Carlos R. Aguilar Jiménez
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, oficialmente instituida en 1917 para regir la vida política de los mexicanos desde su establecimiento, ha sido modificada en repetidas ocasiones para adecuarse a los cambios y tendencias mundiales de respeto, igualdad, derechos humanos y justicia, sin que en esencia haya perdido su espíritu o atributos fundamentales de libertad, igualdad o equidad, funcionando como base legal de los tres poderes de la nación: ejecutivo, legislativo y judicial, cada uno independiente, soberano y autónomo, contrapesándose respectivamente para evitar abusos de poder, despotismo, autoritarismo o supremacismo.
Supremacismo es en cualquier circunstancia, una ideología que defiende la preeminencia de un sector de la sociedad por encima del resto, que se cree o asume ser superior del resto o de la oposición, generalmente por creencias o ideologías de superioridad de raza, sexo, origen, nacionalidad o, como en México ahora, de partido político, siendo supremacista todo aquel individuo defensor o partidario de la supremacía de un grupo, y, en el caso del partido oficial, quienes se identifican y defienden por su filiación política e ideología de: “por el bien de todos, primero los pobres” o “abrazos, no balazos”, sustentando doctrinas y comprando conciencias, por un puñado de pesos que reciben sus militantes o defensores cada mes, asumiéndose inherentemente supremacistas, superiores a los inferiores, léase: conservadores, fifís, adversarios o cualquier nombre que minimice, desprecie o descalifique, porque los supremacistas defienden que deben tener el control sobre los otros. Todo el poder, sin posibilidad de contrapesos políticos y, menos el obstáculo del poder judicial.
La supremacía constitucional, si bien es “legal· y postula ubicar sus artículos constitucionales por encima, jerárquicamente arriba de toda ley u ordenamiento jurídico, considerándose ley suprema de una nación, es un hecho que no es perfecta y se podría modificar, pero ya no, porque a partir de que los supremacistas decidieron blindarla de todo cambio, impugnación o amparo, a partir de ahora y porque así lo han decidido, es irrefutable, irrebatible y categórica, como un dogma o artículo de fe, sin que haya posibilidad legal alguna de cambiarla, para bien o para mal.
Dominado el país por supremacistas “morenos”, que dicen 30 millones votaron por ellos, frente a 100 millones que no, los demás, los inferiores, los malos, tendrán que acatar lo que determinen autoritariamente diputados y senadores a su capricho supremacista, sin que funcione ninguna, amparos, derechos humanos, quejas, impugnaciones o demandas, porque ellos son superiores y los demás, los opositores o adversarios son corruptos, aspiracionistas, explotadores, flojos, ladinos, infieles y traidores a la patria. Esperemos que los nuevos supremacistas, como el Ku Klux Klan (KKK), cabezas rapadas o camisas pardas, no se les ocurra cambiar la constitución aboliendo la propiedad privada o el voto de la mujer, porque pueden hacer lo que quieran argumentando supremacías.
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