Alabada sea la ciencia

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Carlos R. Aguilar Jiménez.

Mientras estamos sanos física o mentalmente, las circunstancias de nuestro entorno o personales son irrelevantes y vivimos en función de lo que ocurra, sin pensar en lo que debe hacer nuestro organismo para funcionar y responder adecuadamente a las necesidades que se presenten, disfrutando plena o felizmente de lo que sea, practicando deportes, bailando, bebiendo, comiendo, paseando, leyendo, contemplando el cielo o simplemente descansando, sin embargo, no siempre es así, porque ya sea por algún germen u otra circunstancia incluida la edad avanzada, de repente nos enfermamos y todo se altera, convirtiéndose en prioridad determinante recuperar la salud y, es en ese momento cuando digo: ¡Alabada sea la ciencia! Porque más allá de que estemos en el mes más religioso y guadalupano del año, lo cierto es que al hacer o utilizar cualquier tipo de dispositivo o lamentablemente enfermar, lo que vale es la ciencia médica no las oraciones.

Podemos orar, rezar, peregrinar, tocar alguna reliquia santa, bailar en Chalma, someternos a una limpia o  purificación astral, colocarnos pulseras iónicas, consultar un chamán o brujo e incluso tomar chochos homeopáticos pero, excepto se trate de alguna dolencia que se cura sola por defensas naturales del cuerpo o ayudan los placebos, si no recurrimos a la ciencia médica, para que profesionales de la medicina nos realicen estudios de laboratorio o radiología y nos entreviste un médico profesional y quizá después un especialista, quienes gracias a intensos estudios, miles de horas de teoría y práctica que proporcionan “ojo clínico” y apoyo de tecnología médica y medicamentos, desde electrocardiogramas, anestesias químicas, antibióticos, hormonas sintéticas, sondas, rayo láser, tomografía y muchos otros sistemas o procedimientos que ni conocemos, como sucederá conmigo hoy al ser intervenido quirúrgicamente por el dr. Humberto Lerma, especialista urólogo, quien me extraerá una piedra, casi un meteorito de 2 cm. de la vejiga urinaria y disminuirá mi próstata con un procedimiento endoscópico mientras estoy anestesiado, insensible y, si bien toda cirugía tiene riesgo, la minimización de imponderables se efectúo antes, por lo que Alabada sea la ciencia médica y que afortunados somos de vivir en este tiempo en que hemos superado prejuicios religiosos que impidieron estudios anatómicos que condenaban a los investigadores, quemaron a Servet por afirmar que la sangre circulaba y prohibieron con excomunión toda investigación sobre la naturaleza del cuerpo humano al decir que por su divinidad debía ser intocable. Hoy no es así y quizá cuando usted lea este artículo habrá transcurrido mi operación y, sin dolor porque será aliviado con sedantes y especialmente, sin riesgo de infección gracias a antibióticos, luego de un día de observación clínica seré dado de alta, regresaré a casa acompañado de mi querida familia y amigos y diré: Alabada sea la ciencia, daré cumplidas gracias a los médicos, enfermeras y colaboradores y, no diré gracias a Dios ni a ningún santo, porque en principio con sus poderes podrían haber evitado que enfermara, no dejar que me sucediera para que luego les agradecería, como los que descalifican el trabajo de los médicos agradeciendo a entes sobrenaturales lo que a los médicos les costó años de estudio y práctica. ¡Alabada sea la ciencia!

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