+ ¿Por qué políticos menosprecian a ciudadanía?
El ejercicio de la política nunca ha gozado de buena reputación, aunque seguramente nunca había tenido tan mal fario como hoy en Oaxaca. Aquí, ya quedaron en el pasado aquellos intentos de simulación democrática, de dignidad y de cierta ascendencia sobre quienes actuaban a nivel protagónico en las contiendas electorales o eran parte del servicio público. Todo eso lo intercambiamos por una descarada forma de hacer “política” en la que gana quien más grita, en la que la amoralidad es cosa de todos los días, y en la que todo el arte del convencimiento popular y el respeto que se podía ganar ante los electores, quedó reducido a un envilecido procedimiento para comprar y cooptar votos. Estos tiempos, pues, son aciagos para la lucha por el poder.
Veamos dos caras de la misma moneda. Pues aunque dicen adversarios políticos a muerte y niegan cualquier relación, lo cierto es que los rasgos genéticos y de sangre se encuentran cada vez más visibles entre quienes integran las tribus perredistas en Oaxaca y quienes dicen seguir siendo representantes del ex “partidazo” (el Revolucionario Institucional). Este es el escenario de disputas y maniobras en una y otra fuerza que, a la luz de los hechos, no parecen sino ser producto del reflejo de una sola mirada que se posa ante un espejo. Basta con revisar algunos detalles para corroborarlo.
¿Qué pasa en el PRI de estos momentos en la entidad? Ocurre que hoy la lucha por los despojos del priismo local se encuentra en tal nivel de descomposición, que —como lo claramente lo vaticinaba hace algunos días el dirigente estatal del PAN, Juan Mendoza Reyes— los costos los pagará una militancia que seguirá estando sin partido, pero también lo pagará la democracia que seguirá sin contrapesos. ¿De qué hablamos?
De que, pareciera que, en un primer momento, en el PRI no existe la noción de lo que es la competencia, por encima de la voracidad. Aunque el tricolor habría tenido una oportunidad inmejorable de reposicionarse ante el desgaste y los excesos que ha cometido el gobierno en turno, lo cierto es que la lucha en estos casi tres años en el PRI ha tenido únicamente como centro de gravedad la disputa por un partido que cada vez se asemeja más a un membrete.
El grupo del ex gobernador Ulises Ruiz ha hecho todo lo que está a su alcance, y ha jugado partidas limpias y sucias, con tal de mantenerse en el control de la dirigencia priista aún cuando eso signifique la división y la confrontación total con todos los demás grupos, que no perdonan ni los excesos de su gobierno, ni la derrota electoral, ni la insistencia porque permanezcan al frente del partido un conjunto de individuos (los llamados “cleptómanos”) que no tienen la menor credibilidad o moral, y que son fuertemente repudiados por su militancia y por la ciudadanía.
Sin embargo, en el PRI local las decisiones continúan procesándose como cuando estaban en el poder. El problema es que las consecuencias las pagan al contado, a la vista, y con intereses. ¿Recuerdan qué pasó hace apenas una semana? Que, como en el viejo PRI, las decisiones se tomaron cupularmente, se anunciaron sin el menor respeto a la militancia, se creyó que todos se alinearían a los intereses de quien aún se siente “gobernante”, y finalmente tuvieron una demostración más (con la estruendosa inconformidad, a todas luces fundada, de la ex Vocera del Comité Estatal del PRI) de lo descompuestos que están, pero también de la poca preocupación que les provoca el hecho de que el PRI los siga sosteniendo a pesar de que cada vez menos personas creen en ellos.
Lo más grave es que ahí las cosas no parecen tener para cuándo cambiar. El grupo del ex gobernador Ruiz está llevando al PRI una debacle de tal magnitud que, después, no habrá forma de justificar esto que hoy está a la vista de todos, menos de quienes sí deberían preocuparse por las sucesivas derrotas. ¿Por qué?
Porque contrario a lo que dicen, no hay abundancia de candidatos, no hay trabajo político, no tienen estructuras electorales, no hay comité directivo ni orden; en más de la mitad de los distritos los aspirantes a diputados están dispuestos —como siempre— a perder con tal de no ver ganar a sus mismos compañeros de partido; porque no hay capacidad de organización y de unificación, y finalmente porque en muchos queda la seguridad de que hoy en día, en su circunstancia, el ulisismo se puede agandallar las candidaturas, pero no se puede agandallar los triunfos. Y en eso hay una diferencia sustancial. ¿Qué será que al ex gobernador Ruiz le quitarán el control del PRI cuando lo haya terminado de hacer pedazos? Ya no le falta mucho…
LOS TAMALES
En la casa de enfrente, en el PRD, también se cuecen habas. ¿Alguien habría imaginado que un personaje salido de un sector tan repudiado como el del ambulantaje, pudiera ser nada menos que diputado federal, aspirante a cargos públicos y hasta “personaje popular”? Eso es el impresentable Hugo Jarquín, quien parece estar convencido con la idea de que mientras más le baje el nivel a la política más adeptos podrá ganar para escalar a nuevas responsabilidades públicas.
¿En otros tiempos hubiera sido posible la existencia franca y libre de un personaje de esa calaña como figura política? Seguramente no. Como seguramente tampoco la misma ciudadanía habría permitido que la cooptaran o “convencieran” electoralmente con tan poco, o que tratara de hacerlo un personaje que ha invadido plazas públicas, jardines, banquetas y espacios comunes, para instalar ahí a comerciantes ambulantes que sólo pretenden trabajar al margen de las obligaciones que tienen todos aquellos que realizan una actividad económica.
Sin embargo, Jarquín hoy está seguro de tener futuro político. Seguramente por eso va por la tamaliza, o por las verbenas y los faroles, como si dando pan a la ciudadanía (el circo será para después) pudiera asegurar votos. Quizá sí lo haga con ciertos sectores. ¿Pero de verdad ese es el nivel que tenemos como para que con esa política insultante pretenda ganar la simpatía de la mayoría de los habitantes?
POLÍTICA RAMPLONA
El grupo que aún tiene el control del PRI cree que la ciudadanía es ingenua o tonta. Por eso insiste e insiste en lo mismo, a pesar de que en cada proceso electoral no ha habido otra cosa que rechazos y derrotas. Jarquín ha de pensar que así, a tamalazos, podrá lograr algo. ¿Qué de plano estamos tan mal como sociedad, para que nos menosprecien de esa forma tan vil?