Impostura de la sociedad civil no construye y sí dinamita la confianza

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+ Políticos usan “fundaciones” como pretexto, no por convicción social


Estos son los tiempos electorales, y en ellos abundan los políticos que crean fundaciones y asociaciones civiles fantasma, con el único objeto de engañar —y engañarse— con la casaca de la sociedad civil. En nuestro país, esa práctica constituye no sólo una impostura sino que además erosiona a la ya de por sí testimonial sociedad civil que de verdad trabaja desinteresadamente. Como ciudadanos, debiéramos estar llamados a rechazar frontalmente esas prácticas.

En efecto, es ya bien conocido que cada que se acerca un proceso electoral, surgen políticos que crean —o dicen hacerlo— fundaciones o asociaciones civiles con fines diversos. El común denominador de esas finalidades es, según dicen, hacer trabajo a favor de la ciudadanía como el fomento de valores, la formación de sociedad civil o realizar labor comunitaria.

En todos los casos —casi sin excepción—, dichos esfuerzos son en verdad interesados y llenos de mentiras. ¿Interesados en qué? En hacer parecer que los presidentes de esas fundaciones (que no son sino políticos en fáctica campaña proselitista) están preocupados por la ciudadanía. ¿Llenos de mentiras? Sí, porque como el esfuerzo no es genuino, aparentan la formación de ciudadanía aunque en realidad están socavando profundamente la identidad que debiera existir entre quien puede y quiere hacer labores de sociedad civil, y quien debiera recibir desinteresadamente los beneficios de ese trabajo.

En ese sentido, hoy es común ver asociaciones civiles —que nadie sabe si legalmente existen o no, y que muy probablemente son sociedades fantasma al margen de cualquier regulación jurídica o fiscal— que aparentemente promueven valores morales o humanos, pero que en realidad no son sino un pretexto para promocionar una imagen, unas iniciales, un eslogan o —a veces de la forma más burda— un “mensaje subliminal” para que luego, ya en campaña, un político se monte sobre ese trabajo para continuar el proselitismo pero ya de manera abierta. Hoy en día, prácticamente todos los aspirantes a alguna candidatura en los municipios importantes de la entidad (la capital oaxaqueña, ni se diga) están recurriendo a esa práctica oprobiosa.

Ahora bien, junto a ese maniobreo, hay casos todavía más cuestionables. Hay políticos, como el ex diputado federal Samuel Gurrión Matías, que utiliza el membrete de una asociación civil para ir, literalmente, de comunidad en comunidad haciendo dádivas a las personas. ¿Ese es trabajo de sociedad civil organizada?

No. Burda y abiertamente, es una labor de clientelismo político, realizada con dinero que se encuentra al margen de cualquier tipo de fiscalización, y con una finalidad eminentemente política. A la gente no le sirve —y eso lo sabemos desde hace mucho— que le regalen una despensa, una cobija o un electrodoméstico, a cambio de su simpatía. Eso, lo único que está generando es una burda y cuestionable clientela que luego será manipulada —cuando le cobren el favor— para los tiempos electorales.

Frente a todo esto, hay quien pudiera decir que cada quien es libre de hacer el trabajo que le plazca, o de regalar o hasta tirar su dinero a la basura, si ese es su deseo o si con eso cree que alimenta una intención política. Eso queda claro. Sin embargo, el tema verdaderamente preocupante no radica sólo en quién dizque promueve ciudadanía o quién se la pasa haciendo dádivas a cambio de simpatías electorales.

Un problema más de fondo, del que nadie parece preocuparse, radica en que eso ha hecho parecer el verdadero trabajo de ciudadanía como un burdo escalón para la política, y ha desacreditado el poco trabajo que se hace desinteresadamente a favor de ciertos sectores de la sociedad, como el que verdaderamente realizan algunos grupos de sociedad organizada, que sin ningún afán de lucro pretenden trabajar por los sectores marginados, pobres o alejados de los centros urbanos, no para regalarles algo que les sirva dos días, sino para verdaderamente ayudarlos a salir adelante.

¿Qué pasa? Que el político que se viste de ciudadano dos meses regalando cosas, y luego olvidándose de la ciudadanía, pervierte y degrada a toda la sociedad civil que sí necesita mucho trabajo organizado, desinteresado, y de fondo, para ayudar a equilibrar a los grupos que por alguna razón se encuentran rezagados.

LA OTRA IMPOSTURA

Junto a esos grupos de oportunistas, hay otros: los que además de buscar afanes políticos, lucran con la pobreza. Esos grupos también están perfectamente identificados, y son los que por años se han dedicado a representar comunidades para —según— ejecutar proyectos productivos. Esa ralea también es conocida, pero sorprendentemente, y a pesar de sus estremecedores antecedentes en las comunidades oaxaqueñas, hoy en día goza de cabal salud.

¿Qué hacen esos grupos? Se dedican a generar documentación para poder acceder a recursos estatales y federales —muchos de ellos a fondo perdido, y otros que deben comprobar, aunque pocas veces lo hacen—. Todo eso lo hacen ante las instancias gubernamentales, siempre, en nombre de la pobreza, la marginación y las carencias sociales; pero, de hecho, a las personas en nombre de las cuales piden beneficios, les regatean los recursos, los servicios o los bienes gestionados y comprados con recursos públicos, les piden “cuotas de recuperación” que no están contempladas en las reglas de operación de los programas, o simplemente les entregan sólo un porcentaje de lo obtenido, quedándose a veces con casi la totalidad del beneficio, por concepto de “gestión social”.

Eso tampoco es trabajo de sociedad civil, y es tan nocivo como el de la impostura de los políticos por crear asociaciones fantasma que sólo sirven para los tiempos electorales. Como ciudadanos eso denigra el trabajo organizado y pone en entredicho a quienes incurren en esa práctica para parecer muy ciudadanos, pero terminar siendo timadores que sólo buscan beneficios en nombre de acciones encomiables. En estos tiempos abundan. No contribuyamos comprando y creyendo esas mentiras.

EL CLUB DE LOS DERROTADOS

En la foto de la “operación cicatriz” en el PRI, dicen, llamaba la atención el pacto con ese, que bien podía ser el club de la derrota: en una sola foto estaban José Escobar, Beatriz Rodríguez, Eviel Pérez Magaña y varios representantes más del ulisismo que no han hecho sino acumular vapuleos en diversos procesos electorales. ¿Cuál habrá sido el “arreglo”?

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