Carlos Villalobos
La industria creativa, que para fines prácticos llamaremos “industria Naranja”, principalmente se refiere a todos aquellos que se dedican a generar contenidos de propiedad intelectual, es decir, escritores, cineastas, ilustradores, programadores de videojuegos, productores multimedia y demás disciplinas y profesiones que requieran de la creación para la generación de ideas.
Al no depender directamente de otras industrias, la idea y la creación ha crecido de forma exponencial en el mundo, pero especialmente en México. De acuerdo con cifras reveladas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la economía naranja ha crecido en al menos 70% en de 2010 a la fecha. Todo esto sin considerar la llegada de la COVID-19.
Otro de los análisis que apuntan a que la industria creativa debería de posicionarse de una forma más efectiva en la agenda pública, es el realizado por el Instituto Mexicano para la competitividad (IMCO), el cual ubica el impacto de la industria naranja en 4% del Producto Interno Bruto, es decir el valor total de los bienes y servicios finales producidos por un país, durante un tiempo definido.
Uno de los principales puntos a favor de esta industria se sitúa en que el factor principal de producción es la capacidad intelectual, lo que se convierte en la capacidad de desarrollar ideas y proyectos.
Otra cuestión a favor de esta industria es que la generación de negocios y ganancias a partir de las ideas es que justamente esas ideas en grupos sociales tienen un mayor potencial de impacto cuando se llevan a la colectividad, partiendo de una idea de lo singular al beneficio en lo social.
Finalmente, una característica, que considero, termina por potenciar esta industria es que una pasión se puede convertir en un modo de vida, pero principalmente en un modelo de negocios.
Sin embargo, no todo pinta para bien, ya que, aunque la industria naranja cuenta con lo necesario para destacar en la economía mexicana, lamentablemente se atravesó la pandemia por COVID-19, lo cual hizo que quienes ya contaran con un modelo de negocios establecido, tuvieran que voltear al ciberespacio y hacer el recambio de una forma abrupta.
A pesar de ello, el origen y desarrollo de esta industria creativa, se basa en la información y en el conocimiento, y cuenta con la particularidad fundamental de la adaptabilidad. De ahí que muchos emprendimientos vieran sus características fundamentales potenciadas al máximo, utilizando dispositivos inteligentes y el internet como su principal arma de defensa.
¿Qué queda por hacer para terminar de potenciar esta industria? Principalmente dos acciones desde mi perspectiva: La primera, relajar los esquemas de impuestos para profesionales en el área, ya que tan solo tenemos que recordar que como ‘freelancers’ o industrias de entretenimiento, últimamente la carga desde los órganos de procuración fiscal ha ido tras todas las ganancias que se han generado en internet sin tener el tiento de diferenciar entre grandes conglomerados y profesionales independientes; principalmente a través del alza de servicios digitales.
Y la segunda, el impulso desde los centros de conocimiento del país a la innovación y a la generación de proyectos que partan de la creación de contenidos enfocados al entretenimiento y a las ideas, teniendo como punto principal el uso de tecnologías de la información, ya que, al competir en un mercado global, hay nicho para todos, el chiste es encontrar a todos aquellos ávidos por la pasión que se quieran desarrollar.
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