CONTRAFUEGO || El terrorista y sus lacayos

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Aurelio Ramos Méndez

En unas cuantas horas el primer presidente de izquierda de Colombia, Gustavo Petro, despojó de su careta de invencible y todopoderoso al arrogante terrorista y filonazi Donald Trump, y lo exhibió como patético matón de tira cómica, por más que los lacayos y Goebbels de bolsillo de este despreciable gringo tratan de venderle al mundo la versión de que fue él quien “dobló” al colombiano.

Recapitular sobre el ejemplo de dignidad de Petro es importante en momentos en ha sido declarada una guerra contra nuestro país, Canadá, China, la Unión Europea y la mayor parte del mundo por el demente y delincuente que gobierna la potencia hemisférica.

Es importante, sobre todo, ante la advertencia –así haya sido puramente retórica– del secretario de Defensa estadunidense, Pete Hegseth, en el sentido de que, de concretarse la clasificación como terroristas de los cárteles del narcotráfico, “todas las opciones estarán sobre la mesa” para “combatirlos”, incluida una invasión militar a nuestro territorio.

Petro respondió al tú por tú los abusos e insolencias del enajenado Trump, cuyas acciones han sembrado el terror –peor que si proviniesen de Osama Bin Laden o algún cartel del narco– entre millones de trabajadores indocumentados, incluidas familias enteras, a quienes persigue aun en escuelas, iglesias y hospitales con la finalidad de deportarlos.

El admirador y jefe del neonazi Elon Musk tuvo el atrevimiento de intentar devolver a Colombia, esposados y encadenados, en dos aviones militares, 201 migrantes –cual si se tratase, como es su caso, de temibles convictos de 34 delitos cada uno–, en su mayoría sin cuentas pendientes con la justicia. 

Petro dijo no. Y exigió, como era su obligación, el establecimiento de un protocolo de deportación y trato digno, no de criminales, para sus compatriotas. 

Con ello obligó al retorno de las aeronaves a territorio estadunidense y exhibió ante el mundo la vulnerabilidad del cavernícola que debería estar preso en Guantánamo no despachando en la Casa Blanca, y quien, naturalmente, montó en cólera.

El desquiciado mandatario norteamericano anunció entonces sanciones comerciales y financieras, entre otras, aranceles de 25 por ciento para productos colombianos. 

Aun a sabiendas de la abismal asimetría económica, Petro le contestó con acciones equivalentes, en la medida de las precarias posibilidades de su país.

Es factible, si la imaginación pone su parte, ver a Trump emberrinchado, rojo de ira, echando espumarajos y profiriendo maldiciones en contra del exguerrillero del M-19, con cuya ideología se puede estar o no de acuerdo pero a quien resulta imposible regatearle el respeto que merece quien ha arriesgado el pellejo por sus ideas. Algo de lo cual Trump no tiene ni la más remora experiencia.

Al cabo de unas horas el canciller Marco Rubio, a quien propagandistas proyanquis -en nuestros pagos destacadamente el columnista Raymundo Riva Palacio– pintaban como el más temible halcón del trumpismo, anunció la superación de la crisis diplomática colombo-estadunidense.

Humillación al dos por uno para el magnate de la greña anaranjada. Apenas días antes Rubio había sido ridiculizado por su jefe como un pelele. 

Había declarado que en la relación México-Estados Unidos él no es partidario de la clasificación de los narcos como terroristas, sino de buscar formas de colaboración binacional en materia de migración y drogas, en especial el letal fentanilo.

“Le tomamos la palabra (a Rubio)”, dijo entonces la presidenta Sheinbaum, sólo para que horas después su patrón mandase al diablo la sugerencia de colaboración y diera por iniciado el proceso para tal designación de terroristas, la cual a él le calza mejor que a nadie.

Rubió quedó en la condición de triste monigote, pero el domingo 26 le llegó el turno de cobrar venganza y dejó a Trump encuerado ante el mundo.

La superación de la crisis fue para el jefe y amigo del neonazi Musk la aceptación de las justas demandas de Petro: acuerdo de un protocolo de deportación, compromiso de no esposar, encadenar ni estigmatizar como criminales a los migrantes, e impedimento de utilizar en estas operaciones aviones militares.

¿Cuál fue la ganancia para el delirante presidente de los Estados Unidos? Refrendar su ralea de irredimible mentiroso. Y rescatar el sombrero del náufrago.

Buscó salvar su imagen apegado a la enseñanza de Roy Cohn, quien en los 50 fue su abogado –antes había sido abogado de la mafia y fiscal que llevó a la silla eléctrica a los famosos comunistas, los esposos Rosemberg: “Pase lo que pase, canta victoria. Nunca admitas una derrota”.

A propuesta de Rubio –jugando el dedo en la matadura que le duele al repugnante supremacista— el gobierno gringo sólo pidió libertad para emitir un comunicado con una narración manipulada de los hechos, con objeto de ocultar su derrota.

Comunicado cuyo meollo era la descarada mentira de que Petro había aceptado todas las exigencias del peligroso gobernante.

La adulterada y mendaz narración pintó de cuerpo entero a un gobierno más bien débil, a distancia sideral del que su caudillo pretende hacer creer a punta de baladronadas.

La versión fue profusamente propalada por la prensa del país autoproclamado adalid de la libertad de expresión, cuyos medios y prácticas informativas gubernamentales hacen babear de admiración a desnacionalizados líderes de opinión de nuestros lares, el principal Riva Palacio.

Desde las páginas de El Financiero este columnista emparentado con Vicente Guerrero –“La Patria es primero”—, hinchado de pueril petulancia hizo alarde de conocimiento sobre los intríngulis burocráticos para reportear en la Casa Blanca.

Y, con desprecio, le adjudicó el título de República Bananera al México del sexenio lópezobradorista, el de mayor respaldo popular de la historia reciente. Trump –dijo además con abyección– logró que Petro diera marcha atrás en su retadora beligerancia.

Fueron muchos los lacayos del terrorista número uno del mundo que sin pudor cacarearon la versión made in USA de que Petro hizo un terrible oso y le causó un daño irreparable a la defensa regional frente al aborrecible gringo.

¡El oso descomunal fue de Trump! Porque, si bien no se descarta que aun pueda aplicarle sanciones a Colombia –está suspendida de hecho la expedición de visas para viajar de ese país a EU—el exguerrillero le quitó lo bravucón en minutos.

Petro, mandatario del país que históricamente ha sido el principal aliado gringo en América Latina, marcó un camino de dignidad que, con toda seguridad, transitarán otros gobiernos amenazados por el ensoberbecido presidente norteamericano.

El mayor mérito de la gallarda actitud del colombiano estriba en que contribuyó de modo decisivo a empezar a perderle el miedo al matón del barrio. Qué bueno. La condescendencia inspirada por el miedo no garantiza que se amansará el rottweiler.

BRASAS

Lo dicho: Los arancelazos y las amenazas gringas contra la soberanía nacional encontraron a los mexicanos firmemente unidos en lo esencial. Son apenas un puñado los que respaldan no a la Presidenta Sheinbaum sino a Donald Trump.

Se destacan en el escenario de unidad las organizaciones empresariales, que mantienen de manera unánime su adhesión a la Jefe del Estado y hacen esfuerzos para ofrecer empleo y paliar la situación generada por el criminal que despacha en el Salón Oval.

En el reverso de la moneda, escamoteándole apoyo a la legítima representante de México, sobresalen organizaciones que nada representan, y algunos de los personajes más descalificados, causantes del estado de cosas que ha dado pie al acoso estadunidense.

Aquellos que mediante acciones y omisiones o a punta de patrañas exacerbaron los problemas que activaron el intervencionismo de EU e incluso han invocado la invasión militar de la potencia vecina a nuestro territorio.

¿Ejemplos? Felipe Calderón y su estúpida guerra por encargo contra las drogas, que hundió el país en la barbarie y potenció el poder del narcotráfico. 

El PRI de Alejandro Alito Moreno y el PAN de Marko Cortés y Jorge Romero, con su infame cantaleta de “abrazos, no balazos”.

Y, obviamente, Eduardo Verástegui, Ricardo Salinas Pliego, Lilly Téllez, Margarita Zavala, Vicente Fox, Germán Martínez Cázares, entre una caterva de vividores de la política, ansiosos por pescar en río revuelto. 

Salvo estos despreciables personajes más sus corifeos en los medios –los López Dóriga, los Ciro Gómez Leyva, Riva Palacio, Sergio Sarmiento, Loret, Brozo y compañía, el país está unido y haciendo causa común con el gobierno.

RESCOLDOS

Los cárteles de las drogas tienen una alianza con el gobierno de México, aseguró, sin la menor prueba, el gobierno de Estados Unidos en un comunicado, al anunciar la imposición de aranceles de 25 por ciento a productos mexicanos. Pero no dijo como se llama el hecho de que el gobierno de la principal potencia y con el ejército más poderoso del orbe no ha capturado en su territorio a ningún capo ni cartel formado por machuchones anglosajones. ¿Será que no existe ni uno solo, que los wasp, los blancos, anglosajones y protestantes son todos santos e inmaculados, y que las drogas de todo el mundo que allá circulan las mueven haitianos, centroamericanos, colombianos, mexicanos y de otras minorías? ¡A otro perro con ese hueso!

La foto de una tienda Walmart, de Texas, completamente vacía, y el anunciado boicot de latinos y canadienses a productos norteamericanos, hacen pensar que durará poco el uso por Trump de los aranceles como arma de guerra.  El gigantesco Walmart y otros monstruos gringos del comercio global importan de China volúmenes fantasiosos de productos, por lo cual ya cabildean en contra de Trump y sus aranceles…

aurelio.contrafuego@gmail.com

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista.

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