Aurelio Ramos Méndez
La polarización y su corolario de violencia política, que en México tuvieron expresión inaugural en los tiempos modernos durante el gobierno de Carlos Salinas y su cenit en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, cunden por el mundo de modo alarmante. De Nepal a Estados Unidos y de Argentina a Francia, y amenazan degradar y aniquilar aun a las democracias más robustas.
El más reciente indicio de esta propagación afloró la semana pasada en la Universidad del Valle de Orem, en Utah, EU, donde fue asesinado de un balazo en la garganta ante tres mil personas el activista de ultraderecha Charlie Kirk, adherente del brutalmente agresivo Donald Trump, victima él mismo de un atentado a balazos en 2024.
Y en Katmandú, la capital nepalí, donde una revuelta de adolescentes y jóvenes Z derrocó al gobierno nacional, al costo de 30 muertos y edificios públicos incendiados, una de cuyas víctimas –esposa del primer ministro—pereció quemada viva cuando manifestantes la encerraron en una casa a la cual le prendieron fuego.
O en Francia, donde disturbios populares –incendios, bloqueos carreteros, enfrentamientos con la policía—mantienen el país en grave crisis política y económica, y el pasado martes forzaron la renuncia del primer ministro en rechazo a un plan de ajuste económico de Emmanuel Macron.
La polarización y la violencia como última consecuencia, que a decir de la oposición en nuestro país se inició con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, en realidad es de vieja data.
Durante el salinato fueron asesinados unos 500 militantes del PRD, en una espiral de violencia iniciada semanas antes de los comicios de 1988 con los homicidios de Francisco Xavier Ovando y Román Gil Hernández, colaboradores clave en lo electoral de Cuauhtémoc Cárdenas.
En el ocaso de aquel gobierno la polarización y la violencia política mezcladas con la actividad estrictamente delictiva, cobraron la vida de Luis Donando Colosio, José Francisco Ruiz Massieu y el arzobispo Juan Jesús Posadas Ocampo, entre muchos.
Vendrían luego el cínico esparcimiento del odio por el establecimiento y Fox desde la Presidencia, durante el proceso electoral de 2006, y la aguda polarización derivada del fraude comicial de Felipe Calderón y sus secuelas persistentes hasta 2018.
Comenzó entonces, es cierto, un periodo de balconeo y señalamientos verbales, muchos en defensa propia, del Jefe del Estado a sus adversarios; ataques que la comentocracia –falaz o despistada– se encargó de certificar como el arranque de la polarización en nuestro país, siendo que ésta se gestó bajo sus narices tres décadas atrás.
Con el paulatino e intermitente ascenso global de la derecha, el apelar a la violencia tomó carta de naturalización en diversos puntos del orbe.
En 2018 el brasileño de retórica incendiaria Jair Bolsonaro –sentenciado el pasado jueves a 27 años de cárcel acusado de planear un golpe de Estado– fue apuñalado en el estómago en una concentración de adeptos.
El 11 de agosto pasado falleció en Bogotá el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, víctima de disparos que recibió dos meses antes, mientras pronunciaba un discurso en un mitin de campaña.
Y en el Parlamento Europeo, diputados de izquierda se negaron a guardar un minuto de silencio por el asesinato del trumpista Charlie Kirk a manos de un ultraconservador más ultra que él, lo que causó que eurodiputados de ultraderecha los moliesen a trompadas.
Se requiere por ello en nuestros lares supremo rigor para forzar conductas civilizadas en quienes, en la derecha y la izquierda, imitan sin pudor corrientes propensas a la incivilidad.
Con nombres y apellidos y a guisa de ejemplo, es menester monitorizar a Eduardo Verástegui y Ricardo Salinas Pliego, adoradores de Vox, de los supremacistas golpistas de Trump, de Bukele, Bolsonaro, Javier Milei y otros francos promotores de la violencia.
Mención aparte merece en este recuento lo que sucede en Argentina, donde formalmente rige un gobierno democrático, pero en los hechos gobierna –en sentido literal, no figurado—un perro.
Se trata de un Mastín inglés que murió en 2018 y que, según Milei, está en el cielo sentado a la derecha del Uno –así nombra a Dios el sedicente gobernante–, de quien recibe instrucciones sobre cómo conducir aquella nación.
Las indicaciones divinas –en realidad las que al perro se le ocurren– son comunicadas a Milei mediante una cadena de intermediarios que en la Tierra se inicia con Conan II, clonado de Conan I al precio de 50 mil dólares.
Para el delirante Presidente son dos canes distintos y un solo espíritu verdadero, pues tiene al II por resucitado, no clonado.
El dogo terrenal vive en la residencia presidencial junto con otros cuatro clones de Conan I, y le transmite órdenes de su cosecha –o aquellas de que es portador– a Karina Milei, secretaria general de la presidencia, hermana y soporte psicológico del chalado mandamás, que además tiene el don de hablar con animales.
A una semana de una brutal paliza electoral al oficialista partido La Libertad Avanza, en la provincia de Buenos Aires, nadie les ha explicado a los argentinos del común qué falló en la conducción del terruño de Gardel por esa entelequia que Milei llama Fuerzas del Cielo.
¿Cambió por completo el mensaje del Altísimo en la ringlera de intermediarios del teléfono descompuesto? ¿Le entendió mal al Uno Conan I? ¿No supo Karina decodificar las indicaciones de Conan II?
O, ¿hizo de las suyas el chocarrero y santo espíritu del can resucitado y encaminó a Milei hacia la derrota? ¿Experimentan los milagros un inexorable proceso de devaluación?
Cualquiera que sea la respuesta, es evidente que Dios nada tiene que ver con las patrañas del parlanchín ultraderechista –procaz, mendaz, energúmeno, violento, primitivo, inaguantable—que parece llevar a la Argentina directo y sin escalas a la violencia social.
Durante la campaña a Milei lo echaron a pedradas de un barrio popular y sus seguidores protagonizaron batallas campales con sus rivales.
A este personaje patentemente desquiciado admira en su ideario e imita hasta en su lenguaje prostibulario uno de los aspirantes a portar el estandarte de la derecha en nuestros pagos, Salinas Pliego.
Lo emula de modo tan acrítico que ni siquiera ha reparado de que Milei llegó al poder desde la nada y chapalea en densa corrupción, pero ya va en caída libre.
Cada quien es libre de elegir su arquetipo, mas no de endosárselo a los mexicanos…
BRASAS
Samarcanda es un libro maravilloso del escritor franco-libanés Amin Maalouf, quien el 29 de noviembre próximo recibirá en la FIL de Guadalajara el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2025.
Un pasaje de esa obra, que aborda la historia de Persia, puede servir para describir lo que quizá ocurrió en la junta del magnate Ricardo Salinas Pliego con un grupo de sus empleados, en la cual se destapó como aspirante a la Presidencia.
En la novela se narra una audiencia del todopoderoso, caprichoso y aterrador señor de Transoxiana, Nars Kan, que disfrutaba de premiar y a la vez humillar a sus visitantes, haciéndoles recoger con la boca dinares de oro de una bandeja.
“Has hablado bien. Que tu boca se llene de oro”, era la fórmula que usaba para impeler a la abyección, a lo que casi nadie se resistía bien por temor a la cólera del soberano o por codicia.
Así pudo verse, en un encuentro con una veintena de poetas, a una poetisa que recitó inspirados versos de su autoría y tuvo luego que sufrir la deshonra de tomar con la boca 46 dinares, entre aplausos y burlas de los cortesanos.
No se requiere imaginación para ver a Salinas Pliego ordenándoles a sus convocados más obsecuentes “¡que tu boca se llene de oro!”.
Al destape el jueves 11 concurrieron a hacerle el caldo gordo al potentado, entre otros súbditos, Sergio Sarmiento, Javier Alatorre, Leonardo Curzio, Alejandro Villalvazo, Ezra Shabot y Lourdes Mendoza.
Se desconoce quiénes de entre este grupo padecieron la vejación de hincarse a recoger con la boca monedas de oro, ni cuántas de éstas consiguió el más codicioso; pero de que eso pasó, pasó.
O, como suele decirse de las brujas: aunque no las veas, de que existen, existen.
En la fascinante novela de Amín Malouf el poeta de las famosas cuartetas Rubayat, Omar Jayam, tuvo que ingeniárselas para sortear la coyuntura sin arrastrar su dignidad.
Llegado su turno, adujo que se hallaba en ayuno por el Ramadán y así pudo justificar su negativa de arrodillarse por unas monedas.
Hasta donde se sabe, ninguno de los empleados del concesionario de TV Azteca y contumaz evasor fiscal tuvo el valor ni la gallardía de decir nones.
RESCOLDOS
Ha vuelto a las andadas el partido verde, que nunca ha tenido vocación de poder sino de comparsa. Durante cuatro décadas desde su fundación se ha coligado con las fuerzas de todo el espectro político. El senador Luis Armando Melgar adelantó que el PVEM podría romper su alianza con Morena, porque este partido está infestado de ratas. Un hilillo de sangre bajó por la comisura de sus labios. Precisó que algunas de tales ratas son el exgobernador de Chiapas, Rutilio Escandón y los integrantes del grupo político de Adán Augusto López.
aurelio.contrafuego@gmail.com
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