar en la reforma todas las miradas vía encuestas, foros, parlamento abierto y una extensa discusión pública.
El presidente y la candidata triunfante hicieron su ofrecimiento inexplicablemente acobardados por especuladores financieros que les olieron el miedo y torpedearon el peso, a despecho del vigoroso respaldo de banqueros, hombres de negocios, industriales, comerciantes y el sector privado en general.
El proyecto de reforma judicial, cuyo cogollo es la elección mediante voto popular directo de ministros, magistrados y jueces, ha sido diseccionada, analizada y debatida durante meses. Lo procedente ahora es su estudio formal en comisiones y votación en los plenos camerales.
En lugar de eso, por acuerdo de Amlo y Sheinbaum, los dados serán cargados de nuevo en el cubilete con riesgo de que ganen la partida los perdidosos electorales. Pésima señal de un gobierno fuerte, que sin embargo hace pensar en un fisicoculturista tratado con esteroides.
A lo largo del dilatado levantamiento de opiniones ha sido patente la ausencia de voces que defienda la utilidad social del Judicial tal como lo conocemos. Pareciera que en este poder del Estado el tiempo se quedó detenido en 1900, cuando el oaxaqueño Ricardo Flores Magón se propuso –a costa de su vida y desde las páginas de Regeneración—promover su depuración y mejoramiento estructural.
Del comportamiento actual de la rama judicial hablan los hechos. Hasta los ciegos han podido percatarse de cómo jueces, magistrados y ministros se han atravesado de patas y manos en el camino de los programas, acciones y transformaciones de la 4T, un gobierno con indiscutible raigambre popular.
Y, mejor ni hablar del desempeño de los juzgadores en el campo de la justicia cotidiana para los ciudadanos del común. Imposible ocultar que en México el rigor de la ley está reservado para quienes carecen de dinero para comprar fallos.
El actual Presidente propuso reformar como reacción al obstruccionismo de ministros de la ralea de Luis María Aguilar y Norma Piña. Planteó la elección de juzgadores, práctica que rige no en Venezuela, Cuba ni Corea del Norte sino en más de 40 estados de Estados Unidos.
Por alguna extraña razón los detractores del tabasqueño reparan en las fallas y deficiencias de esta modalidad en Bolivia, donde también rige propulsada por Evo Morales; pero guardan silencio sobre su cabal funcionamiento en la potencia vecina.
A la luz de los resultados electorales la propuesta presidencial bien podría ser archivada. La correlación de fuerzas en el Congreso le permitiría al gobierno de Sheinbaum incrustar sus piezas en la Corte y en la estructura toda del Judicial, a modo de tener control sobre esta rama del poder público, anhelo de todo gobernante.
La prueba de que no estamos ante una reforma con dedicatoria, pensada para favorecer a la presente o la próxima administración estriba en que, con buena técnica legislativa, se propone su entrada en vigencia a partir de 2030. ¿De dónde sacan sus objetores que la modificación servirá en lo inmediato al Peje y a Morena?
Bastó que el Presidente y Sheinbaum ofrecieran discusión del tema para que se mostraran anuentes al diálogo, ejemplarmente demócratas, aún los más reacios y berrinchudos opositores, quienes hasta ahora se habían limitado a decir empecinados no, no y no. Por principio de cuentas, los ministros.
En lugar de haberles dicho a estos arrogantes togados que perdieron su turno de opinar y remitirlos al Legislativo, sin línea para un parlamento abierto, con la sola representatividad emanada el día 2 de las urnas, Amlo y su inminente sucesora les dijeron “vuelve y juega”.
Cierto. Se requiere candor para creer a pie juntillas los dichos del sector privado. Detrás incluso de sus más nobles ofrecimientos, suelen esconderse siempre segundas intenciones.
Es un enigma determinar quiénes entre los machuchones respaldan en forma declarativa al gobierno, mientras a trasmano hacen temblar al peso y le juegan contras al país que les da de comer. Así y todo, merecen crédito quienes han salido en defensa del peso y la economía, y en últimas del gobierno asustado.
Por medio de su presidente Rolando Vega Sáez, el Consejo Mexicano de Negocios anunció su compromiso de invertir este año 30 mil millones de dólares, y denotó apenas leve preocupación por la volatilidad de los mercados.
El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Francisco Cervantes Díaz, celebró la apertura del diálogo sobre el PJ, señal de confianza para el sector que representa. “Hay voluntad, hay buena relación, eso es lo más importante”, dijo.
Y el subdirector de Estudios Económicos de Citibanamex, Rodolfo Ostoloaza, más específico, dijo que no hay debilidad del peso ni de la economía en general; “lo que hay son apostadores contra el peso, a partir de una narrativa que se defiende en los medios de comunicación. La economía real está bien”.
Más claro no canta un gallo. Pero, mientras para la mayoría de los mexicanos es de día para los miembros de la oposición, en particular la cúpula del PAN, es de noche. Dígalo, si no, el coordinador de senadores de este devastado partido, Julen Rementería.
Rojo de ira y echando espumarajos, este panista de muy discutible conexión con la realidad desdeñó olímpicamente la convocatoria gubernamental a la discusión y el diálogo. Los foros que serán organizados por el –ninguneado– Congreso, dijo, son “una verdadera estupidez” y la reforma judicial “es actuar a lo pendejo”.
A decir de este jefe de senadores, el gobierno de la 4T “agarra de tonta a la gente” y el diálogo previo a la votación de la reforma en el Congreso busca solo “taparle el ojo al macho”.
Lo dicho: Erraron los jefes entrante y saliente del Ejecutivo al invitar a persistir en la interminable discusión de la reforma judicial, si de entrada su voluntad de diálogo e inclusión ha sido descalificada en el tono más pedestre por la oposición personificada por Rementería.
RESCOLDOS
Xóchitl Gálvez les debe muchas explicaciones a los mexicanos. Entre éstas, ¿por qué salió irresponsable y embusteramente a cantar su “triunfo” al finalizar las votaciones? ¿Por qué gritó eufórica “¡ganamos, ganamos!”, si había perdido dos a uno? ¿Por qué instaló la expectativa de tal hazaña, si a esa hora hasta las piedras sabían de su derrota? Misterio. Veremos si tomará en cuenta el INE el talante escandalosamente antidemocrático de la hidalguense, al ponderar la inminente solicitud de convertir en partido a la marea –se vale reír—rosa…
El PRD ya no existe más. Le extendió su acta de defunción el ex guerrillero Jesús Zambrano. Dijo que fue brutal el golpe de realidad de las urnas. Es falso. No fue un campanazo, un golpe inopinado, sino un desangre a lo largo de más de una década. Desde cuando el Peje puso tienda aparte y fundó Morena el trasvase de militantes fue constante. Los Chuchos le dieron al PRD respiración artificial porque medraron con el membrete hasta cansarse. Y van por constituir una nueva Pyme electoral…
En el probable nuevo partido que será formado con las cenizas del PRD estarán, claro, Los Chuchos, Zambrano y Jesús Ortega, así como Guadalupe Acosta Naranjo y otros vividores de la política. ¿Avalará el INE un nuevo instituto político impulsado por líderes de semejante perfil?
aurelio.contrafuego@gmail.com