Aurelio Ramos Méndez
En el relanzado y filofascista PAN siguen anidados y son amorosamente protegidos numerosos políticos de muy dudosa probidad, o mejor dicho descomunales ratas tan grandes como aquellas que cantaba Paquita la del Barrio, especie a la cual pertenece el senador y exdirigente nacional del panismo, Marko Cortés Mendoza.
Es él un contador público de 48 años de edad, que en 30 de adultez –prácticamente la totalidad dedicados a la política– ha logrado amasar una fortuna de ¡más de 31 millones de pesos! Listo el muchacho.
Es, también, acabado ejemplo de corrupción, incompetencia y cinismo.
Hace días se desgañitaba criticando la adquisición a crédito por su colega Gerardo Fernández Noroña, de una casa con valor de 12 millones de pesos; pero ocultaba que en enero pasado él compró un departamento de costo equivalente, en euros y al contado.
El propio legislador anotó la operación inmobiliaria en su obligada declaración patrimonial ante el Senado, pero se cuidó de especificar la ubicación – se presume que en Europa– del inmueble, y de explicar cómo se hizo de vacas Pedro. Porque las cuentas nomás no cuadran.
Irritan la corrupción y el descaro del exlíder panista, pero exaspera más el cobijo que le dan su partido y la avasallante prensa afín a éste, a sólo unos días de que el octogenario PAN intentó engañar a los mexicanos con la falsa imagen de un rostro nuevo, honesto y limpio.
En lugar de arrebatarle sus galones de panista distinguido y echarlo a escobazos, este partido ha apapachado a Marko, pese al patente talante del exlíder de vividor de la política más inmoral y pestilente.
Puede tratarse del más precoz –su primera incursión en la política ocurrió en 1988 en la campaña de Maquío Clouthier, cuando tenía once años de edad—, pero en modo alguno del único integrante de la cúpula blanquiazul sobre quien pesan fundadas sospechas de corrupción.
Otros dirigentes en quienes ciudadanos han reconocido a ratas del tamaño de un canguro son el actual dirigente nacional, Jorge Romero, los excandidatos presidenciales Diego Fernández de Cevallos y Ricardo Anaya, y el exgobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca…
Además, el ex secretario particular de Felipe Calderón en la Presidencia, Roberto Gil Zuarth, el exsecretario de Hacienda Ernesto Cordero, el exsecretario de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, y los exvoceros presidenciales Alejandra Sota y Max Cortázar por sólo citar los más conspicuos.
Con estos y otros muchos militantes de similar calaña, es claro que el relanzado PAN sigue siendo lo que en la Biblia se llama un sepulcro blanqueado: pulcro por fuera, podrido por dentro.
Oriundo de Zamora, Michoacán, Marko Cortés nació en 1977, lo que significa que accedió a la mayoría de edad en 1995. Hizo sus pininos en las filas de los jóvenes panistas y en 1999 –a los 22– fue electo dirigente de Acción Juvenil de esa formación política ultraconservadora.
De entonces a la fecha –más de un cuarto de siglo— se ha columpiado en el trapecio saltando de una a otra cámara del Congreso de la Unión, y fue aspirante doblemente derrotado a la alcaldía de Morelia.
Fungió además como presidente del PAN en dos periodos –pasado mañana, miércoles 12, se cumplirán siete años de que su triunfo fue anunciado por primera vez en ese cargo–, con regio sueldo de 110 mil pesos al mes.
Si Marko hubiese destinado su ingreso íntegro al ahorro, habría acumulado en sus tiempos de líder nacional siete millones de pesos –1.3 millones cada año— obligándose él y su familia, eso sí, a amarrarse las tripas y no comer ni una corunda, unos uchepos o un taco de carnitas.
A menos de que ahora se diga heredero de una fortuna añeja o recurra a una de las coartadas más socorridas de los políticos con capitales inexplicables, decir “el dinero no es mío, es de mi mujer”.
El patrimonio forjado desde que accedió a la mayoría de edad, significa también que cuando aún cursaba estudios profesionales de contador empezó a percibir un sueldo anual de 1.3 millones, promedio obligado para juntar hasta mayo pasado, en cifras gruesas, 31 millones.
Significa, igualmente, que la fortuna empezó a sonreírle de manera franca a los 22 de edad, cuando obtuvo su primer hueso, y hasta la fecha, en que se desempeña como senador. ¡Bendita política, cómo no quererla!
Nadie confundiría a Cortés con un dirigente social fuera de serie. Se distingue más por corrupto que por conocer el arte de gobernar y tomar decisiones que inciden sobre la colectividad.
En enero de 2024 este político del montón, de Tesla del año y relojes de 120 mil, difundió acuerdos por él suscritos con el inefable priista Alejandro Alito Moreno, concernientes a las elecciones de 2023 en Coahuila.
Según ese pacto, de ganar la mancuerna PRI-PAN la gubernatura con el priista Manolo Jiménez como abanderado, miembros de los dos partidos se repartirían la totalidad de puestos públicos disponibles y hasta la casa de la perra.
La repartija incluiría cargos en el gabinete, secretarías y subsecretarías, oficinas de recaudación de impuestos, notarías, direcciones de escuelas, institutos y universidades, el INAI, posiciones en presidencias municipales y asientos en el Poder Judicial. El estado como botín.
Si entre los ciudadanos rasos hay quienes creen que durante seis años de liderazgo Cortés abultó sus haberes a base, entre otras trácalas, de vender candidaturas y puestos de gobierno, lo que sigue es preguntarse a quiénes, a qué clase de alimañas los habrá vendido.
¿Habrá quizá, entre los adquirientes de tales espacios, en las tres instancias de gobierno, narcos, extorsionadores, secuestradores y otros desalmados y temibles integrantes de la delincuencia organizada o sin organizar?
Y, estos señores, ¿comprarían puestos porque les gusta tirar su dinero al caño o lo habrían hecho como inversión, seguros de que desde la función pública recuperarían y harían crecer varias veces sus haberes?
En todo caso, esos probables adquirientes de cargos públicos están incrustados en las estructuras de gobierno federal, estatales y municipales, combinando el supuesto ejercicio del servicio a la comunidad –en áreas de seguridad pública, por ejemplo– con la actividad abiertamente delictiva.
Cualquiera que sea la realidad, es de esperarse que Cortés haya asimilado la lección, consistente en que resulta insultante para los ciudadanos escuchar y ver a los políticos debatiendo a gritos, como desquiciados, sobre el valor y las características de sus mansiones.
Se dijo en este espacio, a propósito de la politiquera, estridente discusión pública sobre la casa de Noroña:
Todos los políticos –todos—ofenden a la sociedad. Porque la realidad es incontrovertible: aún la más modesta casa de cualquiera de ellos, del partido que sea, se ubica en cuanto costos a distancia sideral de las que posee el grueso de la población. Y ya no digamos de las precarias casitas de millones de mexicanos en condición de pobreza extrema.
Peor si, como en el caso de Marko Cortés, su declaración patrimonial reporta un impresionante conjunto de bienes muebles e inmuebles de misterioso origen:
Cuatro terrenos con valor conjunto de seis millones de pesos; cuatro departamentos que suman casi 15 millones; dos casas de costo conjunto de 9.5 millones y otras propiedades por más de un millón de pesos…
A este politicastro de patente mediocridad e indisimulable deshonestidad protege el relanzado PAN bajo su alero. ¡Que con su pan se lo coma!
BRASAS
Cuando la más rancia derecha mexicana y latinoamericana en general celebraba dichosa el triunfo –en elecciones legislativas– del más simbólico de sus portaestandartes, el argentino Javier Milei, en Nueva York y hasta en Holanda se le apareció el mismísimo Belcebú.
En la gran manzana la izquierda ganó la alcaldía y lo propio sucedió en las gubernaturas de Virginia y Nueva Jersey.
Triunfaron candidatos de una izquierda más que moderada, quienes para Trump y los suyos, sin embargo, son endiablados comunistas capaces de comer crudos niños en salsa barbecue.
Y hasta en Holanda los votantes enviaron a la ultraderecha al cesto de la basura y le dieron la victoria al partido liberal, progresista y europeísta D66, cuyo candidato Rob Jetten (38 años, abiertamente homosexual) será el primer ministro más joven de la historia de ese país.
Más joven aún –34 años de edad—es el inminente gobernador neoyorkino, Zohran Mamdani, quien por añadidura es musulmán y socialista y por lo mismo le ha puesto a Trump la greña de punta.
Tiembla también de temor y a la vez de furia la derecha mexicana, que ya daba la vuelta olímpica ante la sola aparente tendencia de retorno al poder.
RESCOLDOS
¿No va siendo ya momento de tomar el toro por los cuernos y explorar la legalización de las drogas, única manera de terminar con el narcotráfico y su atroz violencia asociada, tal como dijo desde 1971 el Nobel de Economía y padre de los Chicago Boys –la derecha más pura y dura—Milton Friedman? ¿O, habrá que esperar que en la insensata guerra contra las drogas sigan muriendo decenas de millares de inocentes de inocentes, incluidos alcaldes que persisten en combatir el narco a lo Calderón o Bukele, con plomo y más plomo?
aurelio.contrafuego@gmail.com
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