Por inanición mutua, sí sería necesaria una coalición PAN-PRD en Oaxaca

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Hay quienes apuntan que, para los comicios federales del año próximo, la posibilidad de una coalición PAN-PRD resulta cada vez más lejana. En Oaxaca, el escenario ideal sería que, tanto para los comicios locales como para los cargos federales de elección popular, sí hubiera una coalición de esas dos fuerzas políticas. Pero no. La razón no está en sus posibilidades de triunfo, sino justamente en el estado crítico en que se encuentran ambos partidos. Tendrían que ir juntos no para ganar, sino para no ser arrasados.

En efecto, en el ámbito nacional han discutido ampliamente la posibilidad de una alianza entre el Partido Acción Nacional y el de la Revolución Democrática, como un mecanismo para formar un frente que pudiera competirle, por un lado, al PRI del presidente Enrique Peña Nieto, y por el otro a Morena de Andrés Manuel López Obrador.

Aunque inicialmente pareció una idea interesante, lo cierto es que las desavenencias internas tanto en el PAN como en el PRD, y las desbordantes aspiraciones electorales de sus respectivos dirigentes —con todo el rejuego negativo que eso implica para sus militancias, que hoy reclaman inequidad, ilegitimidad y ventajas en sus procesos internos—, tienen al borde del abismo dicho acuerdo y, de hecho, no se le ven más que dos o tres meses más de vida como idea, y sólo unos días como una posibilidad tangible.

En el ámbito nacional el problema para el PAN y el PRD es compartido: ambos tuvieron un desempeño y resultados ampliamente negativos en su último ejercicio electoral —la elección de Gobernador en el Estado de México— y ambos enfrentan problemas internos bastante complejos: Alejandra Barrales tendrá que dejar el cargo dentro de unas semanas, y la mayoría de las tribus perredistas —las que quedan— están tratando de construir una nueva dirigencia nacional de transición, en tanto se define la candidatura presidencial y los respectivos procesos en las entidades federativas, para postergar hasta 2018 la elección de su dirigencia definitiva.

En el PAN las cosas están peor: Ricardo Anaya es abiertamente un aspirante presidencial, pero se enfrenta a la resistencia, por un lado, de Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle, y por el otro, al núcleo duro del panismo que, desde la región del Bajío, intenta generar una tercera vía que pueda quedarse con la candidatura presidencial de ese partido. En este último sector están trabajando todos los panistas identificados con el yunque, y con los sectores conservadores más radicales de ese partido, entre los que se encuentran varios ex gobernadores panistas, y el mismo ex presidente Vicente Fox. Ante ese panorama, queda claro que la batalla al interior del PAN será feroz, y que muy probablemente no tenga un resultado constructivo para nadie.

¿Todo esto es premonitorio para Oaxaca? Parece que, por algunas razones, sí. Veamos.

ESCENARIOS DEVASTADOS

En Oaxaca, el PAN y el PRD están devastados por los intentos —logrados o no— de colonización por parte del nuevo régimen. En el caso del PRD, hace apenas unos meses hubo una batalla campal por la dirigencia estatal: por un lado, José Julio Antonio Aquino —ex edil de Xoxocotlán y malogrado candidato a diputado local por el PRD en 2013— representó al gabinismo aún enquistado en ese partido, el cual trataba de mantener la dirigencia estatal en las manos, o a través del ex candidato a Gobernador, José Antonio Estefan Garfias. El intento inicial del régimen por colonizar a dicho partido, radicó en impedir el arribo de Estefan a la dirigencia. Sin embargo, en el intento terminaron metiendo a todo el perredismo en un marasmo del que no se pueden reponer.

¿Qué hicieron? Que el régimen impulsó a Raymundo Carmona Laredo, un perredista orgánico al régimen y cercano al muratismo, que sin ningún dilema de tipo moral —en política eso rara vez existe— decidió ir por la dirigencia estatal del PRD únicamente para dejarla en un estado de completo pasmo. Con todo el apoyo gubernamental, y aprovechando las divisiones internas del perredismo, se hizo de la dirigencia en una elección atropellada que terminó en los tribunales. Finalmente, éstos le dieron la razón legal. Pero hasta ahora Carmona Laredo ha sido un dirigente silencioso, disimulado y esquivo, que parece honrar con ese silencio el compromiso bajo el cual llegó a la dirigencia.

En el PAN las cosas fueron distintas. Ahí, con otro orgánico y cercano al muratismo, el régimen intentó hacerse de la dirigencia estatal sin éxito —hasta ahora—. Luis de Guadalupe y Antonia Natividad Díaz Jiménez se declararon ganadores de la contienda interna. Díaz se quedó con la dirigencia, hasta que fue removida por mandato del Tribunal Estatal Electoral; luego, la elección dio un vuelco ante el fallo de la Sala Regional del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y aún todos esperan el desenlace final una vez que la Sala Superior dicte el fallo final sobre la contienda.

¿Cuál es el resultado común? Que juntos, o separados, ambos partidos son la predicción de un fiasco electoral. No pasa un día sin que alguno de los pocos activos electorales que le quedan al PRD oaxaqueño —sus diputados federales, legisladores locales y alcaldes— se pronuncie a favor de Andrés Manuel López Obrador, o firme el Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México —que es la puerta de entrada a Morena para cualquier político de otro partido—; o simplemente rechace las políticas sectarias del perredismo local.

El caso del PAN es aún más dramático: en los comicios de 2016 quedaron con una bancada testimonial en el Congreso local; han invertido el poco tiempo y capital político que les queda en la lucha por la dirigencia estatal; y hoy son una fuerza política que no gobierna ninguna plaza relevante en la entidad. Incluso, la diputada Eufrosina Cruz se presenta como el mayor activo del panismo oaxaqueño, a pesar de que nunca se ha medido en las urnas con otros candidatos.

Así pues, el único escenario que podría ser positivo para ellos, sería el de ir juntos para sumar sus propios activos a candidaturas comunes. Este no parece un ejercicio posible porque la apuesta nacional priista es la de ir juntos, y Andrés Manuel López Obrador no quiere compartir nada con el perredismo, sino someterlo hasta que reconozca que el verdadero liderazgo de la izquierda en México lo representa él.

Así, circunstancialmente habrá muchos candidatos, atomización electoral y la posible extinción material del panismo y perredismo como fuerzas representativas en Oaxaca. Con el tiempo lo veremos.

ASE: LA SUMA CERO

Eso es a lo que cree que juega el diputado Carol Antonio negociando y renegociando el futuro de la ASE, pensando que puede quitar o dejar a Carlos Altamirano sin perder. ¿No se da cuenta que independientemente de cuál sea el resultado, el destino del órgano de fiscalización ya está marcado? El Auditor Superior, dicen en el Congreso, tiene las horas contadas. Veremos.

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