Ismael Ortiz Romero Cuevas
Puedo decir como experiencia propia, que no tengo la mejor imagen de Pablo Milanés. Hace unos 20 años más o menos, cuando me iniciaba como reportero y editor, me invitaron a cubrir un concierto que el cubano daría en el teatro “Álvaro Carrillo”. El empresario que lo traía a la capital oaxaqueña me solicitó para que acudiera a realizarle una entrevista, previo al concierto y después, quedarme tras bambalinas, a ver el recital. Un día antes del show, me citaron en un conocido y elegante restaurante de la capital oaxaqueña, cuyo balcón tiene como vista el zócalo cuando aún no estaba invadido, para llevar a cabo la entrevista; treinta minutos antes de la hora que me habían confirmado me la cancelaron argumentando que el artista no se encontraba dispuesto para platicar en ese momento. Hasta ese punto lo entendí, pues ¿quién con un poco de lógica cita a un periodista para realizar una entrevista a la hora de la comida?
Después de la cancelación, me citaron en la tarde-noche en el entonces hotel “Camino real”, donde ahora sí, me aseguraron estaría Milanés para la entrevista; pero llegando al hotel me dijeron que no podía a esa hora y me dijeron que si lo esperaba hasta a las 10:00 de la noche aproximadamente, podría entrevistarlo; como reportero valiente acepté y esperé a que diera la hora; sin embargo, me la volvieron a cancelar para el día siguiente por la mañana. Ya molesto por lo que consideré una falta de respeto, aunque se tratara de Pablo Milanés o quien fuera, les dije que no, que mejor llegaba una hora antes del concierto al teatro para la entrevista, esperando que me confirmaran si era posible; me dijeron que no había ningún problema y que ahora sí, estaría dispuesto.
Llegué al teatro como había acordado. El asistente personal del empresario me recibió en la entrada de camerinos y se fue platicando conmigo hasta donde se encontraba Milanés. Afuera, un grupo de más de diez personas custodiaban su puerta, impidiendo el paso a quien ellos consideraban, pudiera importunar la calma de la estrella. Hasta ahí, no encontraba algo fuera de lo común en ese comportamiento y a esas alturas, ya había entrevistado y tenido contacto con un número considerable de famosos y súper estrellas, que siempre tenían un equipo para solventar sus necesidades. Es más, en ese mismo recinto, tiempo atrás había yo entrevistado a Armando Manzanero, Martín Urieta, Eugenia León, Margarita Gralia, Kate del Castillo y Leo Dan, quienes se portaron a la altura. Pero con Milanés fue distinto. Un hombre le tapó el paso al enviado del empresario que me había invitado al evento; mi compañero fotógrafo y yo, nos detuvimos detrás de él, la persona le explicó de parte de quién íbamos y el mensaje pasó de boca en boca, hasta que alguien entró al camerino para decirle ese y quizá algunos otros pendientes, porque tardó más de media hora en salir. Cuando salió se dirigió a quien nos llevaba y le dijo en voz alta y en tono un tanto socarrón que Milanés, no daba entrevistas a medios locales, pequeños ni a periodiquitos ni revistitas de tres pesos. Nuestro anfitrión le explicó que quien lo contrató le había mencionado de esa plática, pues era un acuerdo comercial con el medio para el que yo trabajaba en ese entonces, como parte de la promoción del recital; el emisario de Milanés le respondió que le hiciera como quisiera, pero que no daría ninguna entrevista. Apenado, el chico me dijo que esperara, a lo que le respondí que su jefe hablara con el jefe de redacción del medio para el que yo laboraba y con el área de ventas, para que llegaran a un acuerdo, porque yo no me quedaría después del terrible comportamiento que por cierto, contrastaba al extremo con el discurso libertador y simpatizante de las minorías que siempre tenía como bandera. Me pidió que aunque sea me quedara al concierto para que mi compañero tomara unas fotos, a lo que nos negamos; ¿cómo podía hablar bien de un artista que me trató como lo hizo? Y no es que me sintiera un periodista importante o famoso, pero considero que todos los trabajos merecen respeto y yo, que solo hacía el mío, lo denigró aun yendo en contra de sus supuestas ideologías, de sus letras revolucionarias y llenas de “amor”.
No puedo negar que un gran artista, sí fue Pablo Milanés. Que, como cantautor y trovador, la música ha perdido a uno de sus más grandes exponentes. Sin embargo, por el testimonio de quien me acompañó en ese momento y algunos otros que escuché a lo largo de mi trayectoria en medios de comunicación, pude constatar con verdadero asombro que como persona fue fanfarrón, maleducado y nada respetuoso con la gente que le rodeaba. Gran defensor de la revolución cubana y de la igualdad entre las personas, sus actitudes, cuando ya era un artista consagrado, siempre fueron contradictorias con su discurso; sin embargo, sus canciones seguirán siendo siempre maravillosas.
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