CONTRAFUEGO || La oposición, Coldplay y la 4T

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Aurelio Ramos Méndez

De haber sido captados mediante kiss cam en un concierto de Coldplay, los abrazos que algunos de nuestros periodistas más connotados le dieron en lo oscurito al mega narco Genaro García Luna, tan apretados e intensamente afectuosos como los de Andy Bayron a Cristin Kabot, hubieran sido de escándalo mundial.

Idéntico, escandaloso efecto de traición a la lealtad institucional, hubiesen causado los abrazos felices y por la espalda, de la presidenta de la Corte, Norma Piña, a Alejandro AlitoMoreno, y del ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena a Ricardo Salinas Pliego.

O, los brazos trenzados de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama sobre los cuerpos relajados de Claudio X. González y sus peones políticos Marco Cortés, Alito, Jesús Zambrano y Xóchitl Gálvez, genuinas demostraciones de poliamor electoral.

Con la diferencia de que, a dos años de cometida en cada caso la felonía ninguno de los pillados en flagrancia –sin cámara cazadora de besos, lástima– ha tenido la decencia ni la honestidad intelectual de reconocer que incurrió en una imprudencia o algo inapropiado, y menos de renunciar a sus responsabilidades públicas.

Por el contrario, se han dedicado a negar lo que hasta los ciegos pudieron ver: la obsecuencia, connivencia, encubrimiento y respaldo de estos actores políticos al narco-funcionario, al tambaleante dirigente del PRI, a un mega evasor de impuestos y a politicastros confabulados para tratar de asaltar el poder. 

Viene a colación este somero repaso de infidelidades políticas, ante el polvo que ha levantado en el mundo el infortunio de los amantes Bayron y Cabot, balconeados a escala global, en amoroso transe, durante una presentación de Coldplay, en Foxboro, Boston.

Y, en especial, a la luz del ensayo “La vergüenza del concierto de Coldplay es algo para celebrar”, en que la escritora Helen Schulman reivindicó en The New York Times la noción de vergüenza que llevó a aquellos novios –ambos con cónyuge– renunciar a sus puestos ejecutivos en la empresa de tecnología Astronomer.

Schulman le lanzó flores a la pareja que no alcanzó a ocultar su identidad –ella cubriéndose el rostro con las manos, él intentando escabullirse del foco de la cámara–, porque, según su criterio, las renuncias laborales implicaron la refrescante idea de que los exhibidos asumían así la responsabilidad de sus actos.

“La vergüenza reapareció por fin como un foco dorado en el escenario mundial”, se congratuló la ensayista, enlistando en cambio las desvergüenzas de Donald Trump. Aunque, en honor a la verdad, las renuncias fueron más bien producto de la imposibilidad de negar evidencias y la presión empresarial.

Como quiera que haya sido, los amantes formalmente dimitieron, lo que en efecto constituyó una manera de apechugar y asumir la responsabilidad de sus actos. Algo que, es cierto, en los tiempos que corren no se ve en ningún ámbito y menos en el círculo Trump, el rey del cinismo.

Copiosos memes, horas de radio y tv y ríos de tinta han corrido recreando morbosamente la desgracia de Andy y Cristin. 

Y no ha faltado quien ha politizado y sesgado el episodio, haciendo comparaciones con la desfachatez de varios políticos de la 4T, que se han mostrado pasando ante la sociedad, del brazo muy orondos, con quien no deben pasar.

¿Quiénes? Miguel Ángel Yunes Márquez, Miguel Ángel Yunes Linares, Alberto Pérez Dayán, Mónica Soto, Guadalupe Taddei, Rubén Rocha Moya, Francisco Garduño, y desde luego Adán Augusto López, a quienes sus detractores les atribuyen conductas indebidas y nula asunción de responsabilidades.

Convengamos en que así ha sido. Resulta imposible defender a los Yunes, padre e hijo, o a Adán Augusto López, quien como gobernador nombró a un delincuentazo secretario de Seguridad Pública y no habrá sido de oquis.

A esta relación de quienes han traicionado el rol social que cumple y no han tenido la dignidad de hacer un mea culpa, le faltan sin embargo los nombres más prominentes… Empezando por algunos de quienes, con maniqueísmo, pergeñaron la lista de sinvergüenzas del nuevo régimen.

Recordemos que Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola, Joaquín López Dóriga, Raymundo Riva Palacio y algunos más, cultivaron por años la amistad de García Luna, quien cumple ahora sentencia de 38 años de cárcel por narco, en Estados Unidos.

La nación entera pudo ver a estos comunicadores batir el incensario –hemerotecas y videotecas guardan evidencias– delante del mega capo. Lambisconería equivalente al tierno, feliz abrazo por la espalda de Bayron a Cabot.

Ninguno de ellos ha tenido el detalle ni la honradez de aceptar que capituló en su ética y que de haber sido captada su traición por una kiss cam hubiera desatado un escándalo global.

Mal pueden estos líderes de opinión, con semejante lápida sobre sus espaldas, señalar la inmoralidad de políticos y funcionarios cuatroteístas, por más que en algunos casos pueda tratarse de desleales e impunes desvergonzados, que no tuvieron la desgracia de ver paneando una cámara sobre su cabeza. 

Y los ministros de la Corte, pillados conspirando en las sombras con dirigentes partidistas y evasores de impuestos por miles de millones de pesos. 

O, los consejeros del INE apostando su imparcialidad al equipo de la oposición, quienes tampoco han tenido la decencia de reconocer su perfidia, tanto o más grave que la de los exejecutivos de Astronomer.

Pecó Schulman de candor. Lo que refleja este penoso episodio no es la exaltación de la vergüenza, sino el fariseísmo y la normalización de la insinceridad y el disimulo; el atrevimiento de quienes sólo observan honradez ante una cámara activada.

O, peor, la audacia de quienes han sido sorprendidos en flagrancia en conductas indebidas, pero así y todo niegan contra toda evidencia la realidad.

Y la de aquellos que señalan la desvergüenza del otro –de la 4T, por ejemplo– porque no tienen siquiera conciencia del alcance moral de sus actos. 

Los que ven la paja en el ojo ajeno, sin reparar en lo mundialmente escandaloso que resultaría su imagen en la cámara cazadora de besos.

Aquellos a quienes mejor les vendría cantar a Enrique Santos Discépolo –fugaz amante de la actriz y reportera de Excelsior, Raquel Díaz de León—y el tango Cambalache:

“Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición/da lo mismo que sea cura, conchonero, rey de bastos, caradura o polizón”. 

O, la enriquecedora paráfrasis del poeta Espronceda por Discepolín: “El que no llora no mama/y el que no afana es un gil”.

BRASAS

La ex primera dama y actriz Angélica Rivera reapareció en público para promover la serie “Con esa misma mirada”, en la cual interviene tras 17 años lejos de los escenarios. 

Accedió a responder preguntas de reporteros, resignada a la incomodidad del interrogatorio a cambio de la contraprestación de que se hable de ella en los medios.

Pero cambió de ánimo cuando un periodista le pidió su opinión sobre las acusaciones de enriquecimiento ilícito que pesan sobre su excónyuge Enrique Peña Nieto.

“No mi amor, no tengo nada que comentarte”, le dijo a su interlocutor, con fingida amabilidad. 

Y acabó por estallar ante la insistencia: 

“Porque estoy en mi derecho de no comentar la estupidez. A veces preguntan estupideces. No me corresponde a mí hablar de nadie”.

Pobre Gaviota. Reaccionó con irritación, como si la sociedad que le sufragó sus lujos durante seis años no mereciera respuestas a preguntas pertinentes.

O, peor, como si ella no se hubiese beneficiado de la presunta corrupción de su pareja…

RESCOLDOS

No se equivocó Fidel Castro al pedir que no se levantaran estatuas suyas en Cuba. Se previno del maltrato de que suelen ser objeto las efigies de todo personaje por motivos políticos. Prueba de su aserto es la remoción de su escultura junto con el Che, sedentes, en una banca, en la delegación Cuauhtémoc, por órdenes arbitrarias y viscerales de la alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega. La funcionaria ya desató la ridícula guerra de las estatuas. Sus adversarios piden ahora el retiro de las efigies del Maquío, Manuel Clouthier, y de Luis Donaldo Colosio en la CDMX. Como si no hubiera asuntos más importantes que ocuparan el debate público…

¿Cuánto demorará la lumbre del caso Epstein en los aparejos de Trump, antes de alcanzar la matadura del mandatario gringo? A estas alturas ya no hay duda de que el escándalo de pedofilia tarde o temprano pondrá al presidente-delincuente contra la pared; la pregunta es cuándo… 

aurelio.contrafuego@gmail.com

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista. 

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