Webster-Mancera: los amigos sí cuestan…

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+ Oaxaqueño revela tensión Mancera-AMLO

 

Más allá de lo profesional, hay una razón de peso que llevó a Andrés Webster Henestrosa al equipo de transición de Miguel Ángel Mancera Espinosa como jefe de Gobierno Electo del Distrito Federal: la estrecha relación de amistad que ambos guardan desde sus tiempos como universitarios. Si desde ahí desdoblamos la otra parte de esta historia, podremos ver, además, cómo el intento de un gobernante por beneficiar a un amigo puede desencadenar las tensiones que se generan entre los caciques perredistas de la capital de la República.

En efecto, Webster Henestrosa hoy es beneficiario de un conjunto de circunstancias que no sólo él construyó, sino que también son casuísticas. Por un lado, se encuentra todo el conglomerado de intereses que ha venido construyendo desde que llegó, hace ocho años, a la Secretaría de Cultura del Gobierno de Oaxaca (cuestión de la que ya dimos cuenta con cierta amplitud en nuestra entrega de ayer lunes), pero también el hecho casual de haber trabado estrecha amistad con un abogado prestigiado de la capital del país que, también sin ser parte de un proyecto partidista definido, es hoy gobernante electo de la Capital de la República.

Mancera, como bien ha quedado claro, no era parte del proyecto transexenal perredista para la capital del país. De hecho, el mismo Marcelo Ebrard, que fue quien lo incluyó en el gabinete luego de la crisis política generada por los hechos en la discoteca News Divine, no tenía a Mancera entre sus posibles candidatos. El Jefe de Gobierno saliente impulsó hasta el cansancio al hoy senador Mario Delgado como su posible sucesor.

Pero por razones de apatía natural y de falta de arraigo entre los capitalinos, Delgado simplemente nunca figuró como un candidato competitivo. Al final, en el momento de las decisiones, ni las tribus radicales de la capital del país que responden fielmente a los intereses de Andrés Manuel López Obrador, ni quienes respondían a los dictados de Ebrard, pudieron presentar a candidatos con garantía de triunfo. Mancera quedó en medio de todos ellos, y resultó candidato por alguna suerte de exclusión, y sin ningún otro respaldo más que las simpatías que despertaba y los buenos números que entregaba en las encuestas.

No obstante todo eso, Mancera arrasó la capital del país. No se equivocaban los analistas políticos de la capital de la República, cuando aseguraban que con ese triunfo obtenido por más de cuarenta puntos porcentuales por encima de su más cercano competidor, Mancera no iba enfilado a ser Jefe de Gobierno, sino a convertirse en una suerte de “Miguel Ángel I”, como dando a entender que con ese enorme grado de aceptación podría aglutinar a las grandes masas perredistas que aún se encuentran en manos de López Obrador.

Ese hecho, de entrada, generó tensiones entre los grupos perredistas que han gobernado la Ciudad de México. A nadie le gusta perder el poder. Y ese es el supuesto se encuentran AMLO y Ebrard, que ahora ven cómo el poder que han tenido se les comienza a diluir, para ubicarse a favor de un personaje que no saben si va a responder a sus intereses. Y, en todo esto, el primer botón de muestra de esas tensiones, y de la independencia que está demostrando Mancera frente a quienes aún pretenden asumirse como sus jefes políticos, o por lo menos pretenden presionar para que siga respondiendo a sus intereses.

 

AMISTAD COSTOSA

Quizá la circunstancia más determinante para la invitación que Mancera le hizo a Webster Henestrosa para incorporarse a su equipo de campaña, fue la amistad entre ambos. Sin embargo, pronto se dieron cuenta que una decisión aparentemente intrascendente, para un tema asimismo poco relevante para la vida política de la capital del país, encendió los ánimos de todos aquellos que sólo estaban esperando el momento y el pretexto para demostrar su inconformidad con el Jefe de Gobierno Electo de la capital de la República. ¿Por qué?

Porque ante el nombramiento de Webster, fueron varios de los más acendrados lopezobradoristas del ámbito cultural, quienes protestaron por su nombramiento. Dos de ellos, la escritora Elena Poniatowska, y el historiador Paco Ignacio Taibo II —que incluso fueron parte del “gobierno legítimo” de AMLO desde 2006, y que además de ser obradoristas declarados, tenían altas expectativas de aparecer en el gabinete federal de haber ganado AMLO las elecciones presidenciales—, firmaron la carta que hace unos días se publicó en un diario de la Ciudad de México, en donde se decían agraviados por la invitación que el equipo de transición de Mancera le había formulado a Webster, y exigían que no apareciera en el próximo gabinete del Gobierno del Distrito Federal.

Como en política no existen las casualidades, lo único cierto es que la protesta vino no sólo por la poca talla que los intelectuales de la capital del país le ven a Webster como encargado de la política cultural de la capital del país, sino sobre todo porque para definir esa invitación, y el inminente nombramiento, no tomaron en cuenta al lopezobradorismo, que pretende seguir presionando para gobernar y tener posiciones de distinta índole en el gobierno capitalino.

Al final, para efectos de los rejuegos de la política de la capital del país, Webster fue sólo el pretexto. Su presencia sólo demostró que su relación personal con Mancera, pudo tanto o más que los intereses que representa (los del respaldo, hoy en entredicho, del maestro Francisco Toledo, y del filántropo Alfredo Harp Helú); pero también que ahí, en donde se supone que la política es de más altura, también los cacicazgos como el de López Obrador, intentan imponerse aún frente a un poder que apenas está en vías de tomar el control político de la capital de la República, y que por naturaleza tiende a fortalecerse y consolidarse.

 

ACOMODATICIO

Al final, Andrés Webster logró un acomodo más, de los varios que ya ha hecho a lo largo de su relativamente corta carrera en la vida pública. Primero se incluyó en un gobierno, el de Ulises Ruiz, del que no era cercano. Luego sacó ventaja de las intrigas que sumieron a Patricia Zárate como titular de Cultura. Después se afianzó gracias al acomodo que logró con Francisco Toledo y Alfredo Harp, para finalmente trascender, en un nuevo acomodo, en el gobierno de la alternancia en la entidad. Hoy, sin embargo, su salto maestro corre riesgo de ser fallido ante las disputas por el poder en la Ciudad de México. Él es el pretexto. Pero puede ser el primer gran perjudicado de ese forcejeo.

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