Enrique Domville
Somos por naturaleza seres pensantes, con evolución de crecimiento tanto en lo físico como lo mental, este último requiere conocimientos los que a lo largo del tiempo vamos aprendiendo, cosas útiles para sobrevivir o para satisfacernos en los diferentes aspectos de la vida, que buscamos compartir en sociedad; una comunidad que aprueba nuestro comportamiento en el núcleo en que estamos, con sus defectos y aciertos y la manera personal de hacer las cosas. Esto es la base de nuestra relación con el exterior. Del que tenemos ejemplos que inician a temprana edad, nos dan conocimientos y maneras de comportarnos desarrollando curiosidad por temas diversos que queremos investigar, conocer de ellos siempre dentro del marco social que nos pone límites como lo bueno y malo, además están nuestras emociones que asociadas a los gustos nos permiten buscar lo anhelado, la sensación de bienestar. Una manera de expresarnos es el comportamiento con el que somos juzgados en la sociedad dentro de los límites mencionados.
Una de las maneras de actuar es a través de los hábitos que según el diccionario Oxford: Es la práctica habitual de una persona, animal o colectividad. Dentro de la literatura, se encuentra otra palabra, a veces utilizada como sinónimo y es la costumbre que de acuerdo con algunos autores tiene diferencias, en sus teorías, existe diferencia entre ambas, como el primero es un acto que se realiza sin esfuerzo, en cambio el segundo, es un acto que se hace con frecuencia para tornarse en costumbre; otra diferencia nos dice que se puede adquirir en cualquier momento, la costumbre se puede originar desde la niñez, los hábitos están relacionadas a la persona como son los educativos, alimenticios, deportivos. En las costumbres, se habla de religiosas, culturales, patronales. Ambas se pueden modificar con entrenamiento, siendo los hábitos personales menos difíciles que las costumbres que pueden ser generalizadas. En ambos casos interviene la voluntad para lograr el cambio, pero recordemos que las emociones se reflejan en éstas. Los hábitos pueden volverse obsesiones y maneras de comportamiento que con reeducación se modifican, como la conducta del alcohólico. Kant (1724-1804) dijo: “El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca”. No todos somos iguales, ni tenemos la misma percepción. Existen numerosos tratados en la historia los cuales están relacionados con la conducta del ser humano ante diferentes situaciones de comportamiento para el logro de un objetivo. Un ejemplo es “El arte de la guerra”, escrita por un general chino, Sun Tzu entre los años 400. C. y 320 a. C. aproximadamente, en que habla de debilidades para obtener la victoria; señaló la pasión irracional y no hacer un ataque por ira o cólera, el éxito es vencer sin luchar. Otro de los grandes autores, Nicolás Maquiavelo, cuyo libro “El príncipe” donde el autor da reglas para gobernar dependiendo de cómo se obtuvo el poder y de donde, Napoleón Bonaparte, sacó en conclusión que el fin justifica los medios. Otros consideran que esta idea ha hecho daño a la humanidad por su pasión por el poder. Aldous Huxley (1894- 1963), se refiere a éste mismo tema de esta manera, “Los fines no pueden justificar los medios, porque los medios usados determinan la naturaleza del fin alcanzado”. Esto está en contra de la ética y las buenas costumbres. Una de las causas determinantes del hacer, está dominado por el querer y la ansia eterna del poder. En un mundo de temerosos y valientes, las respuestas con agresividad están dominadas por la pasión de la ira y no por cumplir tu voluntad. John Stuart Mill (1806-1873), en sus trabajos nos dice “La disposición natural humana (sean gobernantes o ciudadanos) es de querer imponer nuestra voluntad a los demás”. Es una actitud desde siempre, en época reciente, Michael Sandel profesor de Harvard, dice: “La moral debe implicar, lo relativo a la forma de tratarse mutuamente entre los seres humanos”. El respeto entre nosotros es de capital importancia, debemos empezar ya.
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