Disidencias priistas: ¿quién sí construye?

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+ Criticar es fácil. Hacer algo positivo, no

 

Una vez que pasó la calificación de la elección presidencial, en Oaxaca quedó abierta la posibilidad de la renovación del Comité Directivo Estatal del PRI. Si una de las preguntas fundamentales radica en cómo se llevará a cabo ese potencial proceso de renovación, otra tiene que ver con la incertidumbre que radica frente al hecho de que prácticamente todos los grupos locales al interior del tricolor oaxaqueño se han vuelto disidentes, y lejos de proponer y ensayar soluciones, unos y otros se han dedicado a profundizar los enconos y marcar las desviaciones de quienes, al igual que ellos, también son priistas.

En efecto, si dice el refranero que en toda sociedad la victoria está llena de padres, pero la derrota es huérfana, en Oaxaca eso se ha reflejado en la realidad una y otra vez. Desde el 2010, en que perdieron la gubernatura del Estado, casi la totalidad de los grupos priistas se convirtió en detractor del pequeño grupo que controlaba el partido. Y hasta entonces, con su oposición enjundiosa, no han hecho sino abonar a una situación caótica en la que no ha habido propuestas ni construcción, sino simples descalificaciones y críticas que no reconstruyen el priismo local.

Y es que, aún cuando en realidad todos fueron corresponsables de la derrota electoral (desde el momento en que todos aceptaron a Eviel Pérez Magaña como candidato, y prefirieron conservar la chamba antes que poner en alerta sobre los riesgos democráticos y de poder en su partido), a partir de la derrota electoral casi todos se sintieron con la calidad moral para no estar de acuerdo con el manejo partidario, y para “denunciar” a quienes —a la vista de todos, y desde hacía años—, se habían apoderado del tricolor para ponerlo al servicio de sus intereses.

Aunque todos los priistas oaxaqueños tenían ante sí la enorme oportunidad de convertirse, por primera vez, en voces y grupos de oposición, todos prefirieron continuar en la dinámica de sólo desacreditar a sus contrapartes, sin hacer la labor que correspondía frente a un gobierno que, con sus fallas, ha dado tantas oportunidades de capitalización política… a una oposición que ha sido totalmente inexistente.

¿Qué han hecho los grupos? Casi desde que tomó posesión el nuevo gobierno, los priistas se dedicaron a boicotearse y, en gran medida, a fomentar la colonización que ha hecho el oficialismo de parte de sus estructuras. Los priistas se boicotearon desde el momento en que apuntaron sus armas hacia sus contrapartes tricolores y no hacia el oficialismo, y también lo hicieron cuando, por deslealtad y arribismo, se permitieron ser comprados y financiados por funcionarios del gobierno estatal, que habían recibido la orden de colonizar al priismo para convertirlo en un satélite silencioso de los intereses oficiales.

Incluso, hace unos meses hubo una temporada en la que parecía que había una suma imparable de “voces legítimas”, de priistas, que se alzaron para lanzar críticas al priismo, en una supuesta actitud de inconformidad y deseos de democracia. Lo hacían, sin embargo, como una forma de enviar mensajes a los financiadores oficiales para que también los tomaran en cuenta y los incluyeran dentro de la lista de beneficiarios de lo que querían convertir en una oposición orgánica y manipulada que simulara ser la disidencia comprometida, que en realidad no era.

 

OPOSICIÓN ¿DE QUÉ TIPO?

Al calor de la derrota, se han construido varios grupos que dicen tener la solución a la pasividad priista y a la baja competitividad que ahí prevalece. Muchos son los que señalan, los que descalifican y los que “alertan” a los demás priistas sobre los intentos de acaparamiento, pero ninguno hace algo por construir su partido. ¿A qué nos referimos?

A que la derrota es pareja para todos. Y en dos años, los priistas oaxaqueñas han sufrido dos derrotas electorales consecutivas, que hablan de las profundas divisiones del partido, pero también de la falta de interés de todos sus militantes para generar condiciones favorables para la competitividad. Si en 2010 la derrota de Pérez Magaña, y de un alto número de candidatos a diputados, se debió al cobro de facturas ciudadanas por el mal gobierno de Ulises Ruiz, en 2012 la derrota se construyó no sólo por el efecto López Obrador que les fue adverso, sino sobre todo porque la gran mayoría de los priistas jugaron a perder —y a perder todo, todos—, sólo por ver derrotados a los otros priistas que, según ellos, fueron candidatos por la imposición de los viejos liderazgos.

Lo cierto es que, más allá del discurso disidente, nadie ha construido nada ni ha hecho algo por su partido. Ser crítico apenas si es una pequeña parte de un todo que hoy se encuentra desierto gracias a que nadie quiere moverse, para no beneficiar a los de junto, a quienes consideran espurios, acaparadores, saqueadores e ilegítimos.

Al final, queda la duda: ¿Cómo esperan ser parte de un proceso de renovación y de reconciliación, cuando su única aportación ha sido a partir de la crítica? Si el priismo identificado con el ex gobernador Ulises Ruiz tiene entre sus haberes las peores derrotas y la peor fama pública, el priismo identificado con otras expresiones internas y grupos disidentes tiene tras de sí el estigma reciente no sólo de haber permitido que su partido se desmoronara, sino que, con sus martillazos y su pasividad, contribuyeron grandemente a desmantelar una estructura en la que, finalmente, todos cabían a partir de las reglas impuestas por el Jefe Político en turno.

¿Qué quieren los priistas? ¿Democracia? ¿Y cómo piensan lograrlo? Pues queda claro que aún la democracia plena que románticamente muchos anhelan, no servirá de nada ante la circunstancia de que se queden sin partido. Y no. No se trata de quedarse así porque los expulsen, sino porque todos han contribuido a que “el partidazo” hoy no sea otra cosa más que una entelequia, en la que no hay poder, ni hay democracia, ni hay competitividad, ni hay nada.

Por ese camino, ahí van bien…

 

MUCHAS MULTAS

La Auditoría Superior del Estado presume que multará a unos 70 ayuntamientos por no haber entregado sus cuentas públicas, pero al mismo tiempo reconoce —como si fuera mérito propio— que más de 400 autoridades municipales sí entregaron sus cuentas anuales. ¿De veras no hay ningún criterio político y, aún peor, económico, y hasta de tráfico de influencias, en esas multas? Sería gravísimo que se comprobara que, al menos en ese caso, los municipios estaban mejor… cuando estaban peor.

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