Oaxaca: turismo noble; ciudad, de cabeza

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Adrián Ortiz Romero Cuevas

Las evocaciones al 2006 hoy no parecen más que una pesadilla que nadie desea que se repita. En aquel año, un conflicto social y político empañó por completo la tranquilidad y la vida cotidiana en la entidad. Uno de los sectores más golpeados por aquella crisis, fue el que da sustento económico y estabilidad a miles de familias: el turismo.

Sin embargo, eso es pasado. A diferencia de entonces, hoy el turismo desmemoriado parece no tomar en cuenta los antecedentes. Aunque hace apenas cuatro años la industria se encontraba en pleno estado de devastación, hoy nuevamente ocurre un periodo de florecimiento en el que lo mismo se puede apreciar una alta afluencia turística, que hoteles al límite de su capacidad, restaurantes atestados y miles de personas provenientes de otros sitios, que caminan y disfrutan una ciudad que, a cada momento, se impone a cualquier problema o inestabilidad social, por su belleza, colorido y la capacidad de sorpresa que genera recurrentemente a propios y extraños.

Esta era la postal que se podía apreciar el Jueves Santo —anteayer— por la tarde, en el Centro Histórico de la capital: una Plaza de la Constitución atestada de turistas y paseantes, bares y restaurantes casi al límite de su capacidad, vendedores ambulantes por doquier, y diversas arterias viales del primer cuadro de la ciudad prácticamente obstruidas por completo, por peatones que se dirigían a visitar los templos de la zona, los parques o los comercios circunvecinos.

Todo esto ocurre a pesar de que las obras viales, que se realizan desde hace más de un año en el primer cuadro de la capital oaxaqueña, se continúan ejecutando con aparente normalidad; ocurre también, a pesar de que por momentos, la ciudad parece un embudo interminable, en el que el caos vial es una constante que cada vez el desorden se reproduce con mayor intensidad y frecuencia.

Así, Oaxaca era, como en los últimos meses, un territorio plagado de bellezas, dudas y contradicciones, en el que la interrogante común es si la autoridad puede, tal como no parece, hacer frente a los problemas cada vez mayores que enfrenta nuestra capital.

Esto parece ya haberse convertido en la suma de varios males. Hasta hace unos días, la capital oaxaqueña parecía estar invadida por un torbellino de basura, contaminación vial, visual y auditiva, y por un caos recurrente de congestionamientos vehiculares, protestas, y propaganda que había sido colocada sin contar con los permisos correspondientes de la autoridad municipal. Si antes el lío común de los oaxaqueños era porque nuestras calles del primer cuadro de la ciudad eran demasiado angostas —lo cual parece imposible de remediar—, ahora el problema es que varias de esas calles están cerradas. Y esos cortes a la circulación provocan un problema que ya ha resultado harto difícil resolver.

CRECIMIENTO,

A PESAR DE TODO

El encargado del despacho de la Secretaría de Turismo de Oaxaca, Oscar López Palacios informó a diversos medios locales sobre los resultados obtenidos en beneficio de la industria turística de Oaxaca y de la población en general. Dijo, de acuerdo con lo publicado por la prensa oaxaqueña, que a pesar de que algunos años fueron difíciles para la entidad y para la actividad turística nacional, por cuestiones como las crisis financiera y sanitaria, el aumento en afluencia de visitantes fue constante y significativo, pasando de  dos millones 892 mil 991 de visitantes en 2004 a 4 millones 494 mil 271 visitantes en el 2009, lo que representa un 55 por ciento de aumento, superando así cualquier pronóstico.  Asimismo la derrama económica creció  de 5 mil  451 millones 696 mil 013 pesos en 2004 a 7 mil 432 millones  622 mil 647 pesos  en el 2009, lo que representa un 36 por ciento de incremento.

Estas cifras revelan no sólo la importancia del turismo para la economía de Oaxaca, sino el hecho mismo de que nuestro Estado tiene una fortaleza turística incomparable, incluso a pesar de él mismo. ¿Por qué decir eso? Porque Oaxaca está lejos de ser una ciudad tranquila y apacible para los que aquí vivimos. Independientemente de los problemas recurrentes que se dan respecto al ambulantaje, al caos vial, a las interminables obras de remodelación y acondicionamiento de calles, a las inconformidades sociales que se manifiestan recurrentemente, y a los niveles de inseguridad que se niegan a ceder, nuestro estado continúa siendo un imán imparable para el turismo nacional e internacional.

¿CIUDAD APACIBLE?

Pongamos un ejemplo de por qué Oaxaca es todo menos una ciudad tranquila: Hasta hace unos años, la decisión de cualquier grupo social o político de bloquear un crucero o glorieta importante de la capital oaxaqueña, constituía toda una osadía y desafío a la autoridad, y al mismo tiempo parecía ser sinónimo de que la demanda tenía importancia trascendental para el futuro de la entidad.

Hoy, a diferencia del pasado, prácticamente todos los días existe un corte a la circulación a alguna vialidad importante. El famoso y codiciado “Crucero de la VolksWagen” hoy es un escenario recurrente de protestas y cortes a la circulación. Los oaxaqueños hemos comenzado a asimilar la cotidianeidad de los bloqueos, y hemos también aprendido a encontrar las vías alternas sin perder la calma. La nuestra, bien podría denominarse “Ciudad Bloqueo”.

Pero hoy no sólo es eso. Las interminables obras viales que se ejecutan en diversos puntos del Centro Histórico, desde hace varios meses vinieron a llenar de caos al primer cuadro de la capital. Bien pareciera que no. Pero la anarquía que se vive en el Centro Histórico desalienta a la población a acudir a ese sitio a hacer compras, arreglar asuntos o simplemente a buscar un momento de esparcimiento. Así, esta situación no parece ser agradable al turismo; aunque, según los resultados, tampoco ha resultado ser un obstáculo importante. Si bien la nuestra no es una ciudad complicada para quien no la conoce, hoy la situación en la que se encuentra la hace compleja hasta para los que vivimos aquí. Es cuestión sólo de hacer la prueba: llegar a un sitio, encontrar un cajón de estacionamiento o poder caminar con tranquilidad, son misiones cada vez más complejas para propios y extraños.

OAXACA: EL

TURISMO ES NOBLE

Seguramente, el gobierno de Oaxaca, y el federal, tratarán de adjudicarse este incremento al turismo. Es cierto que una parte tiene que ver con la promoción que ellos realizan de los destinos nacionales en México y el extranjero. Sin embargo, en el caso de Oaxaca —sus playas, ecoturismo, el llamado turismo cultural y hasta el denominado “de mochila”— todo tiene un origen en la singularidad de nuestro propio entorno.

Si un episodio como el del conflicto magisterial de 2006 hubiese ocurrido en cualquier otra entidad, el estado de devastación económica habría prolongado sus efectos por varios años. En Oaxaca no fue así, debido a que la propia entidad tiene una amplísima variedad de oferta turística que lo mismo atrae a los más jóvenes que a los de mayores recursos económicos. En este aspecto, nuestro estado parece tener un valor agregado fundamental que radica en sí mismo, y que se encuentra más allá de momentos, de conflictos, de obras urbanas y de administraciones gubernamentales.

En Oaxaca, más del setenta por ciento de la economía gira alrededor del turismo. Esta actividad, por tanto, ha sido para los habitantes del Estado una auténtica gallina de los huevos de oro que, a pesar de todo, continúa produciendo y entregando resultados nobles a todos los que, de uno u otro modo, dependemos directa o indirectamente de la captación de divisas por concepto de actividades de recreación.

Sin embargo, todos los que vivimos en Oaxaca deberíamos considerar que no porque esta es una actividad lucrativa que se sustenta en sí misma, debemos dejar de lado los deberes propios de todo buen anfitrión. Otra sería la cara de la ciudad, si no existiera tanta inestabilidad y tanta propensión a cuestiones como la contaminación, el desorden o el ambulantaje. Del mismo modo, otro sería el resultado —es decir, mucho mayor— si hubiera mayores avances en temas como el de las obras viales y el control de la seguridad que, nos guste o no, no ha dejado de ser un tema recurrentemente pendiente para las autoridades que prometen resultados, pero que no pueden lograr que las cifras frías revelen mejorías.

Es cierto que todo esto da para mucho. Pero es también irrefutable que no se ha hecho lo suficiente, que puede hacerse más; y que todo parte de un asunto de voluntad, en el que tiene que participar conjuntamente el gobierno y la sociedad. Para no matar, en el mediano plazo, a esa gallina de los huevos de oro, que es la actividad turística.

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