Aurelio Ramos Méndez
Suena a exageración, pero en modo alguno lo es: la oposición ya no existe; lo puso de relieve el forcejeo por la presidencia de la CNDH. Indujo a Morena responder el ponzoñoso emplazamiento de ¡quién manda aquí!, planteado con intención de “demostrar con hechos” que no manda la presidenta Sheinbaum sino el expresidente López Obrador. El lance le resultó desastroso.
La estrategia opositora fue revelada por Alejandro Alito Moreno, títere consentido de Claudio X. González, el jueves 7, una semana antes de la votación sobre este asunto en el Senado. “Veremos ¡quién manda aquí!”, le dijo a un grupo de periodistas.
A partir de ese momento, la frase –que delataba rendición y renuncia al debate en aras de la estridencia mediática– comenzó a ser repetida como santo y seña de una banda de cacos.
De modo coincidente, tal requerimiento también empezó a ser usado por “las plumas de Claudio”, un puñado de columnistas de a tanto la línea, que operan de manera concertada al servicio del “junior tóxico”.
El plan fue contraproducente. Condujo a que el debate público y legislativo en torno a la CNDH se diera no entre el gobierno y su partido con sus adversarios sino en el seno del partido guinda, con los antagonistas naturales de éste ausentes de la discusión formal, ruidosos únicamente en medios.
Quedó de manifiesto con ello que en lo político nuestro país está como en los años 50, con membretes que podían verse en la calle pero que como partidos no representaban realidades sociológicas, con principios, programas, líderes…
Se trataba de organizaciones montadas desde el poder –el PPS en 1948 y el PARM seis años después—para dar la apariencia de pluralidad y rejuego democrático.
La actual carencia de oposición es, asimismo, comparable con la tanatosis que los adversarios del régimen debieron ensayar para sobrevivir en 1976, a finales del sexenio de Luis Echeverría, cuando José López Portillo corrió sin competidor rumbo a la Presidencia. Tan bocabajeado estaba el PAN y la derecha toda, que se abstuvo de postular candidato.
O, como en los 80, cuando parte de la oposición también fue articulada desde el gobierno, con el sinarquista partido del gallito (PDM), cuyos candidatos presidenciales fueron Ignacio González Gollaz (1982) y Gumersindo Magaña (1988)
Por aquellos mismos años, el PST –más tarde partido del ferrocarril, PFCRN– era igualmente parte de una oposición ficticia, cuyo abanderado a la grande, en 1982, fue Cándido Díaz Cerecedo, y su líder más conspicuo Rafael Aguilar Talamantes; RATA, para sus allegados.
Hundida hasta el cogote en la corrupción, esta vez la oposición no ha temido que hacerse la muertita: fue un cero a la izquierda en la confrontación en torno de la ombudsperson, y al final dio muestras de que está aniquilada, muerta y sepultada.
El debate se produjo entre los propios morenistas, aunque no está claro si debido a genuinas diferencias de criterio y legítimos intereses políticos, o como maniobra para soslayar la oposición, dejarla vociferante fuera de la jugada.
Lo mismo ocurría todavía en los albores del neoliberalismo, en tiempos de Miguel de la Madrid, poco antes de que Carlos Salinas se comportase como Jalisco, que cuando pierde, arrebata. Hubo debates memorables entre senadores del PRI en la LII Legislatura.
Uno, la ruda confrontación que desde la tribuna libraron sobre economía Víctor Manzanilla Schaffer y Hugo B. Margáin, al término del cual, no obstante, ambos copartidarios se abrazaron a la mitad del salón de sesiones como dos buenos camaradas. “Somos Víctor y Hugo y acabamos de hacer Los Miserables”, justificó ante los presentes el ocurrente yucateco.
Es de lamentarse el actual vacío en la casilla de la oposición. De más está decir que una democracia saludable requiere de una oposición vigorosa, bien anclada en la sociedad, leal, honesta y nacionalista.
Las objeciones para que una u otra de las aspirantes ternadas accediese a la presidencia de la CNDH corrieron por cuenta de –según dichos de panistas– legisladoras morenistas. Algunas de las cuales se quejaron porque su coordinador de bancada les pidió atender “la línea de López Obrador” y votar no por la candidata de Sheinbaum –Nashieli Ramírez– sino por Rosario Piedra.
Estos dichos, de segunda mano, fueron recogidos por el periodismo y con base en las notas de prensa así producidas –tercera mano—las plumas de Claudio se encargaron de tejer chismes de cuarta que saturaron la atmósfera.
La patraña sirvió para tratar de disimular la nula presencia de los contradictores de la 4T en Reforma 135, su capitulación, su opción por el escándalo mediático.
Galones de tinta y horas de radio, televisión y redes insumió el desenlace, la ratificación de Piedra en los términos que había profetizado Claudio X. y propalado su evangelista Alito. Aquí no manda la Presidenta, manda el expresidente.
Sheinbaum, difundieron nuestros más agudos, famosos e informados periodistas, fue humillada, aplastada por sus propios senadores; quedó relegada a la condición de observadora inanimada de las maniobras del expresidente, actriz de reparto en la película de terror que vive el país.
Más aún –dijeron– todos se doblaron ante la voluntad de quien, en los hechos, sigue siendo el Presidente.
Con base en sus falacias y conjeturas, concluyeron que la CNDH está muerta, que para tratar temas importantes es un error acudir a Palacio Nacional, pues lo procedente es buscar la bendición de Amlo.
Afirmaron que la relección de Piedra fue una batalla de fuerza real entre la Presidenta y su predecesor para saber quién manda, hoy en día, en México. Que El Peje tiene teléfono rojo en su rancho y su departamento, y camionetas blindadas y más de un centenar de escoltas a su servicio.
Peor, que la Presidenta tiene un poder prestado y carece de equipo propio, mismo que el tabasqueño se lo quitará cuando él decida.
Y que, con mayoría calificada en el Congreso, el tabasqueño puede quitar a la Presidenta cuando así lo considera, y –¡horror!– regresar al Palacio en unos dos años, entre vítores de su servidumbre política.
Al leer o escuchar semejantes sandeces resulta imposible evitar preguntarse ¿qué se puede hacer con alguien que en el ejercicio de su oficio pierde la razón y es capaz de decir babosadas como éstas, que algunos incautos toman muy en serio?
Lo natural debería ser que la ínfima y atolondrada oposición estuviera dichosa porque la CNDH, supuestamente, quedó en manos de una persona desafecta a Sheinbaum, pero no lo está.
¿Hasta cuándo los antagonistas de la 4T se darán cuenta de que sus patrones los tienen a dieta de sapos y camote?
Porque batracios y tubérculos se pusieron a deglutir sin hacer gestos, por ejemplo, los panelistas de Tercer Grado cuando uno de ellos –sonó la flauta–, Leo Zuckerman, les formuló la más obvia de las preguntas:
“Si los senadores tienen libre albedrío, ¿cómo pudo ser posible, de qué herramienta, arte, poción o sahumerio se valió el mesías tropical para imponer disciplina y hacer que 87 de ellos votasen en el sentido que él ordenó? Silencio absoluto.
BRASAS
El embajador gringo Ken Salazar ha empezado a metamorfosearse de diplomático en traficante de armas.
Travestido en trumpista, busca elevar las ventas a nuestro gobierno de la costosa y pavorosa parafernalia bélica para combatir al narcotráfico.
La semana pasada Ken levantó polvo con declaraciones que, como si se tratara de una selfi, ofrecen de él la imagen de una persona de lento aprendizaje.
Durante tres años respaldó la ciertamente fallida estrategia de la 4T contra la inseguridad; pero, ahora, más cerca del zaguán que de la sala, salió con el chorro de babas de que tal estrategia representó un fracaso.
No fue esto lo más grave de su declaración, sin embargo. También criticó la austeridad republicana, de la cual dijo que no sirve contra la inseguridad.
Lo más importante para hacerle frente a este problema –dijo– es contar con los recursos adecuados; “se tiene que invertir”.
Traducción: Ahora que está siendo confeccionado el Presupuesto 2025, el gobierno mexicano debe reservar ingentes cantidades de dinero para comprarles a Estados Unidos –o a sus aliados, como Israel— ametralladoras, fusiles de asalto, lanza cohetes, aviones, radares, submarinos, lanchas rápidas, visores nocturnos…
Además, bazucas, granadas, transportes blindados, instrumentos de inteligencia, equipos de escucha, cómputo y comunicaciones…
¿Puede un país pobre como el nuestro, con una montaña de problemas sociales, disponer del dinero que se necesita para semejante armamento y equipo, destinados en última instancia a atender un problema –el altísimo consumo de drogas—que no es de México sino de Estados Unidos?
¡Enójense Trump, Biden y Ken, hay prioridades!
RESCOLDOS
Los Yunes, padre e hijo, ya fueron expulsados del PAN, algo que sólo pudo aconsejar la estulticia. ¿La causa? Su respaldo a la reforma judicial. Pillazos ambos Migueles, están sin embargo protegidos por la Constitución. Los echaron con rudeza estaliniana, pero la Carta Magna consagra la inviolabilidad de los legisladores. Veremos si el tribunal electoral dice otra cosa.
Lily Téllez ya les tomó la medida a los periodistas. Gana espacio en medios a punta de escándalos y acciones efectistas. Ahora le arrojó monedas a su colega senadora Cinthya López Castro, indignada porque esta priista chapulineó a Morena. Téllez les queda debiendo a los mexicanos explicaciones de cuánto dinero se embuchacó ella al haber sido fichada por el partido guinda y cuánto por la traición que la catapultó al PAN…
¿Confiscador Amlo y el venezolano Maduro? Nones. ¡Confiscador el argentino Milei! Sin previo trámite legislativo, le quitó su pensión a Cristina Kirchner. La consideró muy elevada, de privilegio. Y, puede que lo sea, pero… ¿se vale en un estado de Derecho despojar de su patrimonio a las personas? Después de esto, ¿están seguros en Argentina el capital y las inversiones de empresas y machucones como Slim o Elon Musk?
Herido de legitimidad llega Jorge Romero a la presidencia del PAN. Hasta las piedras le gritan que es un delincuentazo, jefe del cartel inmobiliario…
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