UABJO: las crisis sucesorias no deben continuar

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+ Proceso electoral, de nuevo entre tres grupos

La Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, de nuevo, se enfrenta a la encrucijada de decidir no entre lo deseable, sino entre lo posible. A escasos 90 días de elegir a su nuevo Rector, la Máxima Casa de Estudios de los oaxaqueños debiera entrar no sólo en un periodo electoral, sino en un proceso mucho más profundo y amplio de replanteamiento, para reasumir su importancia como una de las balanzas más representativas de la vida pública de la entidad.
Queda claro que la UABJO es mucho más que la sola “grilla” interna que, por cierto, ya está a todo lo que da. Hoy, es indispensable que la Universidad sea reconocida en su importancia real, pero no sólo en el ámbito académico de la entidad, sino también como uno de los más importantes generadores de contrapesos y equilibrios en la vida pública de la entidad. Y es evidente que para lograr eso, deben participar muchos más actores que los solos aspirantes a la rectoría, y que los factores internos de poder en la Máxima Casa de Estudios.
La pugna, hoy, por la rectoría, está casi desatada por completo. En los días siguientes iniciará el proceso de integración del Consejo Universitario, que una vez reunido emitirá las bases para la realización del proceso para elegir al sucesor del rector Rafael Torres Valdez, lo cual ocurrirá en el mes de abril próximo. Los grupos que ya comienzan a mostrar algunas de sus cartas, son los mismos de siempre. ¿Quiénes?
Por un lado, se encuentra el propio rector Torres, tratando de impulsar a la maestra Josefina Aranda Bezauri, como su proyecto sucesorio personal para la rectoría. Para poder enfilar a la ex directora del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO, el Rector debió romper las dos principales alianzas que le permitieron llegar a su cargo actual:
Y es que, por un lado, relegó al grupo que encabezan Enrique Martínez Martínez y Silviano Cabrera Gómez, a la sazón secretario General, y secretario Administrativo de la Universidad, respectivamente. Estos personajes, que integran el ala más poderosa del ya desmantelado Sindicato de Trabajadores Académicos de la UABJO, de hecho fueron los que inclinaron la balanza a favor de Torres, una vez que éste ya contaba con el respaldo del líder moral del Sindicato Universitario de Maestros, Abraham Martínez Alavez, y que Martínez y Cabrera se inconformaron por considerar que su grupo había impuesto al entonces candidato oficialista, el médico pediatra Víctor Manuel Navarro Martínez.
Pero también, por impulsar a la maestra Aranda, Torres Valdez también rompió su alianza con Martínez Alavez. Éste, que tiene el control del SUMA, de algunos resquicios del STAUO, y de no pocas Escuelas y Facultades de la Universidad, ha sido como una especie de “gran elector” en las más importantes definiciones de la gobernabilidad y las autoridades universitarias. Torres gozaba de ciertas garantías de estabilidad a través de las redes de Martínez, pero decidió “quemar las naves” en su intento por impulsar él un proyecto universitario propio para trascender a su rectorado.
El problema, en todo esto, es que estos son los que integran hoy la agenda de lo posible, aunque quién sabe si de lo deseable para la UABJO. Aunque todos ellos agrupan porciones importantes de poder e influencia dentro de la Universidad, lo cierto es que unos y otros representan lo mismo que siempre ha tenido la universidad, y que finalmente no sabemos si le ha traído los beneficios y avances que la sociedad esperaría de su máximo centro universitario.
Por un lado, tanto Enrique Martínez como Silviano Cabrera, ya dejaron ver abiertamente sus intenciones de participar en el proceso para que su grupo político elija a un candidato (han dicho que, finalmente, todos apoyarán al candidato mejor posicionado); y éstos ya buscan abrir competencia con la maestra Aranda, que no consigue tener mejores escenarios de los que hasta ahora ha construido.
Y el poderoso grupo de los Martínez Alavez está esperando el momento idóneo para abrir se a la competencia y develar el nombre de su candidato, que bien podría ser el de su hijo Eduardo Martínez, a quien, sin embargo, algunos factores internos de la Universidad lo ven aún como un prospecto que puede esperar a otro momento de mayor madurez y experiencia, para buscar la responsabilidad de la conducción de la Universidad.
Queda claro que todos los demás contendientes buscan ubicarse como factores de negociación y no de potencial triunfo. Se habla, incluso, de la posibilidad de un candidato oficialista (Pedro Celestino Guzmán o Heriberto Antonio) impulsado por el grupo del ex secretario de Gobierno, Evencio Martínez. Aunque para la situación de algidez en que ya de por sí se encuentra hoy la UABJO, ven como poco importante la injerencia oficial en sus definiciones, y menos de un grupo tan meramente testimonial, como el que encabeza el último Secretario General de Gobierno de la administración del gobernador Ulises Ruiz Ortiz.

UNA MEJOR UNIVERSIDAD
El Gobierno del Estado debiera acordarse ya de la Universidad, y tomar cartas en el asunto. Urge la voluntad política, por ejemplo, para impulsar una nueva Ley Orgánica de la UABJO, que le permita mejores procesos internos, una mayor fiscalización, una vida democrática más ordenada, y nuevos planteamientos académicos y sociales que le permitan recobrar su importancia como elemento determinante de la vida pública de nuestro Estado.
Si el Gobierno del Estado hoy se deshace en fustigar al Sistema de Universidades Estatales por su alto costo, entonces la reacción natural de contrapeso debiera ser la del rescate de la que se considera como la Máxima Casa de Estudios. Queda claro que sin una mejor UABJO, lo bueno o malo que se proyecte para las demás universidades y centros de estudios en Oaxaca, será demagogia y, en resumen, actos intrascendentes para la auténtica academia universitaria oaxaqueña.

TERMÓMETRO DE OAXACA
Se acepte o no, guste o no la definición, lo cierto es que la UABJO es ese termómetro de la vida social, que necesita ser valorado en su importancia real. En este primer año de gestión, el gobierno estatal ha tenido una interacción mini básica con la Universidad, y es necesario que ésta se incremente. Hacerlo no necesariamente significa trastocar o cuestionar su autonomía, ni el deber de respeto que le debe a esa calidad, el gobierno estatal. Si les importa de verdad la UABJO, necesitan demostrarlo. Ya quedó claro que, en el olvido, es muy fácil que se convierta en un polvorín.

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