Carlos R. Aguilar Jiménez.
Cuando en el solsticio de verano, el 21 de junio, el sol alcanzó en nuestra perspectiva el Trópico de Cáncer, en todo el hemisferio norte la irradiación solar alcanzó su nivel más alto y la evaporación de agua marina su máxima proporción anual, en esa dinámica meteorológica derivada de las estaciones que de mayo a octubre se caracteriza por lluvias nacidas de la temporada de huracanes, en la que dependiendo de la cercanía al mar se presentan precipitaciones moderadas, intensas, aguaceros y tormentas con vendavales como el que hace unos días derribó árboles en la ciudad, siendo la estación más importante porque de la descarga del líquido vital depende la recarga de mantos freáticos, recuperación de arroyos, ríos, lagos y represas, pero especialmente por la alta producción agrícola y ganadera durante los cinco meses de lluvias de las dos estaciones del año en Oaxaca.
Se dice que vivimos un régimen meteorológico y astronómico de cuatro estaciones, y así es desde la perspectiva celeste, no obstante, en visión climática Oaxaca no tiene cuatro estaciones, sino dos: una de lluvias y otra de sequía, dado que las variaciones climáticas, de temperatura o paisaje, como sucede en Europa o E.U, no se corresponden porque nosotros vivimos entre el ecuador y trópico de cáncer, siendo beneficiarios geográficos de tormentas y huracanes por vivir al centro del Istmo de Tehuantepec, teniendo a los océanos Pacífico y Atlántico apenas a 200 kilómetros del valle de Oaxaca, circunstancia que favorece los efectos lluviosos de los huracanes nos alcancen fácilmente, así que este año las lluvias probablemente serán copiosas debido a la abundancia de núcleos de condensación para gotas de agua como consecuencia de la arena y polvo del Sahara que desde finales de junio comenzó a llegar a nuestra latitud, y es que, para que se forme una gota de agua y llueva, la molécula de agua debe adherirse a un núcleo de condensación o precipitación, que son partículas microscópicas presentes en la atmósfera que facilitan la formación de gotas al adherirse al abundante vapor de agua de las nubes. Su tamaño promedio es de alrededor de la centésima parte del tamaño de la gota de agua y en general son micropartículas de polvo, hollín, humo y hasta polen suspendido en el aire, por lo que es probable debido a los núcleos de condensación que aún flotan en el aire como un pulverización o aerosol de las nubes de arena y polvo que vienen del norte de África, se manifieste una mayor condensación de nubes y, los huracanes o tormentas tropicales pronosticados para este año sean más poderosos e intensos, recargándose mantos freáticos y las pocas presas que hay en el valle y sierra de Oaxaca, a diferencia del año pasado cuando las lluvias no alcanzaron a llenar las presas de Tlalixtac y el rio que fluye hacia el sur nunca tuvo agua. Este año es probable llueva intensamente, pero poco o mucho, es lamentable que el 70 % del agua de esta temporada se regrese al mar sin ser acumulada y después utilizada en la estación de sequía de siete meses.