Días de muertos

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Carlos R. Aguilar Jiménez

Por supuesto que no queremos morir, nadie pretende dejar de existir y evitamos o soslayamos la muerte por todos los medios, sabiendo hoy que vivimos más años gracias a la ciencia, porque de un promedio de 30 años, hoy vivimos más o menos hasta los 80, pero incluso, si viviéramos mil años o más, lo cierto es que al final moriríamos, porque no existe nada que sea para siempre, así que inventándonos lo que nos deje contentos, imaginamos que la muerte no existe, porque en nuestra fantasía creemos que morir solo es transitar al “más allá”, al cielo cristiano o musulmán, nirvana, inframundo, ultratumba, infierno, limbo o reencarnación y metempsicosis.

Nos negamos a morir porque nos consideramos ajenos a la naturaleza, seres con alma, espíritu o con algo sobrenatural o divino que trasciende lo natural y es perpetua e inmortal, coexistiendo después de la muerte del cuerpo en otro lado, otra dimensión o un mundo de almas y espectros, no obstante, todo eso que creemos únicamente está en nuestra mente, en ideas cristianas, hinduistas o budistas, pero no en la realidad de la existencia, porque desde la publicación del libro de Darwin, “El origen de las especies y del hombre”, donde demuestra que la selección natural, supervivencia diferencial del más apto, mutaciones y evolución son los procesos que determinan la existencia y extinción de los seres vivos, la creencia en vida después de la muerte, se murió.

De forma excluyente y arrogante los seres humanos nos creemos ajenos a las demás especies, y no reconocemos que somos animales, parientes genéticos de chimpancés, póngidos bonobos y progenie de todos los seres vivos, argumentando que únicamente nosotros tenemos alma, porque según la Biblia, Dios primero hizo animales para que los sometamos y, después al hombre con alma, la mujer la hizo como compañera (también con alma) y sin derecho a opinar. Así dice la Biblia.

Podemos creer lo que más nos guste y no la realidad, así que si nacimos budistas, hinduistas o cristianos, creeremos que iremos a la ultratumba de cada credo, pero lo cierto es que al morir, morimos, dejamos de existir y todo se acaba, el cerebro deja de pensar, el corazón de latir y es el fin, como el de cualquier otro ser; sin embargo, no lo aceptamos, nos negamos a morir y esperamos a nuestros ancestros muertos el “Día de Muertos” con altares, pan de muerto, golosinas, alimentos, bebidas y lo que más gustaba a nuestros “muertos”, que no están muertos, simplemente están en el “más allá”.

Cierto o no que uno muere, lo bueno es que no nos lo tomamos en serio. Si estamos jóvenes y sanos, jugamos con la muerte realizando muerteadas, comparsas, veladas en tumbas y visitas a panteones, negando la muerte, porque al final, la muerte no existe, porque mientras estamos vivos la muerte no es, y cuando estamos muertos, nosotros no somos.      

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la postura o el pensamiento de “Al Margen”. La empresa periodística se deslinda de cualquier comentario o punto de vista emitido en este texto, ya que estos corresponden al criterio personal del articulista. 

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