Aurelio Ramos Méndez
Los enconados pleitos dentro del PRI y el PAN –genuinos estertores de muerte—han fragmentado en por lo menos tres fracciones las respectivas bancadas de estos institutos políticos en la naciente LXVI legislatura, con lo cual han tornado absurda y ociosa la discusión pública acerca de la sobrerrepresentación legislativa.
En esta polémica sin para qué se ha perfilado con nitidez que el conjunto de porciones de cada uno de esos partidos susceptible de cooptación, compra o alquiler por Morena y el gobierno, será más robusto de lo que cualquiera hubiera imaginado.
Los adversarios de la 4T, sin embargo, han echado toda la carne al asador para tratar de imponer su criterio y dejar al partido gubernamental a uno o dos legisladores de la mayoría calificada.
La cosa es clara. Esencialmente es en el Congreso donde reside la estabilidad institucional del país y donde de verdad se protege la democracia y la Constitución.
Esta cualidad explica la intensidad del ataque desplegado por la atomizada oposición para, virtualmente, apropiarse de esta rama del poder público e intentar arrebatar de un manotazo la representatividad que le fue negada por los ciudadanos el 2 de junio. Se procura más que un golpe sólo institucional, un golpe de Estado.
Se trata, no obstante, de un empeño sin viento a favor. En el blanquiazul Marko Cortés y Felipe Calderón libran, con todo, una guerra de estiércol, mientras en el tricolor Alejandro Moreno –Alito le dicen sus amigos–, Carlos Salinas, Manlio, Labastida, Pedro Joaquín y hasta Dulce María Sauri protagonizan una reyerta de callejón, tan cruenta que ya no habrá forma de resarcir la camaradería.
No se necesita clarividencia para avizorar que semejante coyuntura repercutirá en las cámaras del Congreso, a la hora de las votaciones.
Los actores de los desgreños tendrán entonces que darle la razón al refrán: “Ni café recalentado ni, amigo reconciliado”, y sufragarán cada uno por su lado para regocijo del obradorismo.
Como en toda transacción comercial, la sobreoferta abaratará el voto del esquirolaje, lo cual ayudará a que el gobierno no quede cautivo de dirigente o grupo ninguno.
De Alito, por ejemplo, por estos días tan belicoso pidiendo ser atornillado en la presidencia priista, con vista a regentear el mercado de diputados y senadores. Intenta por esta vía comprar impunidad para evitar terminar en un penal de alta seguridad.
En la pelea de mapaches rabiosos del PRI han sido lanzadas acusaciones de suma gravedad, frente a las cuales el Ejecutivo, la FGR, el INE y otras instancias no pueden permanecer impávidas.
Las distintas ramas del gobierno deben atender el caso, investigar, reabrir expedientes, citar a comparecer y sancionar, si se aspira a disipar la percepción de que también en este sexenio el cambio ha sido gatopardista.
¿Tomó nota alguien dentro del gobierno federal de que Alito dijo que Manlio Fabio estuvo involucrado en el asesinato de Luis Donaldo Colosio? ¿Será citado este dirigente a comparecer ante el Ministerio Público para contar lo que sabe?
Y, adicionalmente, ¿se enteró alguien en el Ejecutivo de que –según Alito– Dulce María aceptó y firmó la transferencia de ¡1,500 millones de pesos!, de Pemex al PRI, vía el sindicato de petroleros, en el famoso Pemexgate insuficientemente resuelto?
¿Serán llevados ante la justicia todos los involucrados en esta trama o reinará la impunidad por prescripción, porque el asunto ya es cosa juzgada o por simple y llana falta de voluntad de aplicar la ley? De nuevo: ¿Veremos a Alito rindiendo declaración ministerial?
En el PAN la pugna entre Cortés y Calderón, con sus respectivas pandillas, también ha llegado demasiado lejos.
Cesó apenas de modo momentáneo cuando el dirigente del panismo le asestó rudo tatequieto al expresidente, preguntándole con sorna si no sabía de las andanzas de Genaro García Luna, o las consentía. Algo así como ¿estúpido o cómplice?
Tan violenta es la confrontación que de los panistas ya no se puede siquiera parafrasear aquello que de sus seguidores decía Juan Domingo Perón: “Los peronistas somos como los gatos: cuando parece que nos peleamos, nos estamos reproduciendo”.
El odio entre priistas y panistas, cuyo efecto será aniquilador en la agonía de ambas formaciones, llegará a las cámaras legislativas en la forma de por lo menos tres bloques en cada caso.
De un lado estarán Alito y sus incondicionales, del otro sus adversarios y en medio quienes desprecian por igual a Chana que Juana. Otro tanto ocurrirá con los miembros del partido fundado por Gómez Morín.
¿Resultado? Bancadas desintegradas, con legisladores afortunada y paradójicamente libérrimos para accionar y votar, sin más compromiso que con sus electores.
Pierden el tiempo y develan sus intenciones, ante semejante perspectiva, quienes airadamente debaten acerca de la sobrerrepresentación. El más conspicuo, Héctor Aguilar Camín.
Durante una semana el autor de Morir en el Golfo bordó en su columna sobre las consecuencias –que él considera nefastas—de que Morena alcance la mayoría calificada en cada cámara.
Afirma que la Moneda está en el aire –alto, que nadie lance nada, se le puede ir encima a la moneda el acucioso historiador–, cuando ya es ampliamente aceptado que, de aplicarse la fórmula de las últimas tres décadas en el reparto de escaños y curules, Morena tendrá sin regateos las dos terceras partes camerales.
Aguilar Camín, sin embargo, ha contribuido a enrarecer el ambiente incluso con videos en los que ha perdido todas las formas y aparece furioso, con la determinación de quien no se resigna a tener que sufrir otro sexenio sin apapachos.
Con necedad el escritor exige aplicar criterios de reparto no considerados en la ley, distintos de aquellos aplicados en los tiempos en que el PRI y el PAN partían el queso en el gobierno nacional.
Con el cuento de la sobrerrepresentación se busca frenar los cambios avalados por los ciudadanos en las urnas, y perpetuar el régimen, el modelo de país rechazo desde 2018 por los mexicanos. Cuidado.
BRASAS
Le faltó tino, energía y velocidad al Congreso de la Unión para batear la grosera intromisión de 37 expresidentes de España y las américas contra la reforma judicial.
Lo más grave, dejó ya no sin castigo sino ni la más leve recriminación a Felipe Calderón y Vicente Fox, instigadores de tal injerencia.
La fundación IDEA emitió una declaración abiertamente entrometida contra la reforma judicial, y el Congreso, por medio de la Comisión Permanente, la condenó demorada pero merecidamente.
Sólo que en la respuesta formal elaborada por la mesa directiva de la Permanente ni una palabra se dirigió a la conducta antinacionalista, cercana –por exagerado que parezca—a la traición a la Patria, de Calderón y Fox, quienes no sólo firmaron el texto de los metiches sino que fueron los incitadores del mismo.
La declaración legislativa resultó así desenfocada y floja, sin la fuerza que requería un zurriagazo a 37 cartuchos quemados de aquella fundación conservadora.
RESCOLDOS
La justicia ya busca a Miguel Ángel Yunes Márquez. Qué bueno. Está acusado de emisión de documentos falsos, falsedad en declaraciones y fraude procesal, delitos todos cometidos al buscar la alcaldía del puerto de Veracruz. Ahora es senador electo y habrá que estar atentos por si intenta ingresar en la cajuela de un automóvil para rendir protesta en la cámara alta. No es ocurrencia, hay antecedentes…
La herida producida por una esquirla de plástico en la oreja ha catapultado a Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Ni sus más acervos críticos dudan de que, después del atentado del sábado, el exmandatario gringo ya tiene otra vez la victoria en la bolsa. Lo que constituye un enigma es si después de este episodio modificará Trump su criterio respecto a la posesión y venta de armas en su país, donde es más difícil comprar una hamburguesa que un rifle con el que le disparó su agresor…
aurelio.contrafuego@gmail.com