CONTRAFUEGO || Golden y Homero Simpson

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Aurelio Ramos Méndez

El 15 de abril de 1981 Janet Cooke, de The Washington Post, devolvió el premio Pulitzer que había recibido sólo horas antes por la publicación de la estremecedora historia de un niño de ocho años adicto a la heroína, suministrada incluso por su madre; historia que –confesó la autora—era enteramente falsa. El dos veces Pulitzer, Tim Golden, en un rapto de honestidad, debería devolver los suyos.

Golden acaba de publicar una descomunal “volada” sobre supuesto financiamiento del Cartel de Sinaloa a la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador, en 2006; patraña cuyo principal acusado, el chofer Nicolás Mollinedo –inverosímil recipiendario de ¡dos millones de dólares! del narco La Barbi–, desbarató con abrumador sentido común:

Si la información fuera verdad, Felipe Calderón no hubiese desaprovechado la oportunidad de desacreditar al ahora Presidente de la República. 

Es cierto. Tan desesperado estaba Calderón por aquellos días en la defensa del fraude electoral mediante el cual usurpó la presidencia, que llegó al extremo de sacar el ejército a las calles para intimidar a la población, con la engañifa de la guerra contra el narcotráfico. 

Como un murciélago revolotea en el ambiente la duda de si este periodista gringo se tragó sin masticar las mentiras de la DEA –principal fuente de su información—o si de manera deliberada y por un puñado de dólares se prestó a respaldar, en temporada electoral, la oposición en nuestro país.

Lo único claro por ahora es la absoluta falsedad de su reportaje –desmentido hasta por exdirectivos de la DEA– publicado en ProPublica y refriteado hasta la náusea por periodistas acríticos o venales, que no se han tomado la molestia de corroborar la veracidad ni pedirle a Golden al menos una leve prueba de sus dichos.

Se entiende la capitulación ética de estos comunicadores. Algunos son tan famosos, laureados y falsarios como varios ganadores del Pulitzer –entre quienes se cuenta Homero Simpson, el pelafustán de la serie de dibujos animados—u otras preseas del periodismo norteamericano glorificado por el cine.

Del reportaje de Golden sorprende no el recurrente embuste de involucrar en el narco a gobernantes, funcionarios y políticos latinoamericanos y de otras latitudes, sino que a estas alturas de la historia todavía haya quienes le creen –o fingen creerle— a referida agencia.

Hasta el más desprevenido de los observadores sabe de lo que es capaz esa manada de cuicos güeros con tal de entrometerse en la política interna de las naciones donde operan, intervencionismo en el cual cretinos periodistas de investigación –prohibido voltear a ver a Anabel Hernández– sirven de palafreneros.

Desde hace más de medio siglo, cuando en plena Guerra Fría el comunismo perdió valor como argucia para la intromisión norteamericana en nuestra región, el pretexto para ello pasó a ser el tráfico de drogas. 

Ha sido farsesco el empeño del Tío Sam de combatir el tráfico de substancias ilícitas. De haber sido real, el ejército más poderoso del orbe hubiera empezado por casa, lo cual no se ha visto por ninguna parte.

Bajo tan hipócrita cubierta, eso sí, el Pentágono y las agencias de seguridad, particularmente la DEA, se han metido hasta la cocina y han hecho lo que han querido –sobre todo presionar gobiernos y traficar drogas– en nuestros países. 

Negocio redondo. Según organismos internacionales, 95 por ciento del dinero que genera el comercio de drogas ilegales se queda en bancos norteamericanos. 

Y las presiones incluyen la exigencia de comprarles –¡a los gringos, obviamente!– armas y equipos para las policías e institutos militares:

Aviones, lanchas rápidas, camiones y transportes terrestres; instrumentos de inteligencia; rifles, metralletas, visores nocturnos, rayos infrarrojos… Parafernalia que absorbe ingentes cantidades de dinero de las naciones pobres.

Tiene explicación la artera calumnia de Golden apoyada en chismes de la DEA. 

No deben estar muy contentos los capos de esta punta de mafiosos, si a su llegada al poder Amlo los echó a empellones y replanteó luego los términos de su presencia en México.

Menos aún si ahora mismo el tabasqueño le ha exigido no a la DEA, sino a Joe Biden, pruebas o disculpas por los infundios de Golden.

El fraudulento trabajo por el cual Cooke tuvo que devolver su Pulitzer –“El mundo de Jimmy”– fue publicado en la primera plana del Post, el 28 de septiembre de 1980. No ha sido, sin embargo, el único caso de engaño y burla de la prensa estadunidense al público.

De hecho, a las prácticas profesionales del comunicador epónimo de la prestigiosa distinción, Joseph Pulitzer, y a las de su competidor William Randolph Hearst se les debe la forja del término “amarillismo”, alusivo a la manipulación y el sensacionalismo.

En la historia del periodismo también es famosa la guerra de información que a finales del siglo XIX Pulitzer y Hearst libraron desde sus respectivos periódicos, con la guerra hispano-estadunidense como trasfondo.

Hearst inventó un reportaje sobre un ficticio coronel austríaco que combatía en Cuba del lado español. Pulitzer, tan sagaz como inescrupuloso y decidido a no dejarse vencer por la competencia, informó al día siguiente, en exclusiva, sobre la muerte en combate del inexistente coronel.

Más recientemente, resalta el caso de Stephen Glass, quién durante cuatro años, hasta 1998, inventó 27 de 41 acontecimientos noticiosos reseñados para la revista The New Republic.

La invención de noticias no ha sido, ciertamente, privativa del periodismo norteamericano. En la alemana Der Spiegel fue escandaloso el caso de Claas Relotius, quien se inventó 120 reportajes publicados en esa revista.

Y en nuestros lares ha hecho fama y dinero un columnista –nuestro Glass– que a diario les ofrece a sus lectores, sin prueba alguna, datos ultraconfidenciales, obtenidos en entrevistas asombrosamente logradas en el momento preciso, con los emisores más idóneos y encumbrados, y con datos y opiniones en el sentido más convenientes para el periodista.

No estamos ante un caso extraordinario de “suerte de reportero”, sino de uno equiparable al de Homero Simpson, quien en un capítulo de la famosa serie, hace dos décadas, recibió el codiciado premio de la Universidad de Columbia por una página web de su creación, en la cual, bajo el pseudónimo de Señor X, publicaba cotilleos y noticias falsas.

Una de esas colosales falacias del insolente progenitor de Bart Simpson fue que la vacuna contra la gripe era utilizada para lavarle el cerebro a la gente. 

Bulo esté lanzado con idéntica irresponsabilidad a la de algunos comunicadores que en nuestros pagos, en el momento más intenso de la pandemia, se dedicaron a desacreditar vacunas anti-covid. 

¡Que Homero se quede con su galardón, pero que Golden devuelva los suyos!

RESCOLDOS

Se está tardando Sanjuana Martínez en dar a conocer pruebas convincentes de sus dichos sobre corrupción en Notimex. Y su demora propicia la intromisión en el asunto de logreros de toda laya. Como esa quinteta denominada Grupo Plural del Senado, de la cual Germán Martínez Cázares y Emilio Álvarez Icaza son los más desvergonzados…

¿No que no? Xóchitl Gálvez va camino de convertirse en genuina candidata ciudadana. Del trípode partidista que sostenía su candidatura el PRD ya no existe, el PAN es una entelequia y el PRI se halla en acelerado desmoronamiento. La semana pasada el tricolor registró deserciones masivas en Edomex, Puebla, Guerrero y Colima…

Salomón Jara está ante una nueva oportunidad de demostrar que en Oaxaca el combate a la corrupción no es jarabe de pico. Encara la obligación de ordenar una investigación a fondo sobre la conducta de funcionarios de la secretaría de Fomento Agropecuario, encabezados por Víctor López Leyva. Sobre los escritorios del gobernador y el Presidente ya hay denuncias concretas…

aurelio.contrafuego@gmail.com

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