+ La conciencia cívica supera “percepciones” presidenciales
Finalmente, esta semana fue presentada la Iniciativa México. En lo que se denominó una “cadena nacional voluntaria”, las dos empresas televisivas más importantes del país “unieron esfuerzos” para emprender una misión de aliento a favor de la sociedad mexicana. Más allá del discurso formal y los lugares comunes, es evidente que esta se aparece como una más de las estrategias que buscan cambiar la dinámica de la percepción de ciertos núcleos de la población nacional, que ahora sólo tienen ante sí una realidad desesperanzadora. No buscan arreglar los problemas más sentidos del país, sino cambiar la perspectiva. Es decir, que tratarán de sacar esperanza exprimiendo hasta a las piedras.
En un primer momento tendríamos que hacernos una pregunta básica: ¿Por qué estar a favor, o necesariamente creer en la Iniciativa México? Atendamos al discurso: porque es urgente cambiar la perspectiva del derrotismo y la desesperanza que equivocadamente inunda al país; porque muchos de nuestros males como nación, parten de la falta de conciencia cívica y de la pésima actitud que se tiene en la sociedad; porque es necesario no sólo ver lo malo, sino comprender que en el país también ocurren muchas cosas buenas, que no se ven porque son silenciosas. Porque, como dijera el Vasco Aguirre, “es necesario pasar del México del sí se puede, al México del ya se pudo”. Ajá, sí.
Ahora bien, ¿Por qué no estar a favor de la Iniciativa México? Una primera prevención apunta, y la compartimos, no a tratar de decir que estamos del lado de quienes quieren que a México se lo lleve el carajo, o de los que en todo buscan lo malo. No. El problema, en realidad, es que dicha campaña mediática no resulta ser sino más que parte de una estrategia del gobierno federal, en alianza con algunas empresas de amplio poder e influencia en la población, para buscar un cambio en la percepción no hacia el “México bueno”, sino hacia el “México apaciguado”.
En ese sentido, tendríamos que preguntarnos, y respondernos con la suficiente honestidad cívica e intelectual, si estrategias como la de la Iniciativa México tienen como finalidad real atender hasta abatir algunos de los problemas más graves del país, o si simplemente busca generar expectativas que sólo terminen en eso: en ideas que pueden ser realizables, pero que no por ello necesariamente tienen que llegar a serlo.
El momento en que esto ocurre es, evidentemente, crucial. México, nos guste o no, y compartamos o no dicha idea, se encuentra en el umbral de un momento emocional e históricamente determinante. Al igual que en los dos siglos pasados, la nación llega a una celebración trascendental en condiciones altamente complejas y desesperanzadoras: al pasar del tiempo, no se han podido atender problemas y rezagos por los que se pelearon en el país hace cien y doscientos años. Y existen núcleos sociales preocupados por la posibilidad de que esta desesperanza trascienda a otros riesgos mayores. Uno de ellos, el más extremoso, es el de un nuevo alzamiento popular armado.
Por eso, acciones como la Iniciativa México buscan incentivar, pero también buscan desmovilizar. Buscan cambiar la percepción de todos aquellos que a diario perciben las adversidades e injusticias que ocurren en el país; que no encuentran hoy muchos motivos para celebrar; que ven una nación caótica y un gobierno cerrado y atribulado, que no entiende que las mayorías sufren por las decisiones de unos cuantos; que, como dijera en su momento Luís Donaldo Colosio, continúan viendo, al correr de los años, a un México con hambre y sed de justicia.
La Iniciativa México —a la que, más bien, deberíamos calificar como la Iniciativa del Gobierno de México— busca desactivar, que no atender, ese sentimiento social, adverso pero genuino, que indica que en este país es mucho más lo que está mal, por encima de lo que está bien.
ASUNTOS SIN RESOLVER
¿Qué cambia entre “el México del sí se puede”, y “el México de ya se pudo”? En realidad, lo único que cambia es el enfoque. Porque, en realidad, tendríamos que ver qué asuntos están en manos de quién, y entonces, quién es el que dice “ya se pudo” y quién continúa diciendo “sí se puede”. Evidentemente, en un desglose completo de las dos acepciones, los promotores de la Iniciativa son quienes quedarían peor parados.
Sobrevivir en México, hoy, es una tarea del país “que ya pudo”. No necesitamos adherirnos a quienes siempre machacan al gobierno la responsabilidad de todos los males que aquí ocurren. Sin embargo, es evidente que más allá de todas las fobias y filias políticas hacia el gobierno y sus grupos detractores, la gran mayoría de las actividades económicas del país sobreviven frente a grandes adversidades. Veamos:
Somos un país de pequeñas y medianas empresas, que sobreviven frente a esquemas fiscales complejos y adversos, que siempre están dispuestos a cobrar a quien ya paga, y a preservar los privilegios de quienes están al margen de la ley. Vivimos en un México en el que amplísimos porcentajes de la riqueza se concentran en menos de 100 familias, pero en el que amplísimos sectores de la población (quizá un 70% de ella) vive en condiciones de alta marginación.
Sobrevivimos en un país que, independientemente de la causa, presenta gravísimos problemas de inseguridad, violencia y falta de cumplimiento y respeto por las leyes. Vivimos en un país en el que, en más de un caso, predomina abiertamente la ley del más fuerte, sin que éste tenga la posibilidad de ser recriminado, sancionado o acotado. Vivimos en una nación, en la que más de 20 millones de personas viven con el equivalente a menos de dos dólares diarios. ¿A poco no, seguir vivos en estas condiciones, es una tarea del México en el que ya se pudo?
¿QUIÉN NO CUMPLE?
¿Y de quién es el México del sí se puede? Es, precisamente, de todos aquellos que generan expectativas, que se valen de la esperanza, de la confianza y la ingenuidad de las personas, para hacerlas creer que podrán hacer mucho a cambio de un voto, para finalmente terminar haciendo nada. El México del “sí se puede”, es de quienes prometen y no cumplen. Es decir, del sector público que ni siquiera puede ponerse de acuerdo, y mucho menos actuar. A muchos funcionarios locales y federales, deberían sentarlos a ver día y noche Iniciativa México. Quizá así cambien la visión de su trabajo, y del país en el que viven.
almargenoaxaca.wordpress.com
¡felicidades por ese estilo honesto y reactivo!
de hecho todo el trabajo gubernamentalse basa en percepciones sociales, porque ninguna estrategia gubernamental de los programas sociales busca resolver los problemas sino “aparentar que se resuleven”, con conocimiento de causa se que por ejemplo en el caso de la seguridad públiuca los programas no se encaminan a disminuir ni prevenir la comisión de delitos y mucho menos a crear una verdadera cultura cívica jurídica preventiva, a nivel federal segun se dice “esos programitas no sirven para nada”, entonces lo que se busca es cambiar la percepción montando operativos escandalosos para que la gente vea que si se esta trabajando y hay una veraddera lucha contra la criminalidad, cosa que no sirve porque si biene s cierto que hay delincuencia organizada es muchísimo más alto el indice de delitos del fuero común que se cometen cada día y que no se denuncian o que se denuncian pero no se resuelven…..