Aurelio Ramos Méndez
Si tuvieran al menos una leve noción de la vergüenza, los siete ministros de la Corte derrotados en su obcecación de frenar la reforma judicial hubieran renunciado en el acto, tan pronto se terminó la sesión del máximo tribunal en que exhibieron de fea manera la fragilidad ética y aun la complicidad que los hermana.
Ante la falta de grandeza de esos togados para hacer mutis por el foro, sería una irresponsabilidad suprema de los dos otros poderes del Estado, Ejecutivo y Legislativo, consentir su permanencia en el Judicial los próximos nueve meses.
Todos excepto uno de estos ministros, dejarán vacantes sus puestos en agosto próximo, por efecto de renuncias ya presentadas como condición para tener derecho a regios, estratosféricos haberes de retiro.
Es razonable, por ello, la perceptible exigencia social de que estos juristas se vayan a casa cuanto antes, si no por voluntad personal motivada por el pudor, sí por la acción de las ramas del poder obligadas a tomar cartas en el asunto.
Se antoja obvia la observación predictiva sobre el grave daño que personajes de la catadura moral de estos ministros podrían causarle al país en el plazo de la gestación de un bebé.
Resulta pertinente, además, demandar la indagación rigurosa del desempeño de cada uno de ellos, en justificada búsqueda de cochupos consumados durante el tiempo que han estado en su encargo.
Las impugnaciones a la reforma fueron desestimadas gracias a que el ministro Alberto Pérez Dayán fue valientemente consecuente con su trayectoria judicial.
Opositor como los siete a la reforma, él sin embargo honró la congruencia de sus votaciones, lo cual lo separó del veleidoso combo, pero a la vez lo expuso a la ruindad de ser considerado desleal y traidor.
Implosionado el bloque antirreforma, modificada la correlación de fuerzas en el tribunal constitucional, lo que los mexicanos vimos en la sesión no fue un debate intelectualmente honesto, con discrepancias ideológicas o de interpretaciones jurídicas; con congruencia, respeto y apego a la Constitución…
Vimos la acción concertada de una banda de maleantes capaces de cualquier cosa.
Se pudo constatar el absoluto descaro con que hicieron acrobacias retóricas para violar la Constitución y ajustarla a su conveniencia, lo cual tornó axiomática la fama de corruptos que envuelve a la mayoría de ellos.
Si hubo quienes dudaron de que en ese pelotón hay huizacheros que le han torcido el pescuezo a la Carta Magna con tal de liberar a grandes delincuentes, esto es algo que ya no requiere demostración, sino que merece ser creído a pie juntillas.
Si alguien presumía transas en la eternización de juicios y la condonación de impuestos por decenas de miles de millones de pesos a evasores como Ricardo Salinas Pliego, ya puede descartar la duda.
Y, si tan sólo se sospechaba que en las devoluciones archimillonarias de impuestos a empresarios sinvergüenzas había suculentos negocios, ya es factible pasar de la suposición a la certeza.
Los siete ministros despojados de su hoja de parra son Norma Piña Hernández, Juan Luis González Alcántara, Javier Laynez, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Luis María Aguilar, Jorge Pardo Rebolledo y Margarita Ríos Farjat.
En la discusión sobre la reforma sólo quien no quiso no vio a estos rábulas tratar con absoluto cinismo de hacer de las suyas.
Con desprecio por una larga historia de fallos en idéntico sentido en casos de controversias constitucionales, esta vez –¡al diablo la jurisprudencia!—, debido a claros motivos políticos, mutaron su criterio con la facilidad de quien cambia de calcetines.
“Cambiar de criterio no está prohibido”, alentó la feria de chaquetazos la presidenta Piña Hernández, en uno de sus muchos momentos de desesperación y capitulación ética.
Con madruguetes y leguleyadas desdeñaron fases de definitividad de la reforma, con el argumento de que ellos –¡lástima, Margarito!— habían cerrado temprano la etapa de trámite de los recursos y estaban ya en fase resolutiva.
Luego hicieron hasta lo imposible para negarle rango constitucional a la reforma y considerarla en cambio una mera ley federal electoral, y le regatearon al Congreso la condición de constituyente permanente para dejarlo en simple poder reformador.
Es decir, buscaron despojarlo de sus facultades para realizar modificaciones constitucionales de gran calado.
Al escuchar a esos adalides del Derecho fue inevitable preguntarse dónde estaban cuando Peña Nieto concretó los llamados cambios estructurales.
O, cuando Salinas, carente de pueblo atrás –se había robado la Presidencia—, con la complicidad del PAN hizo algunos de los cambios más profundos del total de 500 que ha sufrido desde su expedición la Carta Fundamental.
Develaron los siete sus intenciones no sólo obstruccionistas sino francamente golpistas cuando el ponente, González Alcántara, señaló que en el trámite legislativo de la reforma no hubo vicios ni violaciones legales o reglamentarias…
Haciendo con sus manos la figura de dos tarántulas, Piña Hernández apuntó entonces tenebrosa, como anticipando la enmienda del dictamen de su conchabado, de ser necesario: “bueno, eso dice el proyecto…”.
En el colmo del ánimo golpista y la determinación de tumbar la reforma, indiferentes al hecho de que la nación entera podía estar viendo sus desfiguros, los ministros recurrieron a la marrullería de pretender modificar la aritmética.
Intentaron establecer que las dos terceras partes de once son seis, con lo cual aspiraban tirar a la basura la reforma por voluntad de sólo seis picapleitos…
No seamos ingenuos. Una corte de tinterillos dispuestos a todo tiene que ser sustituida sin demoras.
BRASAS
Al celebrar su amplia victoria en la elección presidencial, el desquiciado misógino y antiinmigrante Donald Trump agradeció con especial vehemencia el apoyo de la migrante eslovena, Melanija Knavs.
“Gracias a mi fantástica mujer Melania, la primera dama”, le dijo besándole la mejilla. No era para menos su gesto de gratitud.
A lo largo de la campaña la exmodelo y empresaria que ha sufrido toda suerte de agravios de su marido, despreciable convicto de gruesos delitos, le dio respaldo irrestricto aun en momentos en que parecía inminente la perspectiva de hacer visitas conyugales en una prisión.
Consideraciones debidas a su condición de exmandatario eximieron al amigo y admirador del golfista Arnold Palmer –de quien ha elogiado con elocuencia su constitución física: “Por Dios, ¡eso es increíble!”– de jurar como el presidente 47 en una celda y con uniforme anaranjado.
Lo más lamentable, sin embargo, es que Trump consiguió su triunfo en las urnas en parte gracias a inmigrantes desclasados –muchos de origen mexicano—, a quienes él aborrece.
Y, lo peor, que no únicamente allende el Bravo tiene adeptos mexicanos sino también en nuestro territorio. El grueso de la oposición, por ejemplo.
Díganlo si no el abstruso dirigente del PAN, Marko Cortés y un puñado de políticos, intelectuales y periodistas que presionan a nuestro gobierno con la finalidad de que admita la tipificación como terrorismo de la barbarie del narco.
O el cretino columnista de Reforma y la revista Etcétera, Pablo Majluf, quien obnubilado por el odio publicó lo siguiente:
“Ojalá, como anticipan algunos, Trump perjudique seriamente a nuestra dictadura bananera. Lo veo difícil e incluso creo que se pueden acomodar y beneficiarse mutuamente. Pero amarremos navajas como se pueda. Veo tres ideas de cajón para la resistencia mexicana: 1. Promover la clasificación de narcos como terroristas (que lo son). 2. Apalancarnos contra la agenda woke acá, ya parte central del régimen. 3. Utilizar Starlink y plataformas similares para eludir las garras del régimen en Internet y el sistema fiscal”.
En modo alguno puede decirse de estos desnacionalizados que no saben lo que hacen. Al contrario.
Presionan a sabiendas de que, por esa vía, podrían propiciar la aplicación unilateral y extraterritorial de leyes gringas, las cuales, so pretexto de perseguir al terrorismo, autorizan al Tío Sam meter las narices en todas partes.
A estas alturas de la historia, ya está claro que nada haría más feliz a la derecha mexicana que forzar la intromisión diplomática e incluso una eventual intervención militar gringa en nuestro territorio.
¡Ni modo entonces de no colgarle el título de vendepatrias!
RESCOLDOS
La sentencia de 38 años de cárcel a Genaro García Luna indujo a Felipe Calderón Hinojosa emprender una campaña mediática preventiva para salvar su pellejo. Se reunió en España con el publicista Carlos Alazraki, quien ahora propala que el usurpador de la Presidencia está en la inopia. Que se moviliza en bicicleta, habita un departamento modesto de 70 metros, carece de dinero y vive del producto de sus conferencias y menguantes ahorros. Así, con ayuda del publicista venal a quien el PRIAN le llenó de oro las alforjas cuando la corrupción estaba en buenas manos, Calderón quiere verles cara de estúpidos a los mexicanos…
“¡No estamos en un mitin!”, le recriminó el tono a su colega Lenia Batres, el ministro Luis María Aguilar en la histórica sesión de la Corte, el martes 5. Sólo para que, minutos después, él mismo exhibiera su talante mitinero. Megáfono en mano, salió a la calle para agradecerles a los trabajadores paristas su arrojo boicotero. “Son ustedes el alma del Poder Judicial”, les dijo, sin reparar en que exhibía un almario vacío. Porque ninguno de esos trabajadores dio señal jamás de sospechar siquiera de la ductilidad ética de la mayoría de ministros, muchos de ellos sus jefes directos o parientes.
aurelio.contrafuego@gmail.com
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