Carlos Villalobos
Así es, la gestión desde cualquier ámbito del conocimiento y de la vida diaria, debería ser un abrazo.
Aunque la idea de abrazar probablemente sea un concepto, demasiado hippie y además que esté fuera del entorno academicistasta/pragmático de la toma de decisiones, quienes toman las riendas de nuestra sociedad deben tener claro que sí llegaron a esa posición, no es por “mostrar músculo” o por haber despilfarrado dinero en periodos electorales, están ahí, por el ejercicio democrático que es votar.
El que hayan sido escogidos tiene también que ser considerado como un abrazo, porque el voto, además de la expresión máxima de nuestra joven democracia mexicana, también implica la toma de una decisión en aras de que a nuestras comunidades les vaya bien.
Desde que el término “Gestión Social” ha aparecido en el léxico común y corriente, alimentado por ejemplo en Oaxaca por los bloqueos y manifestaciones impulsadas por organizaciones con pliegos y demandas variadas, ha perdido de foco un pilar, que es aprender de los errores para mejorar y atender las necesidades.
De lo anterior, aunque pareciera discurso de una empresa privada se pueden desprender dos cosas; la primera, que para poder hacer gestión social en toda la extensión del concepto, quienes toman decisiones tienen que estar consientes que no hay modelo finito, perfecto e inalterable, ya que las condiciones tan cambiantes a las que nos enfrentamos todos los días hacen que como sociedad tengamos que aprender constantemente; y la segunda y que creo que es el núcleo del fallo de la gestión social, tiene que existir una disposición al diálogo, sin importar tu raza, color, filiación partidista o religión, siempre y cuando todos los involucrados están dispuestos a mejorar las condiciones de todas y todos.
Parte del círculo virtuoso, probablemente se pueda derivar de aquella frase del presidente “Abrazos y no balazos”, pero para llegar a ello es importante generar las condiciones necesarias para que pueda existir diálogos equitativos y además formas a ciudadanas y ciudadanas que estén dispuestos a negociar, antes que a imponer.
Hoy, de cara a la renovación de gubernaturas, así como el inicio del proceso de elección presidencial, debemos de olvidar el cortoplacismo, hoy terminemos de formar ciudadanos desde pequeños y pequeños, después nos ocupamos de la coyuntura.
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