Aurelio Ramos Méndez
En tiempos de la 4T aún es factible forjar una carrera delictiva individual, rentable y de largo aliento, a la manera de la que Ismael El Mayo Zambada cursó en el narcotráfico –55 años sin ser incomodado y ni siquiera avistado por la justicia–, como lo demuestra el senador y dirigente del PRI, Alejandro Alito Moreno, quien ya cumple tres décadas de lucrativa vida político-criminal.
Con un prontuario que incluye delitos de enriquecimiento ilícito, peculado, uso indebido de facultades, defraudación fiscal y lavado de dinero, por los cuales la fiscalía de Campeche solicitó hace tres años su desafuero, la justicia le ha hecho lo que el viento a Juárez.
Alito pasea muy orondo su impunidad como si en 2018 no se hubiera instaurado un nuevo régimen ni el combate a la corrupción hubiese sido la bandera con que éste arribó al poder, y como si la corrupción no fuese hoy delito grave ni se hubiesen concretado la reforma judicial y otras acciones de asepsia social.
El dirigente nacional del PRI, cuya envergadura delictiva no se corresponde con el tierno hipocorístico que lo moteja, el cual le pone pantalón corto y lo inviste de una inocencia sobrecogedora, propia de un niño en trance de hacer su primera comunión, está siendo adicionalmente investigado por la FGR.
El ente de procuración de justicia que encabeza Alejandro Gertz Manero avanza a la vertiginosa velocidad de la tortuga con una indagatoria por delitos de enriquecimiento ilícito, desvío de fondos federales, fraude fiscal, uso de recursos de procedencia ilícita y tráfico de influencias, cometidos en su depredador paso de 46 meses por la gubernatura de Campeche.
Si bien la vocación delictiva de Moreno Cárdenas se potenció en 2015, tras la asunción de la gubernatura, la carrera del campechano en esa senda se inició en el porrismo estudiantil. Y se acrisoló después en las prácticas priistas, a las cuales el hoy cincuentón incursionó a los veinte. ¡Tres décadas cometiendo fechorías a la sombra de la política y el poder público!
Frente a semejante trayectoria, vale reconocer la sabiduría del refrán –ahora políticamente incorrecto– según el cual no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre.
Si hay un político que ha medrado y delinquido a sus anchas durante tres décadas es porque las instituciones no funcionan, y ha habido cómplices o indolentes que permiten el despliegue de conductas ilícitas.
Se entiende que tal permisividad haya sido posible durante el periodo del concubinato PRI-PAN en el poder, lo que no se entiende es que la impunidad persista en el gobierno de quienes se afanan en diferenciarse y dicen y repiten “no somos lo mismo”.
Durante meses la gobernadora Layda Sansores exhibió en el programa televisivo Martes del Jaguar y en cuanto foro tenía a la mano la densa corrupción de Moreno Cárdenas.
Los ciudadanos nos enteramos así de allanamientos de mansiones, documentos probatorios de negocios inmobiliarios; audios incriminatorios con revelaciones de cochupos publicitarios y complicidades de medios y periodistas, aderezados con lenguaje penitenciario…
El 17 de agosto de 2022 la fiscalía campechana presentó, con escaso ánimo, la primera solicitud de desafuero. El Legislativo lo engavetó y el gobierno de Sansores no movió ni un dedo para espolear a los legisladores; le bajó el volumen al asunto, de hecho, lo dio por cerrado, y a otra cosa mariposa.
Las acusaciones en contra del exgobernador estaban todas debidamente documentadas, pero la pasividad de Layda configuró en la opinión pública la idea de que las denuncias habían sido tan solo un chantaje. Una patraña para tenerlo prendido de su parte más vulnerable, con objeto de obtener apoyo político y legislativo del priismo a escala federal.
Desde su ingreso al PRI el campechano supo granjearse el apoyo de copartidarios que lo beneficiaron con puestos directivos, y asimismo ha tenido cargos de elección popular y administrativos jugosamente remunerados. En 2015, podría decirse sin embargo, el azar no le dio sino que lo puso donde hay: la gubernatura de su estado.
Tan afortunada trayectoria producto menos de la consistencia ideológica y el talento político que de un temperamento porril y pendenciero, no justifica ni con mucho el fabuloso patrimonio que le ha sido descubierto al líder del desvencijado PRI, y que él explica con 30 años de camellar y “donaciones” familiares, recibidas en 2005.
Residencias y departamentos de ensueño en Campeche y otros puntos del país y del extranjero, una veintena de terrenos urbanos y rústicos, con superficie de decenas de hectáreas, medios de comunicación y vehículos de súper lujo, todo a nombre propio y de parientes y testaferros, conforman tal patrimonio perfectamente explicable: la política y el “servicio” público.
Desde hace un mes y medio la carrera delictiva del exgobernador ha estado otra vez bajo los reflectores. En agosto el gobierno de Campeche presentó una nueva solicitud de desafuero, que el morenista Hugo Erick Flores, en su calidad de presidente de la Sección Instructora de la cámara baja, tiene convenientemente encajonada.
Y en septiembre, el gobierno de Layda empezó a expropiar terrenos de prestanombres de Alito, incluido uno a nombre de su madre Yolanda Mercedes Cárdenas, lo que indujo al dirigente del Revolucionario Institucional a decirse de nuevo víctima de persecución política y denunciar que las expropiaciones apuntan a la instauración en México del modelo de gobierno venezolano.
No existe razón alguna para suponer que, ahora sí, Alito tendrá que responder ante la justicia.
Si durante su gobierno, de 2015 a 2019, el mandatario pudo cometer el rosario de ilicitudes que se le adjudican, y ya en un nuevo régimen, de 2018 a la fecha, ha logrado blindarse ante la ley, ¿de dónde podría nutrirse un moderado optimismo de que, por fin, lo alcanzará el brazo de la justicia?
Que no cunda el pánico. En la 4T no tiene vigencia aquello de “el que la hace, la paga”. Y todavía es factible dedicarse toda una vida a la delincuencia, sin ser pillado por la justicia.
BRASAS
Mal hicieron los personajes más influyentes de la izquierda latinoamericana, entre estos la presidenta Sheinbaum, al criticar con acritud el otorgamiento del Nobel de la Paz a la venezolana, María Corina Machado. Deberían haberse sumarse a las felicitaciones y descorchar champaña…
¿Por qué? Pues porque, a decir de la ultraderecha hemisférica, el Premio le será entregado a quien durante veinticinco años ha sido la opositora más funcional al chavismo y el madurismo.
Lo menos que de ella se ha dicho en las catacumbas de nuestra región –el entorno del argentino Javier Milei, por ejemplo– es que se trata de una empresaria multimillonaria que ha vivido como una reina, con todas las comodidades de la élite económica, haciendo negocios sin ser molestada por el gobierno, a diferencia de los opositores genuinos que están muertos o en el exilio.
Entre los ideólogos oficialistas de Milei se cuenta el escritor Nicolás Márquez, quien no se ha ahorrado objeciones ni críticas acervas.
“Me gustaría saber qué ha hecho (Corina) por la paz”, se preguntó Márquez en un video, y añadió con ironía que si la dirigente del movimiento Vente Venezuela no ha realizado ningún acto de rebeldía contra el gobierno tiránico “efectivamente ahí reina la paz”.
Y agregó:
“Esa paz fue la que permitió que Venezuela tenga, desde hace un cuarto de siglo, una tiranía marxista sin ninguna insurrección, y encima convalidando elecciones”.
El mileísta hizo notar que Corina empezó a militar en política en el 2000, un año después del ascenso al poder de Hugo Chávez. O sea que en todo este tiempo “ella fue la líder paródica de una oposición funcional que se prestó a todos los contubernios del régimen”.
Se equivocó de punta a cabo el comité que discierne el codiciado Premio; no quedó bien con Dios ni con el diablo. A la famosa “opositora” no la quiere la izquierda y la derecha la abomina. Pobre.
RESCOLDOS
Por cierto que mueven a risa las justificaciones de Trump al no haber recibido el Nobel de la Paz. Al conocerse la decisión a favor de María Corina Machado, el mandatario negó haber intervenido en el acuerdo de paz entre Israel y Hamas con intención de alzarse con el Premio. “No hice esto por el Premio Nobel”, dijo, con la misma resignación de la zorra de la fábula, que al no alcanzar las uvas se alejó refunfuñando que al cabo ni las quería…
aurelio.contrafuego@gmail.com
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