Caos por guerra antinarco y “reñidero político” en México

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+ FCH terminó con todos los vasos comunicantes de su gestión

La tarde del pasado martes, la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional, Beatriz Paredes Rangel, lanzó un discurso demoledor. Ante la ejecución del candidato de ese partido al gobierno de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, la dirigente nacional del tricolor exigió al gobierno federal respeto ante el dolor del priismo, y exigió que se entable diálogo con el gobierno federal, pero frente a los liderazgos auténticos, y más allá del oportunismo. Esta era una respuesta implacable y dolorida, a un gobierno federal que parece estar terminando con todas las posibilidades de reencauzar la principal bandera de su gestión.

¿Qué ocurrió? Que el día previo, el candidato Torre Cantú había sido ejecutado presuntamente por el crimen organizado. En ese marco, el gobierno del presidente Felipe Calderón lanzó un llamado nacional, enésimo, para que las fuerzas políticas hicieran a un lado sus diferencias y asumieran una actitud de Estado para responder al crimen organizado. Los tricolores consideraron que ese llamado, que no es el primero que ocurre frente a la comisión de un delito de alto impacto, tenía como objetivo no el replantear la lucha anticrimen, sino obtener un beneficio político frente al potencial logro de una reconciliación partidista.

La apreciación no parecía del todo equivocada. Apenas unos días antes, agentes del Partido Acción Nacional habían endurecido una campaña de desprestigio en contra de los priistas. Esas acciones incluyeron la difusión de grabaciones telefónicas entre militantes del tricolor, y pretendían poner al descubierto trapacerías y la comisión de delitos electorales. Por si esto fuera poco, en las 12 entidades de la República en las que habrá comicios mañana domingo, los priistas han denunciado la utilización de recursos económicos y humanos del gobierno federal para apuntalar las campañas de los candidatos a cargos de elección popular por los partidos de oposición.

Por eso, quizá, el tricolor asumió como una posición de oportunismo el llamado presidencial ante el crimen del abanderado. En su visión, el hecho requería una respuesta implacable y no un llamado al diálogo. En la denuncia, quedó en evidencia que hasta ahora el gobierno federal ha actuado en base a sus propios criterios, sin dar paso a la autocrítica y sin atender las posiciones discrepantes que se han manifestado desde las dirigencias partidistas, las fracciones parlamentarias o los gobiernos estatales.

Por eso, asumían como una mascarada el hecho de que, ante un crimen abominable, el gobierno federal ahora sí tuviera voluntad política de llamar al diálogo a todos sus adversarios, para que de algún modo éstos legitimaran la lucha y las acciones que ha emprendido fallidamente el gobierno federal en los últimos años.

Al final, los tricolores dijeron que sólo dialogarían después del cuatro de julio, y frente a ciertas condiciones que, extraoficialmente se dicen, tenía que cumplir de inmediato el gobierno federal. Así, lo que la realidad indica es que, de nuevo, todos los problemas fueron aplazados y que sólo serán abordados cuando existan posiciones políticas menos tirantes que las que prevalecen actualmente.

¿CÒMO NOS VEN?

Pareciera que los mexicanos estamos acostumbrados a esta guerra descarnada entre fuerzas políticas y entre facciones partidistas. Pero más allá de nuestras fronteras y nuestra cotidianidad, el crimen del candidato Torre Cantú preocupó y consternó a la comunidad internacional. Llama la atención que, en este sentido, el influyente diario español El País, haya dedicado un editorial en el que emite su posicionamiento y opinión frente a la violencia e ingobernabilidad —por cuestiones de política y de criminalidad— que se vive en nuestro país.

En el texto, se lee lo siguiente: “La guerra del narco en México no solo es tremendamente cruenta -más de 25.000 asesinatos en tres años-, sino que por su misma naturaleza constituye un salvaje espectáculo que lastra dolorosamente la imagen del país. Los últimos episodios: la muerte de un candidato a gobernador de Tamaulipas, una de las 12 gobernaciones que irán a las urnas el domingo, y la de un conocido cantante de narcocorridos ponen de relieve los propósitos de los mafiosos. Pese a que el primero ha sido el peor atentado en casi 20 años, sus objetivos no eran estrictamente políticos, ni a favor ni contra el PRI, al que pertenecía el candidato, como tampoco castigar a un cantante traidor, sino avisar de que nadie está a salvo…”

Y continúa: “¿A qué se debe entonces la imparable carnicería mexicana? Hay dos escuelas de pensamiento. Una crítica a Felipe Calderón por haber desencadenado una ‘guerra innecesaria’, porque quería darle un tono decisivo a su mandato, inaugurado por una ajustada victoria electoral sobre el candidato izquierdista Andrés López Obrador, y para ello había que lanzar una vasta operación contra una red envilecedora, pero que estaba a lo suyo y no quería llamar la atención del poder. Frente a esta teoría, otra argumenta que esa red mafiosa relativamente discreta había ido extendiéndose como una hidra por el cuerpo social, y lenta pero inexorablemente estaba transformando México de conducto entre países productores -como Bolivia, Perú y Colombia- y el gran receptor, Estados Unidos, a una nación de consumidores individuales. Es difícil en este contexto, además de hipócrita, reprochar al presidente mexicano haber tomado la iniciativa de combatir esta lacra hasta sus últimas consecuencias.

“Lo gravísimo, sin embargo, es que esa guerra en la que el Estado se ha implicado a fondo no se está ganando. La intervención del Ejército para sustituir a una policía corrompida no ha hecho sino agudizar la violencia sin resultados apreciables. Y si no hay corrección de rumbo, nos hallaremos ante una tragedia no solo mexicana, sino por extensión latinoamericana. El acechante espectro de un Estado fallido es algo que hoy no se puede permitir el mundo de habla española.”

¿MALA PERCEPCIÓN?

Así nos ven desde España: igual que como nos sentimos nosotros. Es decir, que más allá de los motivos o la utilidad, lo que tenemos enfrente es una batalla de resultados desesperanzadores. Dependerá no sólo de la fuerza, sino del consenso y la sensibilidad que el rumbo cambie. No hay certidumbre frente a la posición tirante, aparente y determinante de las fuerzas políticas.

almargen@tiempoenlinea.com.mx

almargenoaxaca.wordpress.com

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