Carlos R. Aguilar Jiménez.
“Tener la vacuna contra el covid-19 es un milagro: El presidente afirmó que el acontecimiento de la llegada es para tener fe en el porvenir. “Es decir, no darnos por vencidos, nuestro pueblo siempre ha resistido calamidades porque tiene mucha fortaleza, sobre todo mucha fortaleza espiritual” Y si bien es cierto que los mexicanos aguantamos las calamidades que hemos sufrido, no se pueden comparar con las que han padecido judíos, negros o europeos durante la primera y segunda guerra mundiales, especialmente las causadas por los nazis, pero más allá de las calamidades que hayan sufrido pueblos enteros, la invención de la vacuna no es un milagro, no se trata de un prodigio sobrenatural, sino que es el resultado de la investigación científica y la dedicación profesional de especialistas de universidades, instituciones de salud y laboratorios farmacéuticos que cuentan con el apoyo de sus gobiernos y sociedad, no como en México donde el presidente recortó presupuestos de instituciones de investigación científica y considera a la ciencia una práctica neoliberal, capitalista y maligna, porque va contra la fe y espiritualidad.
No sirven para nada estampas con imágenes religiosas, no funciona el agua bendita, es mejor el gel desinfectante, tampoco funcionan los rezos, pedimentos, oraciones o peregrinaciones; lo que sirve será la vacunación masiva, demostrándose la validez y eficacia de los medicamentos inventados por la ciencia que opera en base al trabajo, dedicación, esfuerzo, teorías, hipótesis, conjeturas y refutaciones, hasta que se demuestra objetiva y experimentalmente cualquier descubrimiento o invento, como las vacunas recién inventadas que todos deseamos se nos apliquen para evitar morir o enfermar. La mayoría de mexicanos son como el presidente: religiosos, fundamentalistas, místicos, devotos, guadalupanos y marianos que creen en seres sobrenaturales y poderes divinos a los que se puede invocar por mediación de la virgen ante su Hijo o por la intervención de un santo, mártir o patrono de pueblo, suponiendo que así se violaran las leyes de la naturaleza y el curso normal de los acontecimientos del universo para que se cumpla un capricho o pedimiento, ofreciendo a cambio algún sacrificio, acciones que en esta pandemia no han servido de nada ni en las anteriores, porque incluso los sacerdotes y el Papa están esperando sean vacunados por científicos, sabiendo que sus oraciones no han servido para nada, excepto que supongan perversamente fue Dios el que inspiró a los inventores de la vacuna, porque así es la mayoría, el médico los salva mediante sus conocimientos científicos y teorías que antes y ahora siguen siendo condenadas por la iglesia, y en lugar de agradecer al personal médico, salen del hospital a agradecer a Dios, ese Dios que en esta pandemia se escondió para evitar el reclamo que deberían hacer los familiares que perdieron hijos, padres, hermanos o amigos. Debemos hoy agradecer sinceramente a la ciencia y a los médicos, no a entes sobrenaturales o deidades de dudosa reputación que en esta pandemia han demostrado su inutilidad o malignidad.