Presenta su novela “Perder el reino”
Renato Galicia Miguel
Fray Juan de Zumárraga mandó a morir en la hoguera al texcocano Ometochtli el 30 de noviembre de 1539 y 482 años después el escritor Israel García Reyes (Ciudad de México, 1977) envía al franciscano al inframundo prehispánico y lo hace “Perder el reino” –el celestial católico– en su novela histórica así llamada y publicada por Colectivo Editorial Pez en el Árbol y Dilema Ediciones este 2021.
De ascendencia zapoteca y mixteca, el también poeta toma revancha por el “Indio Carlos”, nieto del rey Nezahualcóyotl, precisamente a 500 años de la caída de Tenochtitlan.
–Pues a ver si no te excomulgan. Sobre el tema, veo mucho mejor tu solución literaria que la política de moda: eso de que el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador pida que los españoles de hoy ofrezcan perdón por la Conquista o, en otro plano, en el año 2000, las disculpas de Juan Pablo II a Giordano Bruno 500 años después que la Iglesia católica lo enviara a la hoguera por decir que el universo era infinito.
Responde al planteamiento el también autor de “Eve/ Proyecto Esfinge”, su primera novela: “enviar a Zumárraga al Mictlán o inframundo prehispánico es la parte de ficción de mi obra, pues la mayoría de ella está muy ajustada a los eventos históricos, y me pareció que tenía que cerrar con algo más para que no todo quedara en eso, sino que, en efecto, se propusiera una solución.
“¿Por qué le di ese trato a fray Juan de Zumárraga, el primer obispo de la Ciudad de México? Solo procuré respetar lo más que se pudiera al personaje. Él era muy estudioso, un hombre de Dios, un franciscano, el predilecto del emperador Carlos I, quien lo mandó a la Nueva España para proteger a los indios, al mismo tiempo que le dio el título de oidor de la Real Audiencia, el antecedente de la Santa Inquisición, por lo que a la vez que protegía a los indios, los condenaba: vivía entre el cielo y el infierno”.
Precisamente, por eso la novela se llama “Perder el reino”, porque al condenar a Ometochtli a la hoguera, de alguna forma Zumárraga estaba perdiendo su lugar en el cielo, que era lo que a él le interesaba, pues aparentemente no era un tipo ambicioso, sino un ser mesurado, comenta el escritor.
Aunque nació en el entonces Distrito Federal, Israel García Reyes se dice oaxaqueño, y con razón, pues no solo llegó a vivir a la ciudad de Oaxaca a los cuatro años de edad, sino que su mamá es de Zaachila y su papá de Santiago Apoala: sus genes son zapotecos y mixtecos.
Además de escritor, es editor de libros y en periódicos, en el diario “Noticias” en la actualidad, donde también se desempeña como máster web.
Pero sobre todo es un tipo irreverente, dueño de una sonrisa irónica que no puede evitar y, en ocasiones, de un humor corrosivo que se agradece en estos tiempos de corrección política y de supuestas generaciones de cristal.
Por otro lado, aunque ya había pensado en escribir sobre el universo prehispánico, a Ometochtli lo descubrió por accidente cuando estaba investigando sobre Gonzalo Guerrero, el conquistador español que terminó combatiendo y muriendo del lado indígena.
Ometochtli le llamó mucho la atención por ser un personaje de la nobleza texcocana, formado en el Calmécac tenochca para ser gobernante, pero que a la caída de este imperio fue adoptado por la casa de Hernán Cortés, donde aprendió castellano, fue bautizado como Carlos –el nombre del emperador– y convertido en sirviente a la usanza española, aunque nunca perdió su orgullo por su cultura mexica, al grado de manifestarlo públicamente.
Hace cuatro años y medio inició la creación de su novela con las investigaciones y lecturas correspondientes. “Fue una coincidencia que la concluyera en vísperas del aniversario de los 500 años de la caída de Tenochtitlan: de hecho, el primer borrador lo tenía desde el año pasado y fue entonces cuando me di cuenta que era una buena oportunidad para buscar publicar la novela”, aclara.
–Pero, insisto, ¿por qué enviaste a Zumárraga al inframundo?
—De hecho, eso ocurrió. La cripta donde están los restos de fray Juan de Zumárraga se encuentra en la parte subterránea de la Catedral metropolitana de la Ciudad de México, en la zona donde estaba el Tzompantli, en terreno sagrado del Mictlán.
—Definitivamente te van a excomulgar, sobre todo porque también tocas en tu obra lo terrible de la evangelización, que quizá fue la peor conquista. Pero en particular, ¿qué piensas de que tu solución literaria pueda ser mejor vista que las tan fantasiosas de la política?
—Los del gobierno son actos políticos, como lo mencionas, que realmente no solucionan nada, pero creo que hablar de estos temas es importante porque existen muchas heridas abiertas todavía: hay racismo y clasismo en México como nunca antes.
“Y no solo no se están resolviendo estos problemas, sino que se incrementan. Son abismales las diferencias entre lo que posee la clase alta privilegiada y la masa en la que nos movemos y tratamos de sobrevivir todos”.
De alguna manera, comenta, esas diferencias son herencias de la Conquista y el Virreinato, y todo eso hay que discutirlo, aprovechando que se conmemoran en este 2021 los 500 años de la caída de Tenochtitlan.
Y más todavía porque, “en el papel, en el discurso oficial se les da un lugar a las culturas precolombinas, pero en la práctica no”.