Burocracia “priista”: la persecución política inició hace mucho

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+ PRI sólo vio por los suyos; gobierno persigue a todos

 

Qué bien que, al menos por decoro, la dirigencia y los sectores del PRI en Oaxaca, finalmente hayan alzado la voz para, al menos de forma declarativa, manifestar su respaldo al ex coordinador de Transporte, Gonzalo Ruiz Cerón, y denunciar los intentos de persecución política que se enderezan desde la administración estatal en contra del priismo.

Alzaron la voz, sí, aunque tarde, porque la persecución política real inició hace meses, y la gran mayoría de los platos rotos los ha pagado la burocracia estatal, tildada de “priista”, a la que no han respaldado ni dirigentes ni fracciones parlamentarias para conservar dignamente su empleo, y a quienes tampoco respetó el gobierno estatal, que se dijo inicialmente “comprometido” con ellos.

Si bien se recuerda, el primer viso de represión y persecución entre los regímenes saliente y entrante de gobierno, se dio justamente con quienes trabajaban directamente en la administración estatal. A los pocos días de ocurrida la jornada electoral (a mediados del mes de julio del año pasado), se dejaron correr cuando menos sendos rumores por parte tanto del gobierno electo de Gabino Cué, como del saliente de Ulises Ruiz.

El primero, que surgió de los funcionarios salientes —de algún modo en represalia a una supuesta falta de apoyo por parte de la burocracia estatal a la causa priista, como si con sus votos les hubiera suficiente para ganar esos comicios en los que fueron arrollados—, consistía en asegurar que cuando el nuevo gobierno tomara posesión, de inmediato decretaría el cese de unos cinco mil empleados de confianza, por el solo hecho de haber servido al gobierno de los adversarios del nuevo régimen.

El segundo, surgido del gobierno electo, insistía en asegurar que antes de culminar la gestión del gobernador Ruiz, éste otorgaría nombramiento como trabajador de base, a esos mismos cinco mil empleados de confianza. Tal acusación sirvió de base no sólo para poner los ojos de la opinión pública en el proceso de basificación de trabajadores al cierre de la administración, sino también, y de algún modo, para ir preparando el terreno respecto a la limpieza que irremediablemente harían entre los empleados de confianza del gobierno estatal.

No obstante, esos dos rumores —porque aquel no era el momento para que algo de eso ocurriera— despertaron asimismo sendas exigencias que, sin embargo, fueron desoídas por los dos grupos que se disputaban el poder: al oficialismo priista, en aquel momento, se le exigía que encabezara la defensa de la dignidad del trabajo público, y que por tanto no permitiera que grandes grupos de trabajadores de confianza fueran despedidos, por el solo hecho de haber trabajado en una administración emanada de un partido distinto al del gobierno entrante.

Empero, frente a las intenciones del gobierno entrante, también se propuso el replanteamiento de la forma de contratación y la estabilidad laboral de los empleados públicos no basificados.

En esencia, se proponía —y la administración del gobernador Cué inicialmente no vio mal la propuesta— de que se implementara un sistema de servicio profesional de carrera, que diera certidumbre al trabajo de los servidores públicos en el rango de los llamados “mandos medios”, y eliminara las tentaciones sectarias y autoritarias características de los gobiernos no democráticos, que pretendían reinventar la gestión pública, y renovar a todo el funcionariado —con el altísimo costo negativo que eso implica— cada seis años.

 

OLVIDO Y PENITENCIA

Tanto el PRI como el gobierno estatal olvidaron sus promesas, y tan pronto llegó el 1 de diciembre, grandes grupos de empleados de confianza fueron quienes comenzaron a pagar el costo real de la alternancia y la llamada “transición a la democracia” en Oaxaca. En prácticamente todas las dependencias públicas estatales, inició un proceso gradual pero implacable de sustitución de funcionarios, en el que de nuevo —e igual que en el pasado— los únicos criterios para la permanencia o destitución de empleados de confianza fueron las demostraciones de servilismo, o la simple filiación partidista.

El Revolucionario Institucional, que fue quien aseguró que defendería la causa de esos trabajadores que sí fueron obligados a hacer activismo a favor del entonces partido oficial, simplemente se olvidó de esas y otras que sí deberían ser causas cotidianas para ellos, y sólo reaccionó —tarde, mal y temerosamente— ahora que un ex alto funcionario de la administración ulisista fue detenido y llevado a prisión, por la presunta comisión de delitos en el desempeño de sus funciones.

En este sentido, aunque es cierto que la aprehensión de Gonzalo Ruiz Cerón sí amerita en sí mismo una respuesta firme del priismo opositor, también es cierto que éste fue sólo un paso más que dio el gobierno estatal en el ajuste de cuentas con el grupo gobernante de los seis años anteriores, pero en el que también hizo pagar a justos por pecadores. Hasta ahora, el gobierno de Cué se ha deshecho en amagar y perseguir a terceros, y no a quienes aparecen en su lista de verdaderos enemigos políticos.

No obstante, lo más grave de todo esto es que ese insaciable ánimo persecutor del gobierno estatal en contra de la misma burocracia, los ha hecho revivir aquella vieja máxima del refranero, que dice que en el pecado han llevado la penitencia. ¿Por qué? Porque más allá de las grandes aprehensiones y las reyertas políticas contra la cúpula de poder del sexenio anterior, el gobierno estatal ha separado de sus filas a cientos de personas, en todas las dependencias, que eran quienes verdaderamente le daban operatividad técnica al gobierno estatal.

Se preguntan, por ejemplo, por qué innumerables áreas del gobierno estatal se encuentran atoradas, de cabeza, y llenas de rezagos, problemáticas y subejercicios. La respuesta está en que, sin más ni más, despidieron a gente que tenía años haciendo ese trabajo, y que conocía las normas, las reglas de operación, y todos los aspectos subjetivos de las labores que desempeñaban. En efecto, en el pecado están llevando la penitencia. Pero los platos rotos los han pagado todos aquellos que hoy, a pesar de su experiencia, se encuentran en las amplias filas del desempleo.

 

INCERTIDUMBRE

¿Que la cacería de brujas no sólo no ha terminado, sino que apenas inicia? Volteen a ver a los juzgados penales. Ahí ya se radica una veintena de respuestas a ese cuestionamiento insistente.

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