CONTRAFUEGO || ¿Violencia o libertad de expresión?

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Aurelio Ramos Méndez

En plena luna de miel de la presidenta Claudia Sheinbaum con el electorado, cuando acaba apenas de ajustarse la banda tricolor y sujetar el bastón de mando para acometer los desafíos inherentes a su cargo, los partidos que colapsaron el 2 de junio ya maniobran para participar, no desde sus respectivas parcelas, sino desde Morena y sus aliados en los comicios de 2030.

No se entiende de otro modo el que el grupo parlamentario del PAN en el Senado propulsa con determinación al presidente de esta cámara legislativa, Gerardo Fernández Noroña, quien es uno de los más fuertes prospectos a la candidatura presidencial del partido guinda. 

Suman más de media docena los morenistas que junto con los que se acumulen en el lapso de seis años conformarán la fila india de aspirantes a suceder a la primera mujer en la Presidencia. 

En la formación están Luisa María Alcalde, Andrés Manuel López Beltrán, Mario Delgado, y, vuelve y juega, Rosa Icela Rodríguez, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, entre otros.

La cúpula del PAN, sin embargo, ya apuesta fuerte por Fernández Noroña, como lo prueba el anuncio de que denunciará ante el INE a este aguerrido legislador por supuesta violencia política –libertad de expresión, aduce él con buen juicio– en razón de género.

A decir de la coordinadora de senadores del PAN, Guadalupe Munguía, el petista hizo comentarios sexistas, que encajan en la tipificación de violencia política, en contra de la panista Gina Campuzano, a quien en los jaloneos del debate sobre la reforma judicial se le abrió la blusa. 

El panismo en pleno arremetió contra Fernández Noroña menos por solidaridad con la duranguense que para robustecer la bien ganada fama del presidente de la cámara alta como el más indomeñable y eficaz crítico del partido fundado por Gómez Morín. 

La maniobra es clara: hacer la pantomima de zancadillear al férreo combatiente contra la derecha, o al menos colgarle el sambenito de violador de derechos políticos, cuando políticos logreros en realidad buscan fortalecerlo dentro de la izquierda.

O sea, hacer algo así como los malquerientes de Andrés Manuel López Obrador dicen que lograron quienes trataron de atajarlo en su camino a la Presidencia y sólo consiguieron victimizarlo y engrandecerlo a los ojos de sus seguidores.

Los dirigentes del blanquiazúl saben que, dada la correlación de fuerzas en el Congreso, difícilmente prosperará denuncia alguna en contra de un legislador que, por añadidura, por mandato constitucional no puede ser reconvenido por sus dichos. Lo saben bien, pero no les interesa cuidar la imagen de Campuzano como vigorizar a Noroña.

El celo con que los líderes panistas fingen defender a su correligionaria causa extrañeza, si se repara en el comportamiento insolente y grosero de algunos de los militantes más conspicuos del blanquiazul, frente a los cuales aquellos no han emitido ni el más leve reproche. 

El episodio de la blusa accidentalmente abierta hace recordar la ocasión en que, en el tumulto de una entrevista banquetera a Diego Fernández de Cevallos, el brazo de este anciano político dio en el pecho de una periodista, a quien él aun tuvo el descaro de mirarla con picardía…

Con notoria incomodidad y patente intención de proteger su imagen pública, la comunicadora atinó a decirle “es mi codo, senador”, sólo para que el queretano retrucara con una bribonada: “Tiene usted un codo muy blandito, señorita”, le dijo el bellaco “Jefe”. 

Por lo que se conoce, los dirigentes del PAN tampoco expresaron recriminación alguna la ocasión en que su copartidario Gustavo Madero es probable que haya ejercido violencia política –y aun física– sobre Xóchitl Gálvez, cuando dominó con sus extremidades inferiores las extremidades de ella y las entrelazó sin recato, en una performance ostensiblemente sexualizada, una noche de vela en el Senado, al pie de la tribuna más alta de la nación.

No es descabellado suponer que el legislador chihuahuense se dejó llevar por el hecho de que, pocos años antes, la ahora excandidata presidencial ventiló a los cuatro vientos –sin reprensión alguna de su partido– intimidades de alcoba y aún sus requerimientos sexuales cotidianos.

El que Gálvez haya hablado públicamente de las cosas que dice que hace a diario tal vez no le quita el carácter de violencia al proceder de Madero en el salón de plenos senatorial. En todo caso, las jefas y los jefes del panismo no dijeron ni mu.

Signo de los tiempos, también en las filas de Morena ha calado hondo la tendencia a evitar la violencia política, como lo prueba el caso de la senadora Andrea Chávez, quien la semana pasada decidió emprender acciones judiciales en contra del cartonista Antonio Garci Nieto por haber publicado una imagen con el rostro de ella y un cuerpo ajeno desnudo, creada mediante inteligencia artificial.

Inicialmente la morenista asumió sin protestar y como gajes del oficio político el producto de la escasa creatividad del cartonista; pero, finalmente, decidió llevar el asunto a los tribunales, con el argumento de que así se lo pidieron millares de mujeres que no están dispuestas a tolerar reales o supuestas ofensas, ni ataques a su intimidad por los varones.

Garci se parapetó en la libertad de expresión. Dijo que está siendo acosado desde el poder y que es víctima de persecución por una dictadura. Y afirmó que Morena busca quitar a todos los que critican al régimen. ¡Que sea para menos! Piel más delgada aún que la de algunas sedicentes víctimas de violencia política. 

Si en el Legislativo se observan muestras de hipersensibilidad, en el Judicial de plano cabe recomendarles a sus miembros endurecer el cuero.

La presidenta de la Corte, Norma Piña, puso el grito en el cielo y le recriminó a su colega Lenia Batres el que hubiera considerado “absurdo” el doble rasero con que en el Poder Judicial se intenta juzgar situaciones semejantes entre sí.

Por ejemplo, el criterio para definir el número de votos que forman mayoría y los que deciden el funcionamiento o no de las salas de sesiones, durante la transición de la reforma en curso. 

¿De dónde sacaría la polémica ministra la idea de que el vocablo “absurdo” iba dirigido no al tema en debate, sino en lo personal y con irrespeto a los integrantes del máximo tribunal?

¿Desconocerá, en su rigurosa formación académica y profesional, que el absurdo es concepto que ha sido materia de amplio y dilatado análisis en diversas esferas del conocimiento –la literatura, por sólo mencionar una–, al punto de que ya es lugar común citar la obra de Camus y en particular el Mito de Sísifo?

La ministra Batres se concretó a decir, con toda razón, ante la falsamente escandalizada presidenta de la Corte: 

“No sé bajo qué regla usted me puede reconvenir a no utilizar la palabra ‘absurdo’. Me parece que es inadecuado. Y, sí tendríamos que ponernos de acuerdo muy bien en cuáles son los límites de la libertad de expresión que tenemos las y los ministros”.

No nos digamos mentiras. La ministra Piña no tiene la piel delgada ni ignora las acepciones ni las disquisiciones filosóficas en torno de voquible “absurdo”; está empeñada en utilizar aun el pretexto más nimio para entorpecer la ruta de la reforma judicial. 

El debate sobre la operación de la reforma continuará esta semana en la Corte, pero Piña ya consiguió patiño de lujo: el ministro Luis María Aguilar Morales, quien absurdamente también reaccionó como si la palabra absurdo le hubiese producido urticaria.

BRASAS

Pocas, si no es que nulas esperanzas despierta la estrategia de seguridad de la Presidenta Sheinbaum. 

A riesgo de parecer disco rayado, debe decirse que, sin legalización de las drogas, locomotora de la totalidad de expresiones de delincuencia organizada, vienen seis años más de persistente y atroz violencia. 

Ni de lejos la nueva estrategia es la misma que la de Felipe Calderón, quien puso a un narco al frente del combate al narco e hizo de las fuerzas armadas un agente activo y selectivo de la violencia.

La nueva operación se parece más –mejor dicho, es continuidad—de la del Peje; pero, el resultado final, previsiblemente, con diferencia apenas de matices y cifra sólo un poco menor de homicidios, será muy parecido al de uno y otro.

Por el bien de todos, sin embargo, vale más torcerle el cuello al cisne de la suspicacia y confiar en que el trabajo de la presente administración resultará exitoso.

RESCOLDOS

El diputado Ricardo Monreal calienta de manera inecesaria y peligrosa el ambiente en la Cámara baja. Lo hace mediante su operador político Pedro Haces Barba, quien ya generó la rebelión de medio centenar de diputados de Morena en el proceso de conformación de comisiones de trabajo camerales. El polémico sindicalista, brazo derecho del zacatecano, profirió amenazas de este tenor en contra de sus compañeros de bancada: “Yo te conozco, sé por dónde andas”. Algunos de los amenazados –dice la prensa—lo miraron como advirtiéndole “también nosotros sabemos por dónde andas”.

aurelio.contrafuego@gmail.com

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista.    

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