CONTRAFUEGO || ¡Que se vayan!

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Aurelio Ramos Méndez

La presidenta Sheinbaum debería no sólo rechazar los chantajes y amenazas de empresas globales relativos a la supuesta inevitabilidad de abandonar nuestro país, de concretarse los arancelazos de Donald Trump. Debería plantearles el desafío de que, en lo sucesivo, la operación en nuestros lares será a otro precio.

Puesto de otro modo, debería imponerles el cabal cumplimiento de la normatividad nacional en todos los órdenes, así ello implique aumento de sus costos de operación en el peor momento, dadas las baladronadas trumpianas.

El presidente de la japonesa Nissan, Makoto Uchida, dijo –sin anclaje en la realidad– que en esta empresa ya se estudia la posibilidad de abandonar México, tal como también lo anticipó General Motors, si Trump cumple su amenaza de aranceles a bienes mexicanos.

En ningún caso los números actuales ni los proyectados por analistas, en la hipótesis de arancelazo, justifican el traslado de esas compañías a otros pagos. 

Menos pretexto implica para la firma nipona, que sin embargo aprovecha la coyuntura para explicar la aguda crisis financiera que atraviesa a escala mundial.

Desde lejos puede verse que estamos ante presiones en busca de beneficios operativos.

Para nadie es secreto que ante la crisis los directivos de este gigante automotriz han recurrido incluso a la bajeza hallar explicaciones en las políticas de inclusión y equidad de género.

En términos llanos, de responsabilizar de los números rojos a las mujeres, al mando en varias de las más importantes áreas de esa empresa.

A partir de 2008 Nissan se decantó por políticas inclusivas, en especial a favor de la población femenina, al punto de que en diecisiete años fue duplicado el porcentaje de mujeres entre sus gerentes a escala mundial. 

De manera que a este núcleo empresarial –las mujeres–, a su supuesta incompetencia, se busca achacarle las dificultades de la firma.

En el caso de Nissan México, las amenazas de retiro del país impactan con rudeza el gobierno presidido por primera vez en la historia por una mujer, lo que de algún modo exhibe la pretendida, patrañuda política a favor de la equidad de género.

Accionó bien la Presidenta al hacerles ver, en una mañanera, a los directivos de Nissan, que nuestro país no es una pista de carritos chocones en la que los inversionistas hacen lo que quieren, sino que los compromisos institucionales, personales y empresariales se honran.

Les recordó que ella, en campaña, visitó en Aguascalientes una de las plantas más importantes de esa compañía, cuyos directivos se hicieron lenguas sobre su apoyo a la economía mexicana.

Le explicaron entonces que la mayor parte de la producción de esa planta se destina no a la exportación sino al mercado interno. 

Y que está en proceso la fabricación allí de un vehículo híbrido –80 por ciento eléctrico, 20 de combustión interna—destinado también al mercado mexicano.

¿Tiene razones para emigrar o exigir ventajas mediante chantajes una compañía en tales condiciones? 

¿Podría ser desmantelada, de la noche a la mañana, como si se tratara de una feria de pueblerina, una planta automotriz que requiere años de planeación, instalación y operación a todo vapor?

No hay duda de que estamos ante presiones empresariales muy a tono con los moditos puestos de moda por el abominable Trump. 

Diestra en el arte de rasguear la bordona, la Presidenta debería pulsar la vihuela regalo de su pareja Jesús María Torriba y cantarles a los chantajistas aquella de “porque estás que te vas, y te vas y te vas, ¡y no te has ido!”.

El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ya desdeñó con toda razón las advertencias de huida de transnacionales como Nissan y General Motors.

“Nadie se va a ir de México, porque las plantas más productivas las tienen aquí”, y porque su traslado “sería muy caro”, consideró este funcionario, sabedor de las ventajas comparativas de México y las triquiñuelas empresariales para pescar en río revuelto.

Tiene razón Ebrard. Ni los más afanosos propaladores del terrorismo de Estado del gringo bravucón se tragan el cuento de que alguna compañía global abandonará México por eventuales arancelazos. 

México es la decimocuarta economía del mundo, un mercado de 130 millones de personas, está a tiro de piedra de los Estados Unidos y tristemente tiene los costos laborales más bajos del orbe. 

¡Ni en sueños alguien puede creer que hablan en serio los pocos directivos de transnacionales cuando advierten que podrían decirle adiós a nuestro país!

Un socorrido ejemplo, que suele ser aportado cuando del arraigo de las inversiones se habla, es lo que ha sucedido en países aun con mayor ingreso per cápita, pero menor población que el muestro.

En Canadá, la provincia francófona de Quebec, demostró que en materia de negocios las ganancias mandan.

En la Carta de la Lengua Francesa, cuya finalidad consiste en hacer respetar la lengua nacional, les fue impuesta a las empresas extranjeras la obligación de usar de modo inexcusable el francés en la totalidad de sus operaciones.

Este idioma se tornó obligatorio desde la comunicación oral en los centros de trabajo y en el nombre de la empresa y los documentos oficiales, hasta en la publicidad, avisos, materiales impresos y toda suerte de mensajes públicos o privados. “Los consumidores de bienes o servicios tienen derecho a ser informados y atendidos en francés”, señala la Carta.

Las más poderosas compañías amenazaron con abandonar aquella provincia; pero, al final, debieron acatar las disposiciones gubernamentales. 

Desde McDonalds y Kentucky Fried Chiken hasta Starbucks Coffee y otras firmas tuvieron que traducir al francés sus nombres, menús, envases, embalajes y mensajes en general. 

Ni una sola firma salió de aquella nación de tan sólo ocho millones de habitantes. ¿Dejarán el mercado mexicano de 130 millones de consumidores?

Otro ejemplo elocuente ocurrió en Colombia, en los años del más intenso narcoterrorismo, cuando ni las balas, los secuestros de ejecutivos o los carros-bomba causaron la salida de empresa alguna. 

“El país va mal, pero la economía va bien”, fue la expresión acuñada en el mundo de los negocios para dar a entender que las empresas estaban firmes en la defensa de su mercado en aquella nación de 50 millones de habitantes.

Que no cunda el pánico. Ni los aranceles ni la rigurosa observancia de la normatividad nacional causarán la salida de empresa alguna. Y bien haría Sheinbaum en cantarle a Nissan aquello de “¡pues agarra tu rumbo y vete!”.

BRASAS

Es cierto. Los que aplaudieron la llegada de Trump al poder, porque “no se manda solo” y Estados Unidos no es México, sino que allá sí –insinuaban sin sutilezas– todo funciona a la perfección, ahora fingen espanto con el filonazi.

Fingen, porque en el fondo simpatizan y respaldan su autoritarismo y hasta invocan el intervencionismo de su gobierno en nuestro país.

Con mal disimulado alborozo por el retorno del jefe del nazi Elon Musk a la Casa Blanca, justificaban su entusiasmo con la ilusión de que el despreciable Trump tendría límites y contrapesos. 

Que no gobernaría un país aplastado por el autoritarismo, donde sólo vale la voluntad del Ejecutivo, sino uno con división de poderes, Estado de Derecho, prensa libre, establishment militar consolidado y una sociedad activa.

Respaldaron la estigmatización por el demente del Despacho Oval a los migrantes –la totalidad de ellos– como delincuentes. 

Apoyaron la deportación de millones, con sustento en la miserable interpretación de que el voto, en la potencia sí pero en México no implica aval a un programa de gobierno. Deportar, allá, es “un mandato de las urnas y una exigencia de legalidad”.

O Trump –se preguntaron arrodillados–¿no debe expulsar a los pandilleros que están de manera ilegal y forma bandas de asaltantes?

A decir de estos adoradores del presidente-delincuente, el terrorismo de Estado –eso y no otra cosa es la inhumana persecución a migrantes— no resulta grave, porque allá hay manera de defenderse de los abusos…

Los abogados –dijeron– no tienen que pasarse al partido del presidente para ganar un juicio. Y en el capitolio no todos los legisladores son borregos.

Estos antimexicanos adoradores del gringo desquiciado están ahora alarmados porque éste ha roto Occidente. Y porque va camino de la destrucción de las instituciones democráticas y de convertir a EU en el país más odiado del mundo.

Lo que más los perturba, sin embargo, es que las amenazas y el maltrato de Trump a México ha propiciado la cohesión ciudadana y disparado la aceptación de la Presidenta Sheinbaum.

Lo cual –afirman ya sin recato– le permitirá a la Jefa del Estado acelerar el desmantelamiento de las instituciones democráticas y consolidar el régimen populista autoritario.

¡Triste manera de blandir el petate del muerto!

RESCOLDOS

La Corte aprobó la imposición de una multa a Grupo Elektra, del contumaz evasor de impuestos Ricardo Salinas Pliego. ¿La causa? El haber interpuesto ¡39 recursos de impugnación”; o, mejor dicho, de dilación, cuya finalidad es tratar de evitar el pago de impuestos por ¡35 mil millones de pesos! ¿No ha sido ya demasiada la tolerancia judicial con este sinvergüenza que boga con bandera de empresario?

Abrumar y aun asfixiar a instancias judiciales con un alud de impugnaciones sigue siendo, por cierto, la estrategia de la oposición a la 4T. Le resultó funcional para entorpecer las obras emblemáticas del anterior gobierno y la aplica ahora para intentar atajar la elección de jueces, magistrados y ministros. Ya suman 19 las quejas presentadas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Como si la razón jurídica dependiese de la masificación de las demandas de tutela… 

aurelio.contrafuego@gmail.com

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista.

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