Aurelio Ramos Méndez
Allá quien quiera tomarse en serio las lisonjas y galanteos de Donald Trump a la maravillosa presidenta Sheinbaum. O los encomios a la dizque modélica estrategia mexicana en materia de prevención de adicciones. Porque la más elemental prudencia recomienda máxima reserva frente a este orate peligroso e imprevisible, cuya única conjeturable pretensión consiste en la estupidez de convertir México en otra Ucrania.
A eso, reeditar en nuestro territorio la tragedia ucraniana, apunta –por desmesurado que parezca– la tipificación como terroristas por el chalado gringo de los cárteles de las drogas, entre el alborozo de colaboracionistas escépticos de la abrazoterapia.
Esa medida extraterritorial y abusiva entraña la aplicación de sanciones de diversa índole; pero en última instancia implica la invasión militar, so pretexto de combatir el narco, aunque en el fondo sea con claros fines expansionistas.
Las amenazas de Trump y sus compinches, de la “eliminación total” a las organizaciones criminales que propugna la fiscal Pam Bondi, a la locura de “vamos a desatar un infierno sobre los cárteles”, del asesor de Seguridad, Mike Waltz, hay indicios de que la cosa va en serio.
Cierto. El canciller Marco Rubio desechó la posibilidad de un ataque militar a México producto de la designación de los narcos como terroristas. Dijo que la prioridad consiste en darle información al gobierno mexicano acerca de las actividades de estos delincuentes.
Agregó que, eso sí, los cárteles serán perseguidos por la DEA, el FBI, ICE y DHS si cruzan la frontera, en territorio estadunidense.
Lo dijo con la misma convicción de cuando opinó que en la lucha antidrogas la prioridad debe ser la coordinación con México, y horas después Trump se encargó de enmendarle la plana y ridiculizarlo…
En caso de invasión, estaría por verse cuál sería la reacción de las potencias que intentan disputarle la hegemonía global a los Estados Unidos, en especial China y Rusia. Posturas éstas que, en todo caso, configuraría un escenario idéntico al de Ucrania.
¡Idéntico, aunque ojalá sin el infeliz desenlace de la guerra en aquella nación báltica, cuyo territorio Trump y Putin se disponen a repartírselo como botín!
Ni en el cine ha tenido aquel devastado país peor destino. Cosa de recordar la premonitoria película norteamericana de acción Soldados de fortuna, filmada en 2012 en Ucrania.
En el filme, soldados de las Fuerzas Especiales gringas son contratados como mercenarios para proteger a una banda de cuatro archimillonarios inútiles –algo así como Trump y el núcleo más cercano de su gobierno– que, en busca de emociones, se incorporan a la guerra que libran sedicentes luchadores por la libertad en una nación controlada por un dictador.
En la realidad de los tiempos que corren, no se requiere perspicacia para comprender que a Estados Unidos ni de lejos le interesa combatir el narcotráfico, sino utilizarlo como pretexto intervencionista.
De otro modo, esta potencia ya hubiese atendido la recomendación de legalizar las drogas formulada desde hace más de medio siglo no por algún capo, un gobierno tercermundista o algún comunista comeniños, sino por su Nobel de Economía, padre de los Chicago Boys, referente del neoliberalismo y asesor de Reagan y de Margaret Tatcher, Milton Friedman.
La Presidenta Sheinbaum ha jugado bien las cartas de nuestro país. Ha demostrado firmeza hablándole a Trump de tú a tú; aplicado medidas equivalentes, iniciado leyes anticipatorias de invasiones, y elevado la eficiencia en el combate al narco mediante capturas de mafiosos, decomisos de cargamentos y destrucción de laboratorios.
Nada de todo esto vale frente a un desquiciado autoritario e impredictible, que ha reaccionado con requiebros, cumplidos y mentiras. Como esa de que asumirá como propia la estrategia preventiva de adicciones, en particular de fentanilo, mediante intensas campañas de información.
Debe saber bien el troglodita de la peluca anaranjada que tal estrategia ya fue ensayada en su país hace casi medio siglo, no solo sin éxito sino hasta con resultados contraproducentes.
Desde principios de los 80 la entonces primera dama Nancy Reagan emprendió, desde la cúspide del poder, con toda la potencia mediática de su país y abundancia de recursos, la campaña Di no a las drogas, la cual terminó en estruendoso fracaso.
Durante ocho años –los dos turnos al bate del exactor—la televisión, la radio y la prensa difundieron la machacona frase, con el resultado de que los yuppies y la plebada toda más bien entendieron Di ¡cómo no! a las drogas.
El consumo de substancias ilícitas procedentes no sólo de México y América Latina sino de todo el mundo se disparó a lo largo y ancho de Estados Unidos, hasta desembocar en la epidemia de opioides que ahora supuestamente preocupa al huésped de la Casa Blanca.
Por estas y otras muchas razones, nuestra Jefa de Estado debe acoger con cautela los halagos; tomarlos de quien vienen. Y corresponderle a quien ya es líder mundial de un movimiento neonazi con la enrevesada ambigüedad de Cantinflas: “pero si yo a ti ni te ignoro”.
BRASAS
Al ultraderechista argentino Javier Milei se le cayó la hoja de parra. Quedó exhibido como pésimo experto en criptomonedas, pero, sobre todo, como delincuentazo de alta escuela.
Con un puñado de cómplices esperó el momento de su más alta credibilidad –al informarse de una drástica baja de la inflación, a 2.2 por ciento en enero—para promover, con garantía del Estado argentino, la adquisición de la criptomoneda #LIBRA, y cometer así la estafa del siglo.
Una transa semejante ya había maquinado en dos ocasiones –una siendo diputado y otra como capacitador en temas monetarios– este héroe de la ultraderecha para quien “el Estado es un criminal” y “la justicia social una aberración”.
Cayeron unos 44 mil apostadores –cinco mil, admite él lavándose las manos—, quienes perdieron grandes fortunas y a quienes ya les dijo que nada tiene qué reclamar el que va al casino y que quien juegan a la ruleta rusa y le toca la bala, pues… mala tarde.
¡El presidente de una nación en funciones de casinero-estafador, maquinando una megabolseada, en abierto conflicto de intereses!
Milei quiere verles cara de pendejos –en la acepción mexicana, no en la argentina de inocentes niñitos– a sus compatriotas.
Se reconoce apenas un bobalicón que no promocionó sino sólo difundió (sic) el cochupo. Responsable únicamente de culiprontismo, al haber perifoneado el fraude sin estar bien enterado en qué consistía. ¡Pamplinas!
Que no se dejen engañar los gauchos. La estafa fue bien maquinada. Milei encabeza una camarilla de delincuentes a quienes se debe echar cuanto antes de la Casa Rosada.
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Tan tóxico es Donal Trump que ya envenenó hasta el ámbito deportivo, aunque tranquiliza el que cada vez son más quienes le han perdido el miedo.
El jueves se jugó en Boston la final del torneo 4 Naciones –Suecia, Finlandia, Canadá y EU–, de hockey sobre hielo, con victoria del equipo canadiense sobre el estadunidense. Lo cual le permitió al primer ministro Justin Trudeau, callar a Trump como poniéndole un esparadrapo en la boca.
“No puedes arrebatarnos ni nuestro país ni nuestro deporte”, le dijo por X, traduciendo el sentir de la abrumadora mayoría de sus paisanos. El gringo no ripostó sino que guardó silencio humillado.
Había visto en el cotejo deportivo una oportunidad más para ningunear a Trdeau y ofender a todos los canadienses. Antes del juego, llamó por teléfono a los jugadores gringos para animarlos.
Les pidió ganarle a Canadá, país este que “con impuestos mucho menores y mayor seguridad, algún día, quizá pronto, se convertirá en nuestro querido y muy importante 51 estado”.
No contaba con la superioridad de Canadá. Ni con la gallardía de un aficionado que, a las puertas del estadio, mostró una pancarta en la que le daba la bienvenida a EU, “la provincia 11” del país de la hoja de maple.
Menos aun contaba con que la artista quebequense encargada de cantar el himno de Canadá, Chantal Kreviazuk, cambiaría la letra del canto poniendo énfasis en los pasajes en que se exalta la libertad y la autodeterminación nacional.
El despreciable presidente gringo, que horas antes había invitado “al gobernador Trudeau” a ver juntos el partido, después de la derrota y el puyazo del canadiense se refugió en un ensimismamiento de perro asustado.
RESCOLDOS
Son prodigiosas las antenas de Joaquín López Dóriga para captar la realidad. La sucesión 2030 está lejísimos, pero el teacher sin tacha –o sea, en abstinencia y sin con qué– ya percibió que Andy, el hijo de AMLO, buscará la presidencia dentro de cinco años. El nene –según este liderazo de opinión– replanteó sus expectativas, pues el Peje imaginaba a su hijo “gobernador de Tabasco, jefe de gobierno de Ciudad de México y presidente de la República sucesivamente”. Sucesor de Javier May en 2030, gobernante de la CDMX en 2036 y en la silla del águila en 2042. ¡Y hay bobos y patiños que creen y relanzan semejantes chaladuras!
Triste pero revelador striptease ideológico ejecutó el actor Eduardo Verástegui haciendo el saludo nazi en la Conferencia de Acción Política Conservadora, en Washington. Atrevido desfiguro en busca de ser tolerado en el exclusivo club de otros neonazis trumpistas, como Elon Musk y Steve Bannon. ¡Habrán registrado el desplante los consejeros del INE que deberán otorgar registros de nuevos partidos? Ojo con el histrión y otros habituales del aquelarre de ultraderechistas, entre estos Felipe Calderón, heredero del ideario pronazi del cofundador del PAN, Luis Calderón Vega…
aurelio.contrafuego@gmail.com
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